¿Quién es
Antonio Gramsci?
Pocos personajes en
la historia reciente, no sólo de Italia, sino del mundo, han alcanzado
la dimensión humana, política e intelectual de Antonio Gramsci [22-01-1891
/ 27-04-1937]. No sólo fue un pensador, un filósofo, un sociólogo,
sino que la estatura moral y ética que acompaña a sus escritos están
íntimamente vinculados a una vida heroica, de sacrificio, de entrega
por la felicidad de su país. Aunque secuestrado por años en la cárcel,
su cerebro luminoso nunca dejó de funcionar, de trabajar, de producir,
de amar. Militante socialista, luego se encontró entre los fundadores
del Partido Comunista Italiano (PCI). En la prisión, donde murió,
fue sometido a todo tipo de vejámenes, pero por su tesón y su ardor,
las reflexiones y los análisis de la sociedad italiana y su contexto
histórico quedaron plasmados en sus “Cuadernos
de la Cárcel” [Cuaderni
del Carcere]. Su lado humano lo encontramos retratado en las epístolas
a su familia y a sus amigos personales y políticos, recogidas en un
volumen titulados “Cartas
de la Cárcel” [Lettere del
carcere].
Durante muchos años
Gramsci permaneció “sepultado” por el fascismo, por la guerra,
por la incomprensión. Inclusive dentro del propio PCI no era del todo
tolerado. Más bien se le consideraba, dentro del pensamiento marxista
imperante, una especie de “hereje”, por la novedad de sus planteamientos.
Sólo el colapso de la Unión Soviética permitió “reflotar” a
Gramsci. ¿Por qué? Por una razón muy especial: la teoría del consenso,
que consiste --palabras más, palabras menos—en que resulta materialmente
imposible construir una sociedad socialista mediante la imposición
de un sistema, desde adentro o desde afuera, si antes no se ha logrado
el asentimiento mayoritario de la población, es decir “negociando”
un consenso mediante mecanismos de persuasión cultural para conseguir
la hegemonía en el campo intelectual y moral.
El nuevo Bloque Histórico que emerge, debe estar impregnado de este carácter e inscrito dentro de esta teoría del consenso. Así lo expone el filósofo polaco Adam Schaff cuando señala lo siguiente:
“Mientras
que Marx subrayaba la importancia de las condiciones objetivas de la
revolución, Gramsci desarrolló, en un periodo posterior, aprovechando
la experiencia de la revolución soviética, la teoría del consenso
como teoría subjetiva de la revolución socialista. Sin el acuerdo
de la sociedad, no se puede realizar con éxito la revolución ni mucho
menos verificar el dominio de la clase obrera como hegemonía moral
y política (y no como imposición violenta). Este consenso debe lograrse
mediante el trabajo ideológico. De ahí el importantísimo papel que
Gramsci atribuye a la intelectualidad en su teoría de la revolución
socialista".
En Venezuela hemos
optado por aplicar la teoría del consenso, desechando por todo tipo
de imposición. Durante años hemos tratado de convencer a la población
de la justeza de nuestra causa y el pueblo ha respondido, en 9 procesos
electorales consecutivos, dándonos la razón, apoyándonos, señalándonos
el camino. La última consulta electoral fue decisiva, cuando el presidente
Chávez planteó al electorado la opción de la vía socialista y el
resultado fue la aprobación mayoritaria de nuestro pueblo.
En la etapa crucial
en que se encuentra Venezuela, es buena la ocasión para dotar a nuestro
movimiento en ciernes, de instrumentos metodológicos para poder entender
la realidad de nuestro país. Por eso el empeño del presidente Chávez
en su clase magistral en el Teatro Teresa Carreño la noche del 22-06-2007.
He estudiado a Gramsci y he expuesto en muchos ambientes sus ideas,
pero tengo que reconocer, a riesgo de parecer lisonjero, que esa intervención
fue realmente muy esclarecedora.
Pero antes de esta incursión presidencial por las ideas de Gramsci, señalaba el 02-06-2007, ante cientos de miles de personas congregadas en la Avenida Bolívar, lo siguiente:
“Por eso,
es que voy a valerme del pensamiento, de algunas de las ideas de ese
gran pensador revolucionario italiano, Antonio Gramsci, para hacer una
reflexión sobre el momento que estamos viviendo”.
“Una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay algo que está
muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo hay algo que está
naciendo pero tampoco termina de nacer“.
“En el tiempo y en espacio donde esto ocurre, ahí se presenta una
auténtica crisis orgánica, crisis histórica, crisis total”.
