La Conferencia Episcopal Venezolana, sus arzobispos y obispos, en documento titulado “Exhortación del Episcopado Venezolano. Tiempo de Diálogo para construir juntos.”, plantea su posición política frente al tema, que es consistente con diversas declaraciones de altos voceros de la jerarquía católica, que parecen estar claros en los intereses terrenales que defienden. Esta es una clara posición e intervención política, que corresponde al poder “secularizado y temporal” de la esfera pública política y con consecuencias políticas terrenales, aunque la jerarquía católica lo siga negando, racionalizando o disfrazando de argumentos exclusivamente morales o trascendentales.
Para reconocer esto, no se requiere ser psicoanalista, ni gran hermeneuta o especialista en semiótica. Solo basta comprender la intencionalidad política de las opiniones emitidas, los sesgos y falacias planteadas para constatar el déficit de Modernidad Política; es decir, la debilidad de la secularización política en espacios significativos de la esfera pública de la sociedad venezolana, y la permanente intrusión de los intereses políticos de la burocracia eclesiástica en la vida política del país, que nos remonta a las estructuras institucionales del período colonial.
Pero lo grave no es solo esto, sino además que los llamados a la religiosidad autentica, a la trascendencia y a la defensa de la persona humana se asocien explícitamente a una retórica política, de corte reaccionario y tendenciosa, basada en la mala fe y en la distorsión de la propuesta del Socialismo del siglo XXI. El citado documento plantea aberraciones como las siguientes:
“Se inicia una nueva etapa en la historia política del país no solo por la reelección presidencial sino también por la propuesta de un nuevo modelo político-social denominado <
Mentiras. Primero, no existe ninguna doctrina clásica marxista-leninista de los últimos dos siglos. Esto es una burda y tendenciosa asociación. El marxismo-leninismo es una invención del estalinismo-burocrático, posterior a la muerte de Lenin, que aprendió de la burocracia católica la fórmula para canonizar doctrinas y legitimar dogmas de fe. En esto, la historia de los concilios y de la teología nos refiere con abundante evidencia, no hay que profundizar en ello. Jesús-cristo nunca formuló dogmas, ni inventó inquisiciones, ni excomuniones, ni cacerías de brujas, ni violencias simbólicas, eso lo invento el espíritu burocrático.
Las guerras teológicas o de fe no las inventó la palabra y acción de Jesús, las inventaron los conflictos político-teológicos de la burocracia religiosa. Es una burda falacia plantear que el marxismo-leninismo sea la raíz ideológica del Socialismo del siglo XXI. Tampoco el de imitar, copiar o fundamentarse en otras experiencias socialistas. Allí se encubren oscuros intereses políticos directamente vinculados a las mentalidades de inciso sexto; es decir, a la posición reaccionaria de los factores de poder que han apoyado la democracia restringida desde posiciones de derecha.
Las “mentalidades de inciso sexto” constituyeron, en primer lugar, una restricción legal de naturaleza ideológica que tenía como propósito impedir la formación de los partidos políticos con programas ideológicos de izquierda, sancionada por primera vez en la reforma constitucional de 1928, en vida del General Gómez. Ya los vientos de transformación se habían encendido tempranamente en América Latina en 1910 con la Revolución Mexicana, y llegaban voces que informaban de la movilización proletaria y bolchevique de 1917.
En segundo lugar, las mentalidades de inciso sexto constituyeron una cultura política, cuyo propósito fue (¿o sigue siendo?) demonizar a la izquierda anticapitalista, a través de la fabricación de imágenes y efectos de verdad que consolidaron representaciones sociales y mediáticas que la derecha considera ídolos y fetiches ideológicos. El Ministro Arcaya llamó la atención al Dictador Gómez sobre la necesidad de poner cortapisas a las “doctrinas exóticas” en un nuevo texto constitucional. En virtud de los consejos del ministro Arcaya, se agregó a la nueva Constitución el Inciso Sexto del Artículo 32, mediante el cual se prohibía la difusión de “propaganda comunista” en el territorio nacional. Como reconoce Rafael Caldera en su texto: “Los Causahabientes”(http://www.convergencia.org.ve; p.48):
“La disposición del inciso sexto del artículo treinta y dos de la Constitución Nacional, introducida en la Constitución de 1929 por el doctor Pedro Manuel Arcaya y mantenida en la Carta de 1936 (aunque modificada y concretada en cuanto a las medidas aplicables) sirvió para establecer un paréntesis de un año en la lucha política encendida: la orden de expulsión de un grupo de importantes dirigentes políticos que se aplicó a dirigentes de izquierda que no eran comunistas, aunque de una manera u otra habían mostrado inclinación por el marxismo y habían formado un frente común con los que sí eran verdaderamente militantes disciplinados de esa corriente internacional.”
