El ejército soviético invadió Checoslovaquia
Hace 40 años el mundo se sacudió con las insurrecciones de masas y los vientos de libertad, cuya máxima expresión fue el Mayo francés (véase El Socialista Nº 100 al 102). En Checoslovaquia, la movilización contra la dictadura de la burocracia del Partido Comunista fue aplastada en agosto de 1968.
Los tanques rusos entran en Praga. La juventud checa discute con los tanquistas
En octubre de 1967 fue violentamente reprimido un reclamo de estudiantes universitarios por luz y calefacción, con un saldo de 12 heridos. El aparato totalitario del Partido Comunista que gobernaba el país se sacudió (véase recuadro).
En enero del ´68, la cúpula burocrática destituyó al dictador Novotny y nombró a un dirigente más flexible y prestigiado, Alexander Dubcek. En marzo, estalló una lucha interna dentro del partido, que se transformó en escándalo, cuando un alto jerarca que había sido ministro de Defensa, se pasó a los yanquis, vendiéndoles secretos militares. Esto fortaleció al ala “liberal” de la burocracia, que para no perder el control comenzó a dar concesiones en el terreno de las libertades. Se iniciaba la “primavera”…
Un proceso de revolución política
Esa conquista de libertades permitía a obreros y estudiantes informarse, discutir, polemizar, cuestionar. Todo eso era desconocido en la “república popular”. Los sectores burocráticos (algunos ligados al imperialismo) que intentaron ponerse al frente de la situación iban siendo desbordados. Un movimiento indefinido aún, pero masivo, permitía que avanzara la clase obrera checoslovaca y se planteara barrer a la burocracia y a los parásitos procapitalistas engendrados por ella misma. Desde Moscú, los jefes máximos del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética), no estaban dispuestos a correr ningún riesgo. Desde los cincuenta habían instalado la “desestalinización”, pero la represión a Hungría en 1956 había mostrado que no permitirían rebeliones contra su dictadura.
La invasión
Breznev, secretario general del PCUS, inició conversaciones con Dubcek. A ambos les preocupaba el proceso de movilización obrera y estudiantil. A pesar de las promesas de la cúpula checa de que echarían atrás las reformas democráticas, Breznev no se confió. El 21 de agosto, medio millón de soldados rusos comenzaron la ocupación de Checoslovaquia. La resistencia de la población ante los invasores fue heroica. El 23 hubo una huelga general con acatamiento masivo. Durante semanas se sucedieron cotidianamente los enfrentamientos callejeros, así como los actos de sabotaje. Y, ante el terror de los burócratas, hubo casos de confraternización entre invadidos e invasores. Ese Ejército Rojo, apenas 25 años antes, había aplastado al nazismo. Rápidamente, fue detenida la mayoría del Comité Central checo (que había repudiado la invasión con sólo siete votos en contra sobre un total de 110). Dubcek fue trasladado a Rusia. Luego de aplastada la resistencia, volvió a Checoslovaquia para darle cierta legalidad al gobierno títere implantado por los invasores, hasta que fue desplazado dos años después.
No hay socialismo sin libertades y bienestar
La represión a la Primavera de Praga fue ampliamente repudiada. Incluso por algunos de los más importantes Partidos Comunistas, como el francés y el italiano. Fidel Castro por el contrario, apoyó a los invasores. La crisis de los burócratas encaramados al poder en la Unión Soviética se fue agudizando cada vez más. Aterrorizados ante esas expresiones de la revolución política y el ascenso de las masas en el mundo, una vez más optaron por pactar y ceder ante el imperialismo, como lo había hecho Stalin en la Segunda Guerra.
De la mano de los burócratas, los gobiernos de Hungría, Checoslovaquia y otros países de Europa Central, fueron poniendo en marcha “reformas” cada vez más procapitalistas y endeudándose con el imperialismo. Al mismo tiempo, el nivel de vida de sus pueblos empeoraba paulatinamente. Desde la asunción de Gorbachov en la URSS y su mentira de “más socialismo y más democracia”, la restauración capitalista fue desplegando cada vez más sus alas sobre los estados obreros dominados por los burócratas.
