Mario Silva: Borges ni sabe quién es Sanguineti, su "inspiración" fue otro

Hace unos días, el camarada Mario Silva comentaba en nuestro programa favorito, “La Hojilla”, la columna de Julio Borges en el diario Últimas Noticias y el artículo con el título “Una explicación sencilla de por qué no funciona el socialismo”. El escrito de marras fue publicado el pasado 7 de febrero, en la página 35 del matutino caraqueño. Días más tarde, Silva dejaba en entredicho a Borges al acusarlo de plagiar un texto de Mario Olcese Sanguineti, el cual dio origen a su perorata antimarxista en Últimas Noticias. Pero “el Señor de la Noche” fue demasiado lejos en su genial investigación; apuesto a que Borges ni sabe quién es Sanguineti, ya que la verdadera fuente de sus espasmos grafológicos fue un escuálido “común y silvestre” que SÍ debe haber consumado un “copycat” de Olcese. El “pirata” y pitiyanqui de Borges, dirigente de “Primero Golpista”, se fusiló –nada más y nada menos- la presentación Power Point de otro escuálido, de nombre Francisco Arámburo Salas, en la cual éste último trata de descalificar al socialismo como sistema. Tal archivo, titulado “Para entender el socialismo”, y que circula profusamente por la red, me llegó hace unos meses a mi correo electrónico y consideré pertinente darle la siguiente respuesta. Agradezco a los camaradas leer y difundir esta réplica a la falacia grotesca de la “oh-posición”.

 

LA RESPUESTA A “PARA ENTENDER EL SOCIALISMO”

 

La aberrante presentación bajo el título de “Para entender el Socialismo”, adolece de graves contradicciones, falsificaciones conceptuales y tesis descabelladas delirantes en su inconsistencia. Alguien que medio sabe escribir –y que sabe manejar Power Point- se sentó frente a una computadora a tratar de manipular, desde la ignorancia más abyecta, los fundamentos científicos y filosóficos del socialismo.

Primero, analicemos algunos de los “razonamientos” esbozados en las diapositivas y mis respuestas entre paréntesis.

 

“Para entender el socialismo; ¿que es? [sic], ¿qué significa?, ¿cuáles son sus principios básicos? […] Esta [sic] es una lección sencilla, casi escolar, en la cual no revisaremos las complicadas raíces del socialismo. No citaremos a Carlos Marx ni a Lenín [sic], y mucho menos trataremos de investigar las intrincadas doctrinas emanadas del Kerlim [sic]. Nada de eso […]”.

 

(Bien buena la cosa para comenzar, ¿no? Se engulle una que otra tilde el autor, no sabe escribir Kremlin y aún pretende preservar el respeto de cualquier lector inteligente. ¿Cómo es eso de hablar del socialismo y obviar a Marx, a Engels [se lo “comió” también] y a Lenin, verbigracia? Sería como hablar de la aviación ignorando a los hermanos Wright, disertar sobre el anarquismo escamoteando a Bakunin, o analizar la Revolución Francesa saltándose las figuras de Luis XVI o de Robespierre. De locos, ¿no? Se dice en el texto que la retórica del socialismo es “complicada” e “intrincada”, pero el autor se jacta de que es capaz de explicar de manera “casi escolar” las raíces del sistema. ¿Cómo es eso? Si se reconoce que es MUY DIFÍCIL comprender la literatura marxista-leninista, ¿de qué manera ésta se logra diseccionar para hacerla más digerible lingüísticamente y sin echar mano de los inexorables clásicos? Me huele que el muy idiota no se ha leído ni a Adam Smith y nos quiere engatusar con la frivolidad de la letanía reaccionaria y de la urbana “psicología barata”).

 

El autor de “Para entender el Socialismo” se explaya en una historia que prosigue de la siguiente manera:

 

“[…] En una conocida y reconocida universidad latinoamericana se suscitó una discusión entre el maestro de Economía y sus alumnos. Los alumnos insistían en que el socialismo era bueno, que SÍ funcionaba bien y era la mejor forma de gobierno, pues en él no existían las clases sociales [¡!], ni pobres, ni ricos, ya que todos eran iguales. ‘La producción y la riqueza deben ser repartidos [sic] equitativamente entre todos para el beneficio común’, arguían […]”.

