Gracias a Hugo
Chávez, la población venezolana y gran parte de nuestra América ha
visto en el socialismo la alternativa de redención y justicia social
que eliminaría todas las desigualdades e injusticias, las mismas que se
han mantenido incólumes desde los días iniciales de la Independencia.
Esto ha ayudado a revitalizar el marco teórico del socialismo bajo
nuevos parámetros, los cuales -sin duda- tendrán enormes repercusiones
en la vida política, social, cultural y económica de todo el
continente, aun cuando tal revitalización pasa por cuestionar el
andamiaje montado por los escolásticos soviéticos sobre los aportes
ideológicos de Carlos Marx, Federico Engels y Vladímir Ulianov “Lenin”
y sopesarlos de acuerdo a las realidades actuales del capitalismo y del
mundo.
Sin embargo, tras nueve años de gobierno chavista,
comienza a generarse un serio cuestionamiento respecto al
comportamiento de quienes, aureolados por el poder detentado a la
sombra de Chávez, sólo han cambiado sus estándares de vida, sin que
ello represente en modo alguno la concreción de ningún socialismo.
De hecho, se habla de una corriente caudillista que pretende imponer a
parientes como candidatos a cargos de elección popular y avasallar a
aquellos que no comparten sus lineamientos, execrándolos como
contrarrevolucionarios, a pesar de su comprobada trayectoria
revolucionaria. Todo ello, amparándose en una aparente toma de
decisiones de las bases militantes que se expresa en una abierta
manipulación y un clientelismo político, sustentados en el ofrecimiento
de prebendas y dinero a los dirigentes medios, a fin de obtener las
postulaciones requeridas, especialmente en el Partido Socialista Unido
de Venezuela (PSUV), en este año electoral.
Todo esto le ha
abierto posibilidades a los grupos opositores al proceso bolivariano,
quienes -desde ya- están explotando los puntos débiles del chavismo con
la finalidad de capitalizar el descontento de muchos chavistas ante la
ineficiencia, la ineficacia, el nepotismo, la corrupción y el
nuevoriquismo exhibidos por la clase dirigente, no obstante su
proclamada adhesión al socialismo y a la revolución.
Frente
a ello, los revolucionarios chocan contra una pared que es reforzada
por el mismo Chávez al mantener junto a sí liderazgos de papel que
únicamente se sostienen por la lealtad popular y que, de no ser así,
caerían inmediatamente en el vacío, como ya ha ocurrido con algunos
cuantos seguidores del Presidente.
Por eso mismo, algunas
individualidades y grupos revolucionarios y progresistas están
debatiendo la realidad creada en Venezuela por quienes se sumaron al
proyecto revolucionario encabezado por Chávez, pero sin abandonar sus
malos hábitos reformistas, ya que una gran porción de estos últimos
fueron adoctrinados durante décadas por los partidos tradicionales de
AD y COPEI; siendo evidentes las contradicciones entre el discurso y la
práctica, especialmente en el ámbito institucional, no obstante las
camisas rojas y el mote de socialistas adoptado.
Estos malos
hábitos “revolucionarios” representan la mayor amenaza contra la
continuidad y profundización del proceso revolucionario venezolano. De
hecho, tuvo una significativa responsabilidad en la derrota sufrida por
la propuesta de reforma constitucional lanzada por Chávez y en las
diferentes dificultades que padecen los sectores populares para ejercer
la democracia participativa y protagónica, como un paso necesario y
vital para lograr el cambio estructural que demanda toda revolución
verdadera.
No obstante, hay algunas vías que pudieran revertir toda esta situación. Una
de ellas es la insurgencia democrática de las bases chavistas en contra
de las manipulaciones e imposiciones de las capas dirigentes
reformistas, la cual podría tener su primera manifestación en
la escogencia de verdaderos líderes revolucionarios a los distintos
cargos de elección popular, incluso, por encima de las líneas y
conveniencias partidistas. Otra sería preparar el escenario para que el
pueblo sea el actor social que requiere este proceso revolucionario,
conscientemente formado en lo que es el socialismo y dispuesto a
defender a ultranza sus conquistas políticas, sociales, culturales y
económicas. De lo contrario, sería el principio del fin de dicho
proceso.
*Especial para Argenpress.info