En estos días de revolución, es muy conveniente ir colocando las cosas en sus sitios, para proseguir por el camino de la Historia. Muchas deberán quedarse a la vera del camino como objetos inservible. Otras, deben ajustarse a las nuevas condiciones que han surgido en el proceso revolucionario que vivimos.
Aquí en este escrito, como para contribuir en la formación del hombre y la mujer nuevos, nos referiremos brevemente a la Conciencia Social y su papel frente a la Conciencia Espiritual.
La Conciencia Social no es única. Está fragmentada. Esta compuesta de muchas conciencias. Así tenemos: la conciencia de clase, conciencia ecológica, conciencia política, conciencia científica, conciencia moral, conciencia ciudadana, conciencia familiar, conciencia religiosa…y paremos de enumerar porque son muchas más.
Todas esas conciencias que integran a la Conciencia Social, han sido creadas por la sociedad para su sobrevivencia. Esas conciencias llegan a formarse dentro de nosotros a través de las tradiciones, costumbres; las instituciones como la escuela y la familia.
Esas conciencias nos llegan en forma de experiencias y conocimientos, sean académicos o de otra índole. No nacemos con ellas, las adquirimos a lo largo de nuestras vidas.
Esto de las conciencias no está mal. Mal estaría si la confundiéramos con la Conciencia Espiritual, que es única, indivisible, eterna y nacemos con ella. Aunque lo ignoremos, ella está allí en nosotros. Es la fuente de la Vida.
La Conciencia Social, en su aspecto Conciencia de Clase, por ejemplo, no es de índole espiritual, sino material. Y es fácil demostrarlo.
La clase trabajadora tiene conciencia de clase, pero también lo tiene la burguesía explotadora. Ya aquí hay división, desencuentro. Esto demuestra su carácter material, además de ser pasajero y transitorio. No es perenne. Esto lo hallamos en todos los niveles de la Conciencia Social. Observen a donde nos llevan la conciencia religiosa de algunos pueblos. A la intransigencia y hacia el odio.
La Conciencia Social es producto del tiempo. Nos concientiza sólo en un aspecto de la realidad, lo que dictan los cinco sentidos y muchas veces es egoísta. De esta manera la Conciencia Social forma en nosotros nuestra personalidad y nuestro Ego. Que generalmente, como dijo el sabio Salomón, es vanidad.
La Conciencia Espiritual pertenece a la sustancia que habita en nosotros. Que es testigo mudo de nuestras andanzas. Tiene el poder de darle vida a nuestro cuerpo físico y por lo tanto, a la sociedad humana entera.
¿Cómo acercarnos a ella sin que estorben nuestra personalidad y nuestro Ego? Esa es una pregunta muy seria, que su respuesta desembocaría en una revolución, que desde hace siglos propuso a la humanidad el maestro de Nazaret.
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