“La multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma.
Nadie consideraba suyo lo que poseía, sino que todo lo tenían en común….
No había entre ellos ningún pobre o necesitado,
porque todos los que tenían campos o casas los vendían
y ponían el dinero a los pies de los apóstoles,
quienes repartían a cada uno según sus necesidades”
(Hechos. 4: 32-35).
Se ha acusado siempre a los comunistas de ser enemigos de la propiedad privada. Y siendo que, una de las grandes ironías de la historia es la ilimitada capacidad que tienen algunos para tergiversar y manipular las teorías; no ha de extrañarnos los innumerables intentos que se han hecho a lo largo de la historia por mostrar como verdadero, lo que de hecho, no es más que un sofisma. Nos referimos, a los intentos de quienes, sin haber echado jamás una sola mirada a una línea escrita por Marx, manipulan y tergiversan tratando de convencer a la gente de que la práctica del Socialismo y el Comunismo (tal como la concibió Marx) es incompatible con la propiedad privada.
¿Cuál puede ser la causa de tales tergiversaciones? Una razón, sin duda, es la ignorancia. Pues, cómo podría entenderse que tienda a asociarse al Socialismo y al Comunismo (propuesto por Marx) con la abolición de la propiedad privada individual. Esto, a nuestro modo de ver, no puede entenderse más que como un claro signo de ignorancia, pues, ya el propio Marx, en el “Manifiesto del partido comunista” (1848), afirmaba, con respecto a la propiedad privada, lo siguiente: “Se nos ha reprochado a nosotros los comunistas el querer abolir la propiedad privada personalmente adquirida, fruto del trabajo propio, esa propiedad que forma la base de toda libertad, de toda actividad, de toda independencia individual. ¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo, del esfuerzo personal! ¿Os referís acaso a la propiedad del pequeño burgués, esa forma de propiedad que precede a la propiedad burguesa? No tenemos que abolirla. El rasgo distintivo del Comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición de la propiedad burguesa” (págs, 42-43).
No cabe duda, que el error de confundir “propiedad privada personal” con “propiedad privada de los medios sociales de producción” (propiedad burguesa); es la raíz de tales tergiversaciones. Pues, queda claro, por lo antes planteado, que Marx no cuestiona la propiedad privada “bien adquirida, fruto del trabajo, del esfuerzo personal”, es decir, “la propiedad del pequeño burgués”, sino, toda aquella forma de propiedad que implique la apropiación de plusvalía (propiedad burguesa), que es donde se origina la injusticia y la explotación del hombre por el hombre.
Es cierto, que Marx afirmaba que el Comunismo “es la abolición positiva de la propiedad privada”. Pero, afirmaba también, cosa que ninguno de sus críticos y exégetas recalca, “de la autoenajenación humana y por tanto, la apropiación real del hombre de la naturaleza humana a través del hombre y para el hombre”. No explican, que cuando Marx se refería al término “propiedad privada”, no se refería nunca a la propiedad de los “objetos de uso” (una casa, una carnicería, un carro, etc.); sino a la propiedad de las clases propietarias de los grandes medios de producción social (burguesía).
De hecho, en una de sus obras más emblemáticas “El Capital”, Marx intenta hacer comprender la radical oposición que existe entre estas dos formas de propiedad: “la propiedad privada capitalista” (a la que dirige todos sus ataques) y la “propiedad privada que se funda en el trabajo personal”, afirmando, que: “La economía política procura, por principio, mantener en pie la más agradable de las confusiones entre la propiedad privada que se funda en el trabajo personal y la propiedad privada capitalista –diametralmente contrapuesta- que se funda en el aniquilamiento de la primera” ( Tomo I ).
Esto ya lo había explicado claramente Marx, en sus “Manuscritos económicos-filosóficos” (1844), obra poco reseñada por sus exégetas, y cuya tardía publicación (fue publicada, por primera vez, en 1932, y su versión inglesa data de 1959) contribuyó enormemente a la grave tergiversación que muchos “comunistas”, así como, sus detractores han hecho de su pensamiento.
Tal es la importancia de esta obra, que ya en ella Marx dejaba claro, incluso –sin que nadie lo resalte-, la definición de lo que él denominó: “comunismo vulgar”. Que entendía como un conjunto de prácticas e ideas “comunistas”, que se expresan bajo una doble forma: “El dominio de la propiedad material es tan grande que tiende a destruir todo lo que no es susceptible de ser poseído por todos como propiedad privada. Quiere eliminar el talento, etc, por la fuerza. La posesión física inmediata le parece la única meta de la vida y la existencia. El papel del trabajador no es abolido, sino que se extiende a todos los hombres. La relación de la propiedad privada sigue siendo la relación de la comunidad con el mundo de las cosas. (…) La envidia universal, implantándose como fuerza, es sólo una forma disfrazada de codicia y que se establece y se sostiene de otra manera. Los pensamientos de toda propiedad privada individual se dirigen, al menos, contra toda propiedad privada más rica, en forma de envidia y deseo de reducir todo a un nivel común; de tal modo que esta envidia y nivelación constituyen, de hecho, la esencia de la competencia. El comunismo vulgar es sólo la culminación de esta envidia y nivelación sobe la base de un mínimo preconcebido (…) La comunidad es sólo una comunidad de trabajo y de igualdad de salarios, pagados por el capital comunal, por la comunidad como capitalista universal” (págs, 133-134).