 

(Primero, esa redundancia innecesaria de “conocida y reconocida universidad” está totalmente fuera de lugar. Segundo, los alumnos tienen razón al argumentar que el socialismo es la mejor forma gobierno, con el pequeño detalle de que yo los hubiera raspado a TODITOS por afirmar que en el socialismo “no existen las clases sociales”. ¡Dioxxx! Y más pirata y miserable es el profesor que no los saca de su garrafal error conceptual. ¿O será que al “teacher” de Economía también le dio flojera escrutar en la teoría marxista? Cualquiera que sepa una pizca de marxismo sabe que en el socialismo persiste la contradicción de las clases sociales y que sólo en la fase comunista se logra la abolición de las mismas. Ignorante y mil veces ignorante quien esgrima lo contrario. Es muy cierto, en el socialismo la repartición de la riqueza debe ser equitativa, pero también el esfuerzo debe ser IGUALITARIO. A cada quien según su capacidad y a cada quien según su necesidad).

 

A medida que transcurren las incoherencias, la cosa se pone “mejor”:

 

“[…] –Muy bien- (señaló el profesor). –De aquí en adelante las calificaciones que obtenga cada quien en sus exámenes serán promediadas entre todos los alumnos. Así cada quien obtendrá ese ‘beneficio del estudio y del esfuerzo común’[…] Aunque no todos los estudiantes entendieron muy bien el nuevo plan, aquellos que iban más atrasados en sus estudios, que eran los más numerosos, aceptaron de inmediato logrando fácilmente la mayoría de los votos […]”.

 

(Antes que todo, hay que identificar una aberración lingüística como el “gerundio de posterioridad” casi al final del párrafo anterior. Lo correcto sería: “[…] aceptaron de inmediato y lograron fácilmente la mayoría de los votos […]”. Por lo visto, no saben ni escribir y aspiran dictar cátedra de lo humano y lo divino a los iletrados, al “hoi poloi”; yo pensaba que nosotros –los chavistas desdentados- éramos los únicos brutos de este país que cometíamos “lapsus cálami” de ese calibre. ¡Gracias, ya no me siento tan solo! Ahora bien, entrando en materia filosófica, habrá que establecer que el fulano profesor se aprovechó de la ignorancia de los alumnos, con respecto al socialismo, para falsificar la teoría y proponer un ejercicio trivial que se contrapone al espíritu científico y humanista del marxismo. Se parece mucho a la tergiversación entre la propiedad privada y la propiedad personal; la primera tiene que ver con los medios de producción del capitalista [la tierra, las fábricas, las empresas y la maquinaria] y la segunda con el ciudadano común [casa, carro y efectos personales]. A pesar de una explicación tan elemental como ésta, las clases dominantes [dueñas de los medios de producción] se empeñan en distorsionar la concepción marxista y así provocar miedo en las masas desinformadas. Tan personal es tu cepillo de dientes, como tu forma de vestir, tu automóvil o tus calificaciones académicas, y esos elementos –superficiales con respecto a otros más trascendentes- SE RESPETAN en el socialismo. La soberana sandez capitalista de que el socialismo anula al individuo, es una de las falacias más recurrentes de la burguesía para agredir al marxismo. Por otro lado, yo como director de esa escuela universitaria botaría –sin derecho a pataleo- al profesor de la cátedra de Economía: si la mayoría de los alumnos, tal como se reseña en la diapositiva, está atrasada en la materia, es el docente entonces quien tiene un grave problema. O es un pirata, o es un mediocre, o –sencillamente- no sabe comunicar sus ideas. Yo, como profesor y con ese antecedente, antes de someter a mis alumnos a cualquiera prueba, primero me sumergiría en una aguda cavilación de crítica y autocrítica acerca de mis fallas. El mensaje subyacente del autor, vía Power Point: los estudiantes más atrasados son la escoria, lo que sobra en una sociedad. La chusma, pues. Ellos son los parásitos que se aprovechan de los “inteligentes” y “la gente buena”, es decir, los “ganadores” del sistema. Un puñado de “elegidos” por la Providencia. ¡Chúpate esa mandarina!).

