Las consecuencias de las intrincadas y tres primeras cruzadas de la edad media, en Europa, se caracterizaron por el esclarecimiento y la suma de celos de quienes habían de estar involucrados en aquellas faenas. Las cruzadas fueron las expediciones militares lanzadas por la cristiandad contra los musulmanes, para pretender consolidarse con tan significativa espiritualidad que era el orden ecuménico de aquellos designios. Los fanatismos religiosos, tal como sucede hoy día, inspirados por movimientos de gran magnitud colectiva de aquellas horas, se vieron enmendados y revueltas por nuevas y transformadoras decisiones, motivadas por la acción ineludible de la fe religiosa. Pero una cosa muy importante, que no puede despreciarse, fue la participación activa del pueblo, el cual, con arraigo europeo se había emancipado sobre un imperio ya ausente, no obstante, todo ese escenario de poder descansaba en los hombros del papado. La Patrística.
Ahora bien, en aquellos contextos donde existía la rivalidad sustentada en dogmas y principios cristianos, no dejaba de preocupar el peligro de los musulmanes, quienes se involucraban con las ambiciones dentro de los ámbitos económicos, políticos y militares. Toda esta tríada convulsionaba más el panorama en aquella sociedad donde las fuerzas e intereses se entremezclaban con elementos agregados, como los aportes comerciales, representados por los pisanos o genoveses. No deja de tener importancia cómo se llevó a cabo, sobre todo, la influencia militar impuesta por los francos en la contingencia de la tercera cruzada que, según la literatura, llegaron a imponerse de una forma resuelta. Todo este período fue bastante crítico, para la entonces denominada corona real de Jerusalén. Es bueno apuntalar que las cruzadas permitieron medir las distancias que los separaba espiritualmente en la edad media. La corona era anhelada por occidente.
En consecuencia, la conquista de Jerusalén se produjo en el año 1070 (Herthling. Historia de la Iglesia: 226), por los Seljúcidas. Todo esto se ha mantenido a través de la historia, pero pasando por diferentes formas de encuentros, e invasiones, dándoles, muchas veces, carácter netamente religioso, encubiertos los de índole político y económico. Es bueno resaltar, que los santos lugares de Palestina se mantenían incólumes en sus revelaciones, en especial, con sus peregrinaciones que habían florecido en los siglos IV y V. Pasadas todas estas aventuras y desventuras; Gregorio VII, en 1704, convocó a toda la cristiandad, incluyendo a los bizantinos, para hacer la guerra a los turcos Seljúcidas, quienes eran considerados un peligroso enemigo. No debe obviarse, que Constantinopla fue punto de concentración de los caballeros de distintos países. Estos caballeros fueron contrarrestados por un ejército de campesinos franceses. Desechos en Asia Menor.
En resumidas cuentas, la cruzada contra Constantinopla fue ejecutada por el Papa Inocencio III, de manera manifiesta, declarando esta acción bélica-religiosa. Estas beligerancias condujeron, muchas veces, a la muerte entre inocentes cristianos, dándoles más hegemonía a los papas, quienes nunca se tiñeron la sotana de sangre. Vale resaltar, que casi todos los caballeros procedían de Francia. Tales acontecimientos diseñaron un nuevo giro, beneficiando a toda la política oriental de Europa. La hegemonía del Adriático en conchupancia con Venecia, Bizancio y los normandos, era una completa rivalidad. Las últimas cruzadas recayeron en el emperador Federico II. Sin embargo, luego de reunir un ejército, se presentó una peste en el campamento, muriendo un gran número de caballeros contagiados. Se acabó la fiesta para estas contenciones, censurando a los papas por haber inducido a los cristianos en la guerra, en el contexto de las cruzadas.
¡Gracias por su atención!
Lee, que algo queda –dijo alguien por ahí-
FUENTES:
.- Pijoan, José (1982). Historia del mundo. Salvat editores. S.A. España. Pág. 52
.- Hertling, Ludwig (1996). Historia de la Iglesia. Duodécima edición. Editorial Herder S.A. Barcelona. Págs.230, 231, 2333, 234
.- Orlandis, José (1998). Historia de la Iglesia: I. La iglesia antigua y medieval. 8va. Edición. Ediciones Palabra. S.A. España. Pág. 361