Tejiendo la moral revolucionaria

"Es difícil decir lo que quiero decir

Es penoso negar lo que quiero negar

Mejor no lo digo

Mejor no lo niego"

Mari Benedetti, El Pusilánime

Un hermano de esos que los caminos de la vida nos otorgan, discutía conmigo respecto a la incomodidad que le producía la reducción del cupo de divisas para viajes al exterior. Indicaba que la falta de controles había provocado las mafias y corruptelas que sobre esos mecanismos se habían instituido. Que pagaban justos por pecadores y que él, como justo, nunca había cambiado su cupo por un viaje, o algún mecanismo delictivo similar, para evadir las leyes venezolanas.

Es más, tomando en consideración su trabajo, y este fue su planteamiento central, me comentó que le eran insuficientes los dólares estadounidenses disponibles para sus viajes. Éstos, casi todos de negocios por efecto de una relación comercial en las Antillas, se le hacían cada vez más difíciles por las restricciones que aplica CADIVI.

Ese hermano ha apoyado el proceso revolucionario desde el principio. Es uno de esos simpatizantes que cree en un mundo más justo y que continuará votando por las opciones que le brinda la Revolución Bolivariana. En otras palabras, pese a su argumento profusamente derechista, sacado de la más ignominiosa racionalidad liberal burguesa, no es un adversario. Es la viva representación de lo que está ocurriendo con la moral revolucionaria cuando se ha fallado en la formación política y se han enfocado los esfuerzos en demostrar una gestión "eficiente" desde la misma lógica impuesta ideológicamente por el estado cuartorrepublicano.

En su momento le respondí, con argumentos construidos desde la racionalidad política y económica ante la crisis que se inclina sobre el modelo capitalista, al cual, muy a pesar nuestro, pertenecemos. No obstante, como él está dentro de mis afectos, me permití tener la paciencia y la pasión para asumir el rol orientador y tratar de concretar un espacio de libertad para generar conciencia de clase. Estas líneas son parte de eso: una respuesta respecto a las formas y el fondo.

¡Caramba pana!, la crisis del capitalismo no es cuento.

El asunto de la forma es que la medida de reducción del cupo se justifica en el marco de un país que mantiene un modelo monoproductor extractivo minero, basado en las ventas de petróleo a las economías industrializadas, las cuales están en inminente recesión económica. Esto quiere decir que la sobreproducción de sus bienes y servicios han desbordado las posibilidades de consumo a escala global, con el dramático saldo de la reducción de la producción por la fuerza: desempleo y cierre de fábricas.

Para nosotros significa menos ingresos por venta de hidrocarburos, una vez que ellos han reducido sus consumos de materia prima para la producción. De allí se deriva que el precio promedio de venta del barril de crudo de la cesta OPEP ha rondado los $40, cuando nuestro presupuesto de gasto como nación fue estipulado a $60: un déficit de $20 por cada barril.

Para no regalar nuestra riqueza natural, el Gobierno Bolivariano ha impulsado una política de reducción de la producción de petróleo ante la OPEP, la cual podría recuperar los precios en el mediano plazo, pero que afecta de igual manera nuestra cuenta corriente, ya que las cifras de los ingresos se verían mermadas por la baja de los volúmenes de venta de crudos.

En consecuencia, cualquier gobierno serio, los cuales no abundaron en la historia de Venezuela, debería hacer lo mismo que está haciendo el Presidente Chávez: revisar el gasto público y hacerlo más eficiente. Con esa premisa se asume una administración austera, lo cual repercutirá directamente en el cómo se emplearan los menos dólares que ingresarán en éste año 2009, en comparación con el 2008.

Ahora bien, como resulta evidente, ésta no puede ser la única medida. Es preciso que se tomen acciones respecto al nivel de consumo irracional de los venezolanos. Dos aspectos deberían estar en mira: el combustible y el consumo de bienes suntuarios.

En nuestro país el consumo de combustible está subsidiado por el estado y debe ser objeto de revisión, ya que éste podría ser vendido a otros países a precios internacionales y permitiría obtener mayores ingresos a la República. Pero esta medida debería estar acompañada de una alternativa como lo es el prooyecto de masificación de Gas Natural Vehicular, de menor costo y grandes posibilidades de producción en el país.

Asimismo, la hemorragia de dólares que migra a través de la compra de artículos de lujo como camionetas, joyas, calzados y vestidos de marca, licores y otros bienes suntuarios debe detenerse. Las divisas deben destinarse con exclusividad a garantizar la alimentación, la salud y la producción interna y con ello, la verdadera felicidad del Pueblo de Venezuela.

Otra consideración es el indispensable aumento de la recaudación impositiva. En Venezuela, a pesar de los esfuerzos institucionales, aún se mantiene una cultura de evasión fiscal. Muchos contribuyentes grandes y pequeños se mantienen en la actitud de librarse de sus obligaciones legales y asimilarlas a sus utilidades anuales. Esto es inaceptable en nuestros días.

He allí tres temas que seguramente estarán valorando actualmente los responsables de la gestión económica del Gobierno Bolivariano, para generar políticas que garanticen el acceso de toda la población a los bienes y servicios que garanticen su subsistencia. De la misma manera, la oligarquía criolla y su brazo armado comunicacional, apoyado por la CIA, también tantean posibles alternativas para desacreditarlas y tratar de restaurar el modelo que dos lustros atrás determinaba nuestra dependencia absoluta a los centros hegemónicos de poder mundial.

