Este Fetichismo produce también como resultado, relaciones sociales verdaderamente deshumanizadas, que personalmente me atrevo a calificar como relaciones de “segundo grado”, pues las cosas se convierten en protagonistas de la vida, se interponen entre las personas y termina por instaurarse un aparente vínculo directo entre éstas, ya no entre los seres humanos. En este orden, los sujetos son “socialmente valorados” como objetos y éstos últimos asumen el valor de las personas; de modo que “el sistema capitalista banaliza e invisibiliza el hecho histórico fundamental de que los bienes materiales son obras humanas”, que su razón esencial de existencia es satisfacer las necesidades de la sociedad, en vez de enloquecerla.
Es así como observamos que el poder, importancia e influencia de una persona dentro de la lúgubre Sociedad Burguesa no se basa en sus cualidades intrínsecas como individuo de la especie humana (inteligencia, ética, sensibilidad, etc.), sino en su posición dentro de las relaciones de producción, es decir, si es un humilde asalariado o si se trata de un renombrado propietario de medios de producción (empresas, bancos, tierras, etc.) Es dicha posición la que determina el valor de la “Colección” de bienes, mercancías y objetos (inclusive personas) que son de su propiedad y que desbordan alucinantemente el Fetichismo de miembros de todas las clases sociales y corrientes ideológicas. Como mensaje para los revolucionarios a los que no nos seduce nada material, recurro nuevamente a una frase de Marx, quien con su verbo mordaz y universal nos alertó sobre otros potentes “Fetiches” (medios de seducción) de los cuales el Capitalismo también se vale para intentar deshilachar las fibras más íntimas del hombre revolucionario: “De la Burguesía, el Vino y sus Mujeres”.
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(*) Abogado Constitucionalista y Penalista. Profesor Universitario.