 

Ante la propuesta del profesor de repartir de forma “equitativa” las notas, los alumnos presentaron una serie de exámenes en los cuales los promedios fueron bajando paulatinamente, desde 7.8 hasta 6.5 puntos. Se desplomaba la motivación. ¡Pobrecitos!

 

“[…] Nadie estuvo conforme. Los buenos estudiantes se quejaron de que no tomaban en cuenta su dedicación, pero los flojos dijeron que SÍ era justo obtener mejores notas a través del esfuerzo de los demás, pues las calificaciones tenían que obtenerse y ‘repartirse’ equitativamente entre todos”… ¡y exigían aún más! […] Sin darse cuenta estaban estableciendo los principios básicos del Comunismo […]”.

 

(¡Dioxxx! Este arroz con mango filosófico pica y se extiende, señores. Continuamos con la manipulación y la falsificación conceptual del socialismo. Este loco de carretera –el autor de la presentación- no sabría diferenciar a Marx de los Hermanos Marx. ¿Quién ha dicho que en el comunismo las calificaciones académicas se reparten a modos iguales? ¿Qué tiene que ver la gimnasia con la magnesia? Será la fabricación narrativa de algún neoliberal que se fumó una hierba, pero de la mala. Por cierto, ¿qué haces hablando del comunismo si el ejercicio es sobre el SOCIALISMO, mi pana? ¿O es que a estas alturas del partido tampoco tú estás consciente de las demarcaciones ideológicas entre el socialismo y el comunismo? ¿Un cursito de alfabetización marxista para no seguir dando lástima? Malo no sería).

 

En el clímax de la historia transcurrida en un “conocido y reconocido” salón de clases, las emociones se desataron, cual novela barata de Corín Tellado. El promedio general de los pupilos cayó a los 4 puntos, los estudiantes pelearon entre sí y se produjo una REVOLUCIÓN. Resultado: todos reprobaron el año.

 

“[…] El maestro preguntó entonces si comprendían ahora el significado del socialismo, en el cual todo es de todos, y a la vez de nadie en particular. Así es. Las calificaciones que habían obtenido pertenecían a toda la clase y no a cada alumno […] La explicación es sencilla (¿?). Simplemente se debe a que el ser humano está dispuesto a sacrificarse trabajando muy duro cuando la recompensa es atractiva y justifica el esfuerzo propio; pero cuando el gobierno suprime ese incentivo y le quita al productivo para darle al pasivo, nadie va a hacer ya el sacrificio necesario para lograr la excelencia, por supuesto que no. ¿Para qué? Al final, el fracaso será general […]”.

 

(Vamos por partes; como hemos demostrado teóricamente, lo que el profesor aspira presentar como una prueba genuina de socialismo, no es más que pura superchería metafísica. En el socialismo, un profesor se esmeraría para que la TOTALIDAD de su alumnado entendiera la cátedra y desarrollara una asociación automática entre la teoría y la práctica, lo cual facilitaría más el aprendizaje y la familiarización con los conceptos. La enseñanza, en el socialismo, pasa a ser un ente dinámico e interactivo y la democracia directa se consuma en el aula; la figura totalitaria del docente burgués queda en el pasado y nace la del educador integral, dialéctico. Por lo tanto, en el socialismo, la calificación es sólo un aspecto del desempeño académico y no un fin en sí mismo, como SÍ lo es en el contexto del sistema educativo burgués. Una carga aberrante de individualismo, clasismo y exclusión, se aprecia al referirse el autor al “productivo” y al “pasivo”. Sin duda, el “pasivo” es el retrato del pobre, del descamisado y del “pata en el suelo” que no puede ni siquiera entrar al Sambil o al San Ignacio. ¿Cierto? La recompensa “atractiva” en el capitalismo es la “monetaria”, y es lo que ha mercantilizado las relaciones humanas en el marco de la plusvalía salvaje. Lo espiritual y lo social es prescindible, según el autor, porque el estímulo es el capital y la especulación voraz adyacente a éste. Cuando el gobierno le “quita al productivo” para darle al “pasivo”, es –por ejemplo- el acto de justicia impositiva del SENIAT al cobrar cada céntimo de tributo a los grandes evasores de la Cuarta República [productivos] y devolviéndoselo en bienestar social a los pobretones y marginados [pasivos]. El aliciente del burgués es hacer mucha plata y burlar las obligaciones fiscales. ¿O no? La cacareada excelencia, en el capitalismo, es el trabajo y la explotación cada vez mayor, por la menor cantidad de salario. Y si te callas la boca y no protestas, ¡mejor! Tendrás un bono para adquirir una “cajita infeliz”. ¡Jajaja! Lo que sí es un fracaso político, económico, social y moral, es el CAPITALISMO. Así duela).