“Aquí en Venezuela no lo olvidemos, desde hace varios años estamos
en una verdadera crisis orgánica, una verdadera crisis gramsciana,
una crisis histórica. Lo que está muriendo se niega a morir y todavía
no termina de morir y lo que está naciendo tampoco ha terminado de
nacer”. “Estamos en el epicentro de la crisis, buena parte de los
años por venir formarán parte de esa crisis histórica hasta que no
muera definitivamente la IV República y nazca plenamente la V, la República
socialista y bolivariana de Venezuela”.
¿Por qué estudiar
a Gramsci?
Podemos aproximarnos
por la vía de su ejemplo vital, a dar una somera explicación, para
poder entender lo que es el poder y el ejercicio del mismo. Primero
hay que estudiar el concepto de Estado, teniendo en cuenta que cuando
hizo ese análisis sobre la realidad italiana, no sólo tuvo en cuenta
su estructura económica y la influencia que ejercía sobre la sociedad
en su conjunto, sino que además servía de correa de transmisión de
la ideología dominante de todo aquello que acontecía en la relación
entre la estructura y la superestructura. A este concepto, Gramsci le
dedica mucho espacio en sus estudios para explicarlo, por la influencia
que ejercía en las tareas desempeñadas por las fuerzas políticas
que luchaban por la transformación de esa sociedad.
Una filosofía que
se empeña en la praxis, en la tolerancia, en el consenso, en la persuasión
ha dado buenos resultados en nuestro país y de allí que se haga obligatorio
para nuestros compatriotas estar armados ideológicamente para las eventualidades
que están por venir.
El Estado, lejos de
ser opresor como en el sistema capitalista, según Gramsci, se convierte
en “educador”, en instrumento de “unidad intelectual y moral”,
como complejo de relaciones sociales a través de las cuales no sólo
se domina sino también se dirige a la sociedad, integrando a los gobernados
en un consenso de valores universales. Es bajo esta dirección ética
y cultural que, en el marco de un desarrollo en donde las relaciones
sociales y económicas se constituyen en un “bloque histórico”,
allí se encuentran orgánicamente la estructura y la superestructura,
unificada por una “voluntad colectiva”.
Bloque Histórico,
sistema, estructura y superestructura
El presidente Chávez
insistió mucho en el concepto de Bloque Histórico, y vamos a tratar
de hacer una sucinta explicación para ir adentrándonos en el contenido
del concepto: En una época histórica determinada se conjuga la existencia
de una estructura (que es un sistema) que genera una superestructura.
Entre ambas se establece una ligazón, que las mantiene unidas, en permanente
interrelación. Estas categorías sólo pueden funcionar dentro de un
contexto determinado, que es lo que se denomina Bloque Histórico, que
basado en una situación histórica determinada en constante evolución
permite a su vez que también lo hagan la estructura y la superestructura.
Para que un Bloque
Histórico sea viable, tiene que funcionar dentro y con un sistema,
entendido éste por un conjunto de elementos que se unen entre sí armónicamente
para alcanzar un fin determinado. Un sistema no es la mera suma de elementos,
sino que este es posible sólo cuando los elementos constitutivos lo
hacen a través de una serie de interrelaciones simultáneas en la diversidad,
pero guardando cierta sincronía. El sistema genera a su vez manifestaciones
ideológicas que permiten el control de las clases dominantes (que son
la minoría) sobre las clases dominadas (que son la mayoría).
El sistema económico-social,
como ya lo hemos dicho genera su superestructura, en la que se ubica
la ideología, y este el secreto de la hegemonía. Pongamos un ejemplo:
Un automóvil es un sistema de partes interconectadas entre sí que
permiten que esta armazón funcione, que pueda rodar. Al rodar, se le
da un uso, bien sea para el placer o para desarrollar actividades económicas
productivas. Siendo el automóvil un conjunto de partes, éstas a su
vez constituyen un sistema también, como es el caso del carburador,
que está formado por otras pequeñas piezas que hacen posible su funcionamiento,
o el motor, o la caja de velocidades. Entre el carburador, el motor,
la caja de velocidades y demás elementos se establecen relaciones armónicas
que se interconectan por un sistema eléctrico o de refrigeración.
En resumen, un automóvil es un sistema de sistemas, como lo es el cuerpo
humano, como lo es la sociedad, como lo es una estructura.
Llega un momento en
que el sistema se va desgastando, sea éste mecánico, biológico, económico
o social. Es decir, se produce una crisis dentro de los órganos, de
los elementos constitutivos, es lo que Gramsci denomina una “crisis
orgánica”, que se evidencia en una relajación de los vínculos entre
la estructura y la superestructura, llegando al momento extremo en que
el sistema colapsa, hace crisis. La manifestación más evidente es
que se va produciendo una ruptura ideológica, ya que el sistema no
puede seguir generando los elementos que le permite mantener su hegemonía,
su control. Quienes en una sociedad tienen el papel de ser transmisores
de la ideología son los intelectuales, que recuperan su papel histórico
y no siguen representando más a las clases dominantes.