De esta manera, la disposición legal pretendía formalizar jurídicamente la matriz ideológica anticomunista de la oligarquía liberal, generando efectos políticos directos en la coyuntura insurreccional de febrero de 1936. Rafael Caldera haciendo gala de una retórica complaciente de las decisiones de López Contreras afirma que:
“Un proyecto de ley para garantizar el orden público y las garantías constitucionales, inspirado en una ley de la República Española y llamado popularmente Ley Lara por el apellido del Ministro de Relaciones Interiores, provocó la convocatoria de una huelga general indefinida, que comenzó con grandes proporciones, pero al cabo de pocos días se extinguió. El Gobierno tomó la ofensiva. El inciso sexto del artículo 32 de la Constitución Nacional sirvió de instrumento para decretar ejecutivamente la disolución del Partido Único de las Izquierdas y para dictar la medida de expulsión, por un año, de cuarenta y siete líderes políticos de la izquierda opositora.”(Caldera, Causahabientes, p. 50)
Este es el propósito político fundamental, consolidar una matriz de opinión y cultura política anti-comunista y anti-socialista, que para la derecha histérica son exactamente lo mismo. Y el nudo crítico sigue siendo el mismo: demonizar el marxismo. ¿Qué entiende la conferencia episcopal por marxismo?. En su juego de palabras, es el marxismo-leninismo. Otra falacia más, ignorancia, mala fe o cinismo. La asociación entre marxismo-leninismo, marxismo y estatismo es típica de las mentalidades reaccionarias de cualquier pelaje, sean liberales o conservadoras. Esta ha sido una estratagema retórica bastante añeja, que pretende diseminar confusión, desinformación y prejuicios. La propia izquierda ha contribuido a reforzar estos prejuicios por su falta de claridad ideológica para diferenciar los marxismos críticos de los inventos doctrinarios del estalinismo-burocrático.
Stalin, como buen autócrata, se burlaba del Vaticano diciendo: ¿Con cuantas divisiones cuenta el Papa?. Pero las divisiones del Papa, como lo reconocía Gramsci eran aparatos de hegemonía cultural, eran las intrusiones en la esfera de la sociedad civil de la influencia psicológico-cultural de la religión católica, del papel formador o deformador en la vida política y cotidiana de las clases subalternas.
Así mismo, es útil recordar que en el contexto de la guerra civil española, la izquierda venezolana asumió la defensa del bando republicano, que fue anticlerical, y la derecha la del franquista, que fue católico reaccionario. En 1936 las luchas políticas por la libertad de expresión, asociación y movilización política en Venezuela se habían agudizado y en ese mismo año estalló el conflicto en España. Las páginas de los diarios, en especial Ahora y La Esfera, éste como baluarte del anticomunismo, aquél como canal de la democracia social emergente, recogieron noticias, artículos y documentos en el segundo semestre de 1936, antecedentes de lo que a partir de 1937 resultaría una batalla desigual, pues las izquierdas terminaron proscritas y sus voceros cerrados. De esto se encargó el inciso sexto.
Propiciado por el gobierno, se publicó en 1936 el llamado Libro Rojo con el subtítulo de “¿Existen o no comunistas en Venezuela?”. En sus páginas se publican documentos y cartas de los desterrados del 28, particularmente de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Jóvito Villalba, Miguel Otero Silva y Valmore Rodríguez, decomisados por la policía. La palabra “comunista”, desde entonces tuvo graves implicaciones: exilio, persecución política, detenciones arbitrarias, torturas, desaparecidos y en fin, muerte. El 14 de marzo de 1937, son expulsados 47 dirigentes políticos, acusados de “estar afiliados a doctrinas marxistas”. Entre ellos, Miguel Acosta Saignes, Jóvito Villalba, Gabriel Bracho Montiel, Miguel Otero Silva, Germán Herrera Umérez, Raúl Leoni, José Antonio Mayobre, Valmore Rodríguez y Rómulo Betancourt.
¿Qué podemos aprender de la historia social y política?. Que en Venezuela existe una matriz ideológica, sub-cultural, dogmática de rechazo a la obra abierta de Marx, a sus implicaciones políticas y en el pensamiento social, que desfigura el debate abierto de las ideas socialistas y comunistas con falacias y mentiras legitimadas por factores de poder. Por otra parte, la Iglesia Venezolana ha sido refractaria de cualquier idea afín a la teología de la liberación. En esto, has seguido la línea política de Juan Pablo II y del actual Teólogo de la fe, cuya misión ha sido sustanciar expedientes contra quienes han defendido un mensaje de liberación social inspirado en la vida, pensamiento y acción de Jesús. De allí, la complicidad de las corrientes reaccionarias en el seno de la Iglesia Católica con el asesinato de curas, monjas e intelectuales que utilizaron herramientas de interpretación marxistas para analizar la situación de la miseria, violencia política y la exclusión social en Latinoamérica. Allí quedaron sembrados Ignacio Ellacuria e Ignacio Martín-Baro, junto a otros sacerdotes que trabajaron por la dignificación de la vida del pueblo pobre, humillado y sojuzgado. Estos mártires de la justicia son parte de la memoria de las luchas nacional-populares en Nuestra América.