 

Ya al final de la presentación Power Point, aparecen unas supuestas ideas de Abraham Lincoln. En vista de la ya golpeada reputación del autor de “Para entender el socialismo”, no me atrevería a creerle la fuente. Igual, he aquí el decálogo neoliberal:

 

“1. No se puede crear prosperidad desalentando la iniciativa propia”.

 

(Al contrario, ningún sistema como el socialista estimula y garantiza el desarrollo de la iniciativa propia. Eso sí, esa iniciativa debe estar enmarcada dentro de las leyes revolucionarias y ser de utilidad para las mayorías).

 

“2. No se puede fortalecer al débil debilitando al fuerte”.

 

(Cacofonía imperdonable con “débil” y “debilitando”. El socialismo equilibra la balanza entre el débil y el fuerte, al implementar la justicia social. No debe olvidarse que el débil es débil porque hay uno más fuerte que él y éste lo explota. Más claro no canta un gallo).

 

“3. No se puede ayudar a los pequeños aplastando a los grandes”

 

(El socialismo no aplasta a nadie porque se debe al ser humano; más bien es un elemento de liberación de la conciencia para zafarse del yugo del idealismo burgués y de la explotación asalariada. La idea es que no haya ni pequeños ni grandes y que impere el respeto mutuo. El “problemita” es que cuando los explotadores son obligados a cumplir con las reivindicaciones laborales y a pagar sus impuestos puntualmente, entonces “lloran y patalean”, y recriminan que el Estado revolucionario los está “aplastando”).

 

“4. No se puede mejorar al pobre destruyendo al rico”.

 

(Si el socialismo es fraternidad y humanismo, no estará en su proceder destruir a nadie. Sólo que el rico debe ser el que más aporte de sus ingresos –y dentro de sus empresas- para liberar y dignificar a las masas depauperadas, las cuales son una consecuencia directa del régimen de explotación laboral de la plutocracia).

 

“5. No se puede elevar al asalariado oprimiendo a quien paga los salarios”

 

(El socialismo busca la cogestión y autogestión obrera de las fábricas y empresas; la repartición equitativa de las ganancias entre los trabajadores es una de las conquistas del paradigma socialista, junto con la planificación de la producción y la participación proletaria en todas las instancias administrativas y gerenciales. La terciarización, la reducción de personal, los sueldos chucutos y la omisión de las horas extra, son prácticas capitalistas que van en contra de la génesis marxista).

 

“6. No se pueden resolver los problemas mientras se gaste más de lo que se gana”.

 

(Vaya, vaya. Los adecos como que nunca leyeron ese “consejo” de Lincoln; se pasaron toda la Cuarta República haciendo exactamente lo opuesto. Fue así que terminamos, en 1998, con sólo 10 mil millones de dólares en reservas internacionales [*] y endeudados hasta más no poder con el FMI, el Banco Mundial y el Club de París).

 

“7. No se puede promover la fraternidad y el progreso de la Humanidad promoviendo e incitando el odio de clases”.

 

(Precisamente, el sistema que promueve y acrecienta la lucha de clases -¡no odio, animal!- es el CAPITALISMO. Al acentuar las brechas entre los que más tienen y los que menos tienen, el propio capitalismo despierta y mantiene los antagonismos de clase. La lucha de clases no es un invento de Marx, sino más bien una realidad tangible del Estado burgués. El socialismo busca canalizar esas contradicciones y las encamina con las herramientas de la democracia directa).