El concepto gramsciano
de bloque histórico presupone la existencia de una íntima interacción
entre la base (estructura) y la superestructura. Aquí entran en juego
otras consideraciones muy subjetivas, que las toma Gramsci de la filosofía
de Benedetto Croce, en la cual los fenómenos culturales y espirituales
tienen una gran importancia en la sociedad. Los marxistas “puros”
no encuentran esta concepción adecuada, porque Marx, hace depender
la superestructura de las relaciones de producción. Gramsci lo que
hace es invertir esta relación del bloque social, por lo que la economía,
al contrario de Marx y Engels, deja de tener un papel fundamental, pues
ya no se privilegia la estructura y en cambio piensa que la superestructura
política, institucional, cultural no es sino una consecuencia del basamento
histórico.
Como lo explicaba el presidente Chávez en su discurso del 02 de junio:
“…la
superestructura tiene dos niveles: uno, la sociedad política y el otro
la sociedad civil, la sociedad política
[son] las instituciones del Estado, las instituciones del gobierno,
las instituciones políticas pues; y la sociedad civil el otro nivel
de la superestructura del bloque dominante es la llamada sociedad civil.
La sociedad civil según Gramsci es un complejo conjunto de instituciones,
instituciones económicas de organismos o instituciones comúnmente
llamadas privadas, […] a través de las cuales
[…] esas instituciones, organismos privados, la clase dominante hegemónica
puede difundir, extender y colocar en todos los planos de la vida su
ideología, la ideología de la clase dominante y aquí llegamos a la
realidad venezolana de hoy. Una de las grandes contradicciones que hoy
tenemos en Venezuela esta precisamente allí, entre la sociedad política,
el Estado que ha venido experimentado un proceso de transformación
y de liberación […] y una llamada sociedad civil de instituciones
comúnmente privadas que ya no controlan el Estado porque para que el
bloque histórico en este caso me estoy refiriendo al bloque
histórico del pasado, al bloque histórico que la clase dominante en
Venezuela fue capaz de estructurar con el nombre del pacto de Punto
Fijo, un pacto de la clase dominante.”
Antonio Gramsci define al bloque histórico como aquel constituido por dos esferas, siendo que a un cierto modo de producción corresponde una estructura social determinada en la que domina una clase fundamental. Será esta clase quien desarrollará progresivamente --y por medio de la especialización de sus actividades-- una superestructura diferenciada que le brindará tanto homogeneidad hacia su interior y conciencia de su propia función como la dirección política –-o hegemonía-- sobre las otras clases.
Esta dirección de la sociedad es ejercida por una capa que se encuentra
orgánicamente ligada a la clase dirigente: los intelectuales orgánicos.
Elaborando la ideología de la clase dominante y transformándola en
una concepción del mundo que impregna a todo el cuerpo social, los
intelectuales orgánicos conforman y administran el complejo superestructural
estableciendo una ligazón del mismo con la estructura; constituyendo
de esta manera al bloque histórico.
Gramsci recordó la
afirmación de Engels de que la economía es sólo en «última
instancia» el resorte de la
historia. Marx sostiene que es en el terreno de las ideologías donde
los hombres toman conciencia de los acontecimientos que suceden en el
mundo de la economía. Sin embargo “al
decir esto ¿no afirmamos la necesidad y la validez de las
“apariencias?”, entendido
el término “apariencia” como la afirmación de la caducidad de
todo sistema ideológico.
Sin ser un pacifista
a ultranza, Gramsci cree que la toma violenta del poder es una visión
errónea que puede conducir al fracaso. La lucha de clases no necesariamente
es un encuentro frontal entre los capitalistas y los trabajadores, en
la misma es aconsejable una suerte de cooperación con otras fuerzas
sociales que pudieran en determinado momento coincidir en sus planteamientos
con los de los trabajadores.
Las crisis de
los sistemas
Dentro de un sistema
en decadencia, se produce una lucha interna por la supervivencia. Si
es un sistema mecánico, como el automóvil, el cuerpo humano o la estructura
económico-social, las diferentes piezas se van a encontrar con problemas
que tienen que afrontar en común, pero al ser la crisis inevitable,
se arriba a la etapa culminante: la entropía. La entropía es el caos,
el desorden, el fin, la muerte.