Sin embargo, hay que ser justos con algunos planteamientos de la CEV. Presumamos la desinformación o la confusión con relación al socialismo del siglo XXI, que se ha perfilado como una ruptura del viejo socialismo burocrático, como un socialismo de radical compromiso democrático, como un humanismo pluralista, que reconoce corrientes religiosas, laicas y ateas en su seno, como un Socialismo sin pensamiento único, basado en raíces nacionales, populares y en diversas corrientes socialistas y de liberación social. Entonces, hay que analizar interpretaciones correctas:
“El socialismo no es una ideología homogénea, sino que tiene diversas expresiones, desde los más colectivistas e impositivas hasta las más pluralistas, democráticas y respetuosas de la propiedad privada. Todas ellas, en principio, son opuestas al capitalismo, pero, más allá de una definición, que se da desde una interpretación hecha con mayor o menor amplitud, lo más importante y lo urgente es dar respuesta inmediata y concreta, en la participación y la libertad, a los problemas de la gente, como la pobreza, el desempleo y la inseguridad, que impiden la convivencia y mantienen una sombra de duda e incertidumbre sobre el bienestar pleno para las actuales y futuras generaciones(…).”
Aquí, la CEV ha acertado. Es difícil comprender como luego de una gran mentira, se dice una gran verdad. Obviamente, allí se demuestra la maestría de la confusión. Sin embargo, vuelven a meternos contrabandos ideológico-políticos.
“Lo que en definitiva interesa a todos es que la propuesta política de gobernar sea <
Aquí hay dos ambigüedades, se reclama una propuesta política abierta a la trascendencia y a la religión, lo cual traería el riesgo de volver a la teología política y a la teocracia; es decir, no a la pos-modernidad, sino a la pre-modernidad; y por otra parte se habla de una ideología marxista y estatista, mostrando un gran desconocimiento de la propuesta marxista que es anti-estatista y radical-democrática. Esta versión corresponde más a un Lasalle o a un Stalin. Si quieren fundamentar el diálogo en el convencimiento y la argumentación, ¿de donde sacan estos contrasentidos los ilustrados arzobispos y obispos?.
Los Socialistas, pluralistas y democráticos de Venezuela y de Nuestra América, estamos de acuerdo en optar por la libertad, la justicia social, el amor, la igualdad, la liberación social, el reconocimiento de la diferencia de género, étnica, de lengua, el respeto ecológico y la mas amplia solidaridad social que es fundamento de la inclusión. También estamos de acuerdo en la democratización del poder social y en la posibilidad de que sea el pueblo el que decida no solo la alternabilidad de los poderes constituidos del Estado, sino que active y ejerza los poderes constituyentes originarios. Además, el régimen político socialista ha de tener como centro la dignidad de la persona humana y sus derechos, ha de promover los valores radicalmente democráticos y pluralistas, de los cuales es fundamental la vida digna y la función de utilidad pública de la propiedad privada, o de cualquier otra forma de propiedad estatal o social. Es la vida digna de todas las personas y no el culto al individualismo posesivo el que permitirá encontrar las fórmulas optimas para combinar formas de propiedad privada, publica-estatal y social.
Ciertamente, hay situaciones sobre las cuales los Obispos no pueden callar y verdades sobre las que deben seguir insistiendo, como son: la centralidad de la dignidad de la persona, los derechos humanos; el pluralismo político frente al pensamiento único y la exclusión por razones ideológicas o por cualquier otro motivo; la educación pluralista, laica y abierta al debate contemporáneo sobre la espiritualidad y la función histórica de las creencias religiosas para los valores humanos; la lucha contra la pobreza, el desempleo, la exclusión la inseguridad jurídica y social y la violencia; la libertad de expresión, de asociación y el derecho a la información veraz y oportuna; una positiva respuesta a la situación infrahumana de un pueblo que fue privado de su libertad, igualdad y justicia social, y la de los que se han sentido perseguidos por el terrorismo de Estado que se ha instalado para proteger los intereses de los poderosos, y sedimentar los prejuicios de su derecha ideológica en la cultura política de todo el continente, con franco apoyo del imperialismo norteamericano.
Tal vez, el inicio de un nuevo ciclo político-ideológico en el siglo por venir dependa de una nueva izquierda no euro-céntrica que logre inventar un nuevo Socialismo Pluralista. Una izquierda no subordinada a centros de poder ni ha dictados ideológicos basados en manuales, desfiguraciones interesadas y peores traducciones. Una izquierda no demonizada, estigmatizada o criminalizada por los factores reales de poder. Cuando un Cardenal dice que Jesús no fue Socialista hay que decir, correcto…fue comunista. El cristianismo primitivo no es exactamente idéntico a lo que devino históricamente la teología política de la burocracia del Vaticano. Hay que saber diferenciar el trigo de la paja. Por esto, hay que prestarle atención a las maniobras conservadoras. Este asunto compete al Socialismo del siglo XXI… para romper de raíz con el Macartismo tropical y con el Macartismo teológico.