Después de la dedicación expresada por el pueblo venezolano de no aprobar la reforma el pasado 2 de diciembre, la dialéctica venezolana nos sumergió en un proceso de reflexión interna y externa del acontecer político nacional.
En este contexto, el máximo líder del proceso revolucionario en sus frecuentes intervenciones públicas ha expresado algunas reflexiones que han creado cierto estupor dentro del ceno de las filas revolucionarias. Nos referimos a frases como la de establecer alianzas con los empresarios nacionalistas, buscar aliados en la clase media, etc. Ideas que revientan con la lógica del marxismo ortodoxo.
Una de las principales lecciones que nos evidenció -desde mi perspectiva- la experiencia del 2 de diciembre, es que no podemos hacer la revolución excluyendo a los distintos sectores sociales. Es pertinente recordar que desde el desenvolvimiento de la humanidad no ha existido ninguna etapa pura, siempre en el ceno de una determinada estructura social convivían relaciones antagónicas a esta, que dieron paso al desarrollo de una nueva organización de la sociedad. Incluso hoy en día, en un mundo capitalista, podemos evidenciar rasgos del esclavismo en distintas partes del orbe. No por ello el capitalismo ha dejado de ser capitalismo. Son Precisamente estas contradicciones las que impulsan la creación de un nuevo orden socialista-bolivariano en el caso venezolano. El cual seguramente tendrá sus contradicciones también que lo hará cambiar.
No podemos perder de vista que el marxismo es una ciencia que establece una estrecha relación entre la teoría revolucionaria y la practica, la practica revolucionaria que permite transformar la realidad. Esta es la característica fundamental del marxismo, la cual lo diferencia de las demás disciplinas filosóficas, y políticas que solo se proponen entender los fenómenos mundiales sin lograr trasformarlos, sin concebirlos.
El sectarismo que se desenvuelve en el seno de las filas revolucionarias es nuestro principal enemigo, precisamente esa conducta aunada a otros factores implicaron la exclusión de pequeños partidos de izquierda, integrantes de la clase media, en fin de ciertos sectores sociales que demandaba la participación en la coyuntura del pasado 2 de diciembre. No se puede ser más marxista que Marx, es momento de sumar y no dividir, de convencer, saber llevarle el socialismo a las masas, no de fragmentarnos y ponerle papita la cosa al imperio. Es pertinente reconocer que hemos avanzado al lograr que 4 millones trescientos ochenta mil compatriotas votaran por el socialismo, cuando en años anteriores esa cifra era mínima.
Debemos avanzar en la profundización de los cambios por una Venezuela libre de injusticias, donde los oprimidos dejen de ser oprimidos, donde la felicidad colectiva sea el lema fundamental de nuestro socialismo bolivariano.
Hay que recordar el papel del Estado en la planificación de una economía socialista. Aquellos sectores sociales (clase media, empresarios) considerados nefastos por el marxismo ortodoxo estarán enmarcados dentro de la política socialistas-bolivariana que impulsa el gobierno, todo lo que se salga de ese ámbito, será papel del Estado Socialista apretar los tornillos necesarios para que no estorbe el desarrollo de la política impulsada. Si somos más gente la que impulsa el barco al mismo sentido, más velocidad alcanzará este.
Cuando logremos dejar de lado los manuales ortodoxos (que son de vital importancia conocerlos y estudiarlos) estaremos re-impulsando este proceso revolucionario. El fuete de la contrarrevolución es necesario para nunca olvidar la estrecha relación que debemos mantener entre la teoría y la práctica. La dinámica de los procesos nos lleva a estar en constante revisión de la relación teoría-practica, para no ceder espacios a los viejos vicios de la IV, y nunca darle la espalda al pueblo.
El autor es
Estudiante de Economía (Tesista) y miembro de la Asociación Bolivariana de Economistas Socialistas. Su email es
Eliocz21@gmail.com