Las crisis no son todas
orgánicas. Son como las enfermedades en el cuerpo humano que se pueden
superar con un adecuado tratamiento. En un sistema económico-social
dado, se requiere una ruptura, pero de tal magnitud que sea [como también
se llama], epistemológica; es decir que se sumerja en las raíces,
en la base, en los fundamentos.
Sólo la unión estrecha
entre los integrantes de las clases dominadas, las clases subalternas,
podrá permitir la creación de un sistema hegemónico, que presupone
una ruptura que arrastre a las clases dominantes (la burguesía) para
así tomar el lugar que éstas detentan dentro del sistema. La lucha
de clases, el enfrentamiento entre la burguesía y la clase obrera,
entre los ricos y los pobres, entre los que todo lo tienen y los que
poco o nada tienen, es una crisis orgánica.
Según Gramsci, la
ruptura que se produce entre la estructura y la superestructura, es
como ya hemos dicho, una crisis orgánica. Esta crisis es una lucha
entre las pretensiones de los desposeídos y los ricos. Esta crisis
se manifiesta entre la resistencia de lo viejo por extinguirse y la
lucha de lo nuevo por emerger, por brotar, por salir a la superficie.
En palabras de Gramsci: “La
crisis consiste en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo”.
Cuando un sistema deja
de cumplir los objetivos para los cuales fue creado confronta problemas:
si un automóvil sufre un accidente, o una persona se enferma, o la
estructura de un edificio cede, entonces se produce una crisis. Cuando
la clase dirigente ya no cumple su función, que se manifiesta en el
ámbito económico y cultural, entonces se produce una ruptura y la
ideología que sustenta al sistema y permite la hegemonía, se pierde.
El fin del Bloque
Histórico
Sólo es posible cuando
la crisis es de tal magnitud que se convierte en crisis orgánica, o
lo que es lo mismo, las clases dominantes ya no están en capacidad
de ejercer la hegemonía, los de abajo se dan cuenta de las debilidades
de sus tiranos y comienzan a “perderle el respeto”, los ricos ya
no están en capacidad de hacerse obedecer, como ocurrió en el “Caracazo”.
Gramsci la denomina “crisis de autoridad”, por ende es un fenómeno
atribuible sólo a quienes ejercen el dominio, la hegemonía.
La crisis de autoridad
necesita la conjugación de dos eventos: uno es el estallido de una
situación que genera un vendaval político, como el “Caracazo”
(27, 28 y días siguientes, en febrero de 1989), o la sublevación del
4 de febrero de 1.992, que permite pasar de la inactividad a la actividad;
y el otro evento es la derrota del bloque histórico en una situación
política determinada, como fueron las elecciones del 6 de diciembre
de 1.998. En otras palabras, se pasa de un salto cualitativo a un salto
cuantitativo, de eventos o sacudones insurreccionales y de derrotas
políticas a una nueva etapa, que es el camino a la revolución. Se
pueden hacer consideraciones y especulaciones en torno a la teoría
gramsciana, pero creo que esta sería la interpretación adecuada para
la situación de Venezuela.
¿Todas las crisis
conducen a una revolución? Por supuesto que no, pero todas guardan
en su seno el germen que tarde o temprano destruirá el sistema. Las
clases dirigentes tienen amplia capacidad de maniobra y tienen la plena
conciencia de su papel histórico para usar los instrumentos que tienen
a la mano para conjurarlas. Por ejemplo, Carlos Andrés Pérez y su
equipo sortearon por un tiempo la crisis del “Caracazo”: usaron
todos los resortes del poder, recurrieron a sus intelectuales, a las
leyes, a la convicción, a la coacción y la coerción. En fin, pudieron
por un tiempo recomponer a la sociedad civil. En el caso del “Caracazo”
no existía un liderazgo, de manera que ese gobierno y las clases dominantes
que lo apoyaban pudieron hacer cambiar algunas cosas, para que todo
siguiera igual.
Las crisis son impredecibles.
No tienen un comienzo ni un fin determinado y pueden evolucionar e involucionar
de acuerdo a las condiciones objetivas y subjetivas.
BIBLIOGRAFIA
Sobre Gramsci:
- Robert Maggiori y Dominique Grisoni, “Leer a Gramsci”, Editorial Zero, Madrid 1974
- María Antonietta Macciocchi, Gramsci y la revolución en Occidente, México 1976
- Hugues Portelli, “Gramsci y el bloque histórico”, Siglo XXI Editores, 1973
De Gramsci:
- “El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce”, Ediciones Visor, Buenos Aires 1971
- “Lettere dal carcere” (1947)
- “Gli intellettuali e l'organizazione della cultura (1949)
- “Letteratura e vita nazionale” (1950)
- “Passato e presente” (1951)
- “L’Ordine Nuevo” (1954)
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