Pero no todo está dicho: el fondo puede ser cenagoso. Mi hermano del alma, consideraba que primero debía atacarse la corrupción de ciertos funcionarios públicos adscritos al partido de gobierno (no a la Revolución) que no pueden justificar un enriquecimiento súbito y por demás desmedido. Es un asunto de autoridad moral, en donde no puede seguir existiendo pusilanimidad en algunos sectores progresistas y complicidad en la quinta columna en ejercicio de cargos públicos. Es el eterno tema de ponerle fin a la impunidad.

Si bien no me consta (como a muchos otros sí parece constarle) la vileza de varios y varias compatriotas devenidos en parias de su clase, tomo como mías las palabras del Comandante, cuando hace llamados reiterados para erradicar el burocratismo y la corrupción. Asumo que si él lo observa es porque tiene los hechos que lo demuestran. No mendigo pruebas de confabulaciones delictivas de intereses mezquinos de funcionarios y empresarios, ya que sería andar por las ramas en el bosque de la evidencia.

Sin embargo es prudente cuestionarse: ¿cómo es la vaina? O mejor, ¿quien vino primero la gallina o el huevo?

La corrupción en la administración pública, llegó a nuestras tierras con Colón y sus tres carabelas. El misterio de la desaparición de la hacienda pública es tema recurrente en las triquiñuelas de la politiquería de todos los estados burgueses. Se podría decir sin temor a yerro que lo primero que se globalizó en el capitalismo fue la componenda para desbancar erarios públicos como consecuencia natural del afán de lucro que caracteriza al modo de producción.

En la historia de éste país hay ejemplos palpables mucho antes del puntofijismo como los casos de Antonio Guzmán Blanco o Juan Vicente Gómez, por nombrar los más conocidos. En otros países la suerte es similar como lo demuestran los recientes eventos de EMRON o HALLIBURTON y su papel en Irak. Pero aun se debe insistir que el mal ajeno es consuelo de los tontos.

Nuestra respuesta la estructuraremos en dos ámbitos. El primero es que la corrupción es inherente al capitalismo. Es eje transversal en la lógica de reproducir capital. Se le mete la mano al bolsillo de la gente y luego, cuando esto ya no alcanza, en el momento en que no hay más que sacar, el estado burgués, estructura jurídico-política que surge del propio capitalismo, propone que se le conculquen sus recursos para la redistribución de la riqueza. Sus funcionarios crean las distorsiones legales que apañan la complicidad.

El segundo ámbito es la mentira ideologizante que le hace pensar a los ciudadanos que esto se combate con leyes y controles. El estado burgués no está diseñado para controlar la reproducción de capitales sino para favorecerla. Es su misión y ésta se respeta en todos los confines del planeta.

El aparato de medios de comunicación modeladores del consumo de bienes, servicios y pensamientos, ha usado el discurso anticorrupción con fines políticos, en apoyo o desmedro de representantes o no de sus intereses conforme a momentos coyunturales. No obstante, nunca han desgranado el problema real para determinar sus causas y hacen pensar que son individualidades aisladas, que por razones oscuras incurren en la vagabundería.

Pongamos como ejemplo a Venezuela, a pesar de todos los sonados casos de corrupción que se destaparon durante el puntofijismo, jamás se vieron acusados por prensa los verdaderos capos de las mafias: los empresarios. Los bandidos eran adecos y copeyanos que cobraban comisiones pero no se tocaba mediáticamente a quienes las pagaban. El compromiso era horadar la credibilidad de algún vendedor de su alma inserto en los partidos del estatus, pero nunca desenmarañar el hilo de ese mercado espiritual.

Alguien dijo una vez, para justificar la generalización de la corrupción en la IV República, que no éramos suizos. Supongo que el paradigma helvético de pulcritud administrativa se resiste a admitir como sus banqueros han lavado el dinero de la corrupción desde los nazis hasta el narcotráfico.

En conclusión camarada, habrá corrupción mientras exista el estado burgués; éste existirá mientras vivamos en un modelo capitalista. Solo una Revolución verdadera puede dar al traste con la corrupción al momento de instaurar un estado socialista.

Pero amigo mío, la Revolución la hacen los Revolucionarios. Éstos, a partir de su conciencia, forjada a la luz del conocimiento teórico y práctico, toman partido por los muchos sin pretender la eliminación de los pocos. Es el ejemplo de Hugo Chávez. Su suerte se juega en las calles motivando la conformación de una masa crítica que determine el giro de la historia. Sus acciones se afianzan en la transparencia y en la franqueza, sin motivaciones soterradas ni necesidades individuales. Actúa para conseguir los fines revolucionarios.

Así se teje el traje de la moral revolucionaria. Se conduce cada quién a sí mismo desde los valores que sustentan la vida común con respeto y entereza. Se construye un porvenir de igualdad con justicia para todos y cada uno los hombres de la Tierra; se hace el Socialismo. Chávez no debería estar solo pues la tarea es de todos.

Y, ahora te pregunto: ¿hemos actuado de esta manera? ¿lo estamos acompañando?


ivrendon@gmail.com


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