¿No fue acaso, este “comunismo vulgar” –que el propio Marx cuestiona en la cita anterior- el modelo que terminó imponiéndose en los regímenes “comunistas” conocidos hasta ahora? ¿No dan por sentado los exégetas y críticos de Marx, que el Comunismo por él planteado se corresponde a las prácticas propias de estos regímenes? ¿No contribuyó acaso a todos estos malentendidos sobre el Comunismo, el hecho de que una obra tan importante como los “Manuscritos económicos –filosóficos” -y otras obras de Marx-, fueran publicadas después de 1932 y que sean aún desconocidas por muchos?
Marx entendía el Socialismo como la emancipación del hombre y esta emancipación implicaba la autorrealización del hombre en el proceso de relación y unidad productiva de éste con la naturaleza, consigo mismo y otros hombres. Por eso, para entender la concepción de la autorrealización del hombre planteada por Marx, es necesario primero tener claro lo que Marx entendía por TRABAJO.
Marx concebía el trabajo como la expresión plena en el hombre de sus facultades físicas y mentales. Es decir, un proceso de autoexpresión genuina, donde el hombre se desarrolla, se vuelve él mismo, en la necesaria relación con la naturaleza y otros hombres. Por lo tanto, el trabajo no puede ser entendido como un medio para alcanzar un fin –el producto- sino como un fin en sí mismo –la expresión significativa de la energía humana-. En este sentido, la enajenación de esta actividad humana se convierte, para Marx, en una tendencia inevitable dentro del modo de producción capitalista, impidiendo el libre despliegue de las actividades físicas y espirituales de los trabajadores, quienes ajenos al producto de su trabajo, terminan martirizando su cuerpo y arruinando su espíritu, pensando sólo en satisfacer sus necesidades y la de su familia.
De esta manera, -y a diferencia de lo que plantean sus exégetas- la crítica de Marx al capitalismo no está dirigida a la injusticia en la distribución de la riqueza producto del trabajo personal (propiedad privada); sino a la perversión (alienación) del trabajo en trabajo forzado, enajenado, que termina transformando al hombre en un “monstruo tullido” y que, para Marx, es la raíz de las diversas formas de alienación humana.
No hay, por tanto, mayor manipulación o tergiversación del pensamiento de Marx, que aquel que intenta hacer ver su concepción del Socialismo como el simple intento de mejorar las condiciones económicas de los trabajadores, aboliendo la propiedad privada, para que el obrero pueda poseer lo que ahora tiene el capitalista.
Visto desde esta perspectiva, la condición de trabajo de un obrero en una fábrica cubana, venezolana, o china, equivaldría esencialmente hoy, a lo mismo que le ocurriría en una fábrica norteamericana. Y, esto queda perfectamente claro, cuando Marx afirma, por ejemplo, que: “Un aumento de salarios obligado (independientemente de otras dificultades y, especialmente, de que esa anomalía sólo podría mantenerse por la fuerza) no sería más que una mejor renumeración de los esclavos y no devolvería, ni al trabajador ni a su trabajo, su significado y su valor humano”. (…) “Aún la igualdad de ingresos que quiere Proudhon sólo modificaría la relación del trabajador de hoy con su trabajo en una relación de todos los hombres con el trabajo. La sociedad sería concebida entonces como un capitalismo en abstracto”.
Como puede apreciarse, el problema central de Marx es la transformación del trabajo sin sentido, enajenado, en un trabajo productivo, libre, no el mejor pago de un trabajo enajenado por un capitalismo privado o un “capitalismo abstracto” de Estado. Esto implica, que el hombre activo, productivo, que capta y abarca al mundo con sus propias facultades supere las diversas formas de enajenación (políticas, económicas, sociales, culturales, religiosas, etc.) que impiden su real crecimiento y desarrollo. En otras palabras, el concepto de Socialismo de Marx, sólo puede ser entendido asociado con la emancipación de las diversas formas de enajenación humana. Es decir, la vuelta del hombre a sí mismo, a su autorrealización con la naturaleza, los demás hombres y él mismo.
El autor es Docente Universitario
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