 

“8. No se puede garantizar una adecuada seguridad con dinero prestado”.

 

(Caray, los adecos como que tampoco le pararon a esta sensata sugerencia. ¡Santa bati-corrupción!).

 

“9. No se puede formar el carácter y el valor de un hombre, quitándole su independencia, su libertad y su iniciativa”.

 

(Totalmente de acuerdo. De hecho, el socialismo vela por todos y cada uno de esos derechos humanos. En contraposición, el capitalismo te hace dependiente del entramado de consumo, limita tu libertad de opciones y coarta tu iniciativa personal cuando ésta –verbigracia- entra en conflicto con los intereses de una transnacional o de un “gran cacao”).

 

 “10. No se puede ayudar a los hombres realizando por ellos permanentemente lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismos”.

 

(La intención está buena y es muy loable; claro, el sistema capitalista no hace las cosas por ti pero sí te dice qué hacer y cómo hacerlo, a través de la publicidad y la educación. Si corres con más “suerte” y te haces multimillonario por obra y gracia de la lotería, allí SÍ podrías tener a mucha gente haciendo las cosas por ti. Eso es seguro. El socialismo crea conciencia revolucionaria y nos hace más solidarios, más fraternos, más trabajadores, más disciplinados, más multifacéticos, más analíticos y más autocríticos).

 

Lo más risible de toda la perorata del autor de la presentación, es la “honda” y desconcertante conclusión con la que adorna el final de su “obra de arte”:

 

“Como toda teoría filosófica, el socialismo tiene aspectos buenos [¡!]. Lo malo es que muchas veces las teorías se arrastran a casos extremos […]”.

 

(Un momento, por favor. Este mamarracho literario nos ha tenido durante varias diapositivas de su presentación, con una cantaleta anti-marxista de Padre y Señor Nuestro y hasta se inventó un cuento de una “conocida y reconocida universidad”, para ahora salir con la idiotez de que el socialismo “tiene aspectos buenos”. ¡Coño! ¿Cuáles, según tú? Porque tuviste el descaro de lanzarte una explicación emborrachada de idealismo burgués y trivialidades, en la que el socialismo era la “ideología del fracaso”, el credo de los “perdedores”, el monstruo del Lago Ness, y se nota que no te has paseado ni por la primera línea del Manifiesto Comunista. ¡Dioxxx! La próxima vez nos explicas cómo hacer un ensayo sobre el huevo, sin hablar de la gallina, ¿sí?).

 

 

LO QUE HUBIESE HECHO UN PROFESOR CON ÉTICA, NO UN PIRATA

 

A la luz del ejemplo traído a colación por el infame “politólogo” a la carrera, si el mentado profesor universitario hubiese deseado ser equilibrado y ético con sus alumnos, hubiera propuesto la siguiente dinámica. Habría partido en dos grupos el salón y a cada uno le hubiese asignado una letra. Al equipo A le tocaría experimentar con el capitalismo y al equipo B con el socialismo. Para el primero, el vocablo clave sería “competencia”; para el segundo sería “solidaridad”. Ganaría el equipo que sacara las mejores calificaciones –el premio sería un paseo a la montaña- y al mismo tiempo, se comprobaría con el proyecto la efectividad de ambos sistemas. Eso SÍ es ser dialéctico en la enseñanza: brindar al alumnado las dos caras de la moneda y que ellos saquen sus propias conclusiones, de acuerdo con el contraste de los contextos.

 

En el grupo A, los alumnos acentuarían el individualismo, no prestarían los apuntes, sabotearían a sus otros compañeros y cobrarían muy caro por las asesorías. Del otro extremo, los del grupo B, los socialistas, harían énfasis en el compañerismo, se prestarían los apuntes de las clases anteriores, visitarían a los que no fueran por enfermedad para comentarles de los objetivos del día y darían asesoría gratis a los demás alumnos.

 

Al cabo de un tiempo, los del equipo A se irían separando debido a las rencillas personales y la envidia, ya que cada uno por su lado querría sacar las mejores notas, sobresalir a cualquier precio y ganar así el paseo. No se incentivaría el sentido de trabajo en común y muy pocos les tomarían las asesorías a precios tan altos. Una considerable cantidad de chicos y chicas optaría por las clases gratuitas del grupo B, su compañerismo, altruismo e interés no mercantilista.

 

En pocos días se notarían los resultados: los del grupo A, los capitalistas, serían muy pocos y compitiendo entre sí; los del grupo B, los socialistas, serían muchos, estarían muy unidos, felices y estudiando en conjunto, ya que los que más saben ayudarían a los más rezagados de la clase. Las notas de los sobresalientes del grupo B mejorarían mucho más y las de los menos favorecidos repuntarían de forma considerable. En contraparte, los del grupo A, los capitalistas, tendrían resultados disímiles: algunos sacarían notas muy buenas y otros tantos saldrían mal, debido a que sus propios acompañantes de equipo les esconderían los apuntes, les explicarían mal a drede o les darían puntos falsos de estudio para las pruebas.

 

Tres semanas después, la superioridad de uno de los bandos sería avasallante: el equipo B, los socialistas, se definiría como la mayoría de la clase y sus integrantes –incluyendo los más deficientes hasta hace unas semanas- ostentarían un promedio de calificaciones académicas muy alto y constante. En cambio, los del grupo A, los capitalistas, se erigirían como una pírrica minoría individualista y con severos conflictos internos. Algunos lograrían notas igual de altas, pero no sería la regla para el resto del conjunto.

 

Al final, el profesor proclamaría al grupo B como vencedor y acreedor del viaje a la montaña. Él reforzaría a sus alumnos la importancia del trabajo en equipo para lograr el beneficio colectivo y el empeño del que más tiene para alcanzar la superación del más desposeído. El esfuerzo igualitario brinda la recompensa de la ganancia igualitaria, que no necesariamente debe ser material. Mientras el capitalismo fomenta la ley de la selva, la supervivencia del más apto y la ignominia del individualismo, el socialismo proyecta lo más positivo y benigno del ser humano: el amor, la hermandad, la cooperación social y la emancipación intelectual.

 

Al regresar del paseo, el cual sería financiado en su extensión por el profesor, cada uno de los participantes del grupo B traería un recuerdo del viaje a los amigos del grupo A. Ellos agradecerían el detalle, realizarían un acto de auto-crítica con respecto a la competencia y reconocerían la superioridad del socialismo. A fin de cuentas, la nuez del asunto no era el periplo obsequiado por el maestro, sino la lección humana que implicaba su obtención. Desde ese instante, la clase volvería a ser un equipo unido que se regiría bajo los principios del materialismo dialéctico.

 

En conclusión, lo que nunca le perdonará la derecha al genio de Marx, es que haya esquematizado un método científico de análisis y acción que la burguesía jamás logrará superar, ni rebatir. La oligarquía no es dueña ni siquiera de su lógica metafísica, ya que hasta ésta se fundamenta en un axioma puramente marxista: la tesis, la antítesis y la síntesis. El socialismo no es un dogma, sino un instrumento cognitivo y de praxis de la clase obrera para la toma del poder y la transformación del mundo. ¡Proletarios del orbe, uníos!

 

 

ADÁN GONZÁLEZ LIENDO

 

 

P.D. Mención aparte merecen las frases acerca de “la mayoría” que se leen en la diapositiva final de “Para entender el socialismo”. Me remitiré a transcribir sólo una de ellas:

 

“Las mayorías no tienen por qué tener la razón sólo por ser la mayoría. No necesariamente [¿?]. Tienen la superioridad numérica, pero nada más [¡!]”.

 

(¡Jajaja! La derecha criolla acaba de patentar una novel retórica en materia político-electoral: así la mayoría “desdentada” e “ignorante” nos dé palizas durante 14 comicios, nosotros, los “elegidos”, “los perfumados”, “los cool”, siempre tendremos la razón. