“El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo contra la enajenación. Si el comunismo pasa por alto los hechos de conciencia, podrá ser un método de repartición, pero deja de ser una moral revolucionaría”. Ernesto Che Guevara.
Al hablar de socialismo, se evoca automáticamente las condiciones materiales sobre la que debe sustentarse este proceso, vale decir, la propiedad social de los medios de producción, la erradicación del trabajo asalariado, la distribución equitativa del producto social expresado en bienes y servicios, la supresión de las diferencias de clase y el sometimiento de la minoría a la mayoría. De eso no hay dudas.
Difícil es asociar el socialismo a aspectos no materiales, a ideas que respondan inmediatamente al nuevo proceso de transformación social. En este punto si se plantean grandes dificultades.
Las condiciones materiales se pueden transformar más o menos rápidamente, no sucede así con las ideas y las actitudes que por años han sido plantadas en nuestras cabezas, entre otras cosas porque los vicios del pasado se trasladan al presente en la conciencia del individuo.
¿Como lograr transformar las antiguas concepciones surgidas en el capitalismo, por otras que sustenten el socialismo? Necesariamente, estimulando una nueva conciencia en donde la moral adquiera características nuevas, revolucionarias acordes con los nuevos tiempos que estamos viviendo.
Esta nueva conciencia y en consecuencia esta nueva moral, debe ir estructurándose dentro de un proceso de aprendizaje que marche a la par con los cambios estructurales. Para esto es importante traer al lado de los cambios revolucionarios todo el proceso de enseñanza tanto formal como informal.
Toda la Patria Una Escuela.
Socialismo en la educación
Todos conocemos el papel socializador de la escuela en los individuos. Desde sus inicios ésta surgió como apoyo al proceso de formación capitalista, como entrenamiento para la incorporación al proceso productivo, y una vez extendido y refinado este mecanismo, se perfeccionó hasta convertirse en proceso ideológico en donde se impuso como “natural” los valores y creencias del modo capitalista de vida entre los ciudadanos.
El dinero como lazo fundamental dentro de las relaciones interpersonales y sus derivados, pululan como consecuencias lógicas de este parcelamiento: el interés mercantil, el individualismo, la ganancia monetaria como retribución de cualquier actividad, la competencia, el consumismo, el arribismo, la traición, concepciones todas sobre las que se sustenta la vieja sociedad del capital.
Es de vital importancia educar para vivir dentro de patrones distintos al individualismo capitalista y sus relaciones de mercancía-dinero como valores fundamentales para la interacción social.
La solidaridad, la equidad, la cooperación, el desarrollo de las potencialidades del ser humano como creador y centro del universo, deben ser los nuevos valores que se impartan en la escuela, a fin de que toda la educación funcione en pro del desarrollo social e individual
Al mismo tiempo debemos promover desde dentro de la familia, el desarrollo de una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas, donde el ser humano sea el elemento fundamental para el anclaje dentro de la sociedad. Dentro de este marco, adquiere significación lo indicado por el CHE: “La sociedad en su conjunto debe convertirse en una gigantesca escuela”.
La familia dentro de este proceso formativo debe inculcar en el individuo como parte integral del conjunto social, el respeto al prójimo, el apoyo, la conciencia del cumplimiento del deber, como los únicos premios validos en la actuación de los hombres, a fin de que se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad.
La nueva formación debe ir orientada a estimular la conciencia social, el compromiso con los cambios revolucionarios y transcendentales, a la par de una formación en la solidaridad, la equidad, la emulación y la participación en el trabajo colectivo y voluntario. Sin ello todo esfuerzo en la construcción socialista se alejaría del involucramiento de la actividad del pueblo.
Socialismo en el trabajo.
Hay que hacer todo lo posible para otorgarle al trabajo un nuevo carácter social, alejado de la presión económica que le reviste actualmente. Al pasar a formar parte de la sociedad los medios de producción, aquel debe convertirse en el lugar donde se ejercita el deber social, donde la cuota individual que se entrega, forma parte del conjunto de esfuerzos colectivos para el bien y disfrute común y la realización individual.
La competencia individual, como esfuerzo in crescendo y colosal, para obtener como recompensa una minima gratificación en dinero, que en muchos casos ni siquiera sirve para la reproducción del trabajador, debe ser sustituida por la colaboración, la emulación, lo que estimula en el individuo el conocimiento de las propias capacidades y del valor del esfuerzo colectivo.
El trabajo debe ser el lugar donde se incorporen los nuevos estímulos morales y la conciencia en el cumplimiento del deber social, como motores principales de la labor productiva. Estos en conjunción con el trabajo voluntario se manifiestan en la práctica, como creadores y re-creadores del ser individual y colectivo del trabajador.
El socialismo, debe ser ante todo un hecho educativo. En donde se va aprendiendo un nuevo modo de hacer, pero al mismo tiempo las ideas en torno a ese hacer novedoso, deben dirigirse a un derrotero distinto al mercantil, en el que los estímulos materiales, el individualismo, la competencia, la explotación y el arribismo pierdan su potencia como motores frente al hecho indiscutible de la construcción de una nueva sociedad con acento en el hombre.
Debemos recuperar para el trabajador las condiciones que le permitan reproducirse, no como trabajador sino como ser humano, con potencialidades y capacidades propias, y al mismo tiempo desmontar los estímulos materiales promoviendo la construcción de los estímulos morales que dirijan su actividad productiva y su sistema de relaciones sociales.
La construcción del socialismo se basa en la entrega de todo, en la satisfacción del deber cumplido, sin esperar ninguna retribución material a cambio.
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