En 1989 una vez más el pueblo de Checoslovaquia se movilizó contra la burocracia gobernante, y logró acabar con la dictadura del partido único, en una revolución política y democrática triunfante. Pero no existía una alternativa revolucionaria y las ilusiones en el capitalismo habían calado hondo en los sentimientos de un pueblo cansado de las mentiras y de un falso “socialismo real” que no tenía ni bienestar ni libertad. La restauración siguió avanzando. Décadas de escasez y represión habían ido alejando a esos pueblos de un verdadero socialismo, como aquél que defendían y comenzaron a desarrollar Lenin y Trotsky en la URSS en sus primeros años. Se retrocedió de las conquistas iniciales. Hoy día hay dos pequeñas repúblicas, ambas semicolonias del imperialismo, Checa y Eslovaquia. La lucha por un auténtico socialismo con bienestar y democracia obrera, por el cual se habían levantado en 1968 los obreros y estudiantes checoslovacos, sigue planteada.
Los crímenes de la burocracia: De la República Popular a la restauración capitalista
En 1945 finalizó la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas del Ejército Rojo ocuparon Berlín, la capital del Tercer Reich alemán. Culminaba un avance comenzado en febrero del 43 cuando Hitler fue derrotado en Stalingrado.
El Ejército Rojo ocupaba prácticamente toda Europa del Este. El dictador que dominaba la URSS, José Stalin, pactó en Yalta y Postdam con los imperialistas yanquis e ingleses que respetaría la propiedad privada capitalista en sus “zonas de influencia”. Pero la presión provocada por la clase obrera y los sectores populares de esos países destruidos por la guerra, combinados con las necesidades propias de la burocracia soviética para su defensa, le abrió paso a la expropiación de la burguesía y al surgimiento de las nuevas “republicas populares”. En febrero de 1948, fue expulsada del gobierno la representación de la burguesía, en medio de una huelga general en Praga. Surgió lo que la Cuarta Internacional y Nahuel Moreno definieron como “un estado obrero burocratizado”. Se instaló la propiedad estatal de las fábricas, los bancos, las tierras y el comercio exterior, y se abrió un período de mejoramiento en el nivel de vida de esos pueblos. Pero con un régimen dictatorial totalmente subordinado a la burocracia contrarrevolucionaria del Kremlin. Nacía el llamado “socialismo real”, formado por la URSS y los países de Europa central, todos dominados por el estalinismo. Del lado del imperialismo, el primer ministro inglés Churchill los bautizó la “cortina de hierro”.
En los cincuenta hubo levantamientos contra la burocracia. Primero en Berlín Este, en 1953, y luego en Polonia y la gran insurrección húngara, en 1955-56. Eran las primeras experiencias, derrotadas, de lo que Trotsky denominó en la década del 30 la “revolución política” contra la burocracia. En 1968 se sumó Checoslovaquia. Luego en los 70 se retomó la lucha en Polonia con el sindicato Solidaridad, que fue definitivamente aplastada en 1980 por Jaruselsky. Tanto en la URSS como en los países de Europa del Este y Yugoslavia, la burocracia, en su afán por defenderse de la rebelión de las masas, fue entregándose cada vez más a la penetración del imperialismo.
En 1989 una ola generalizada de luchas conmovió a todos los estados obreros burocráticos. A pesar de ser derrotada en junio de 1989 en Pekín, con la masacre de la Plaza de Tiananmen, la movilización acabó con las dictaduras burocráticas de los partidos comunistas en toda Europa Central. Esta vez la revolución política lograba grandes triunfos democráticos, que se extendieron entre 1989-91 a la URSS. Pero los crímenes de la burocracia ya habían dejado sus huellas. Siguió avanzando la restauración capitalista y el imperialismo recuperó el terreno que había perdido 40 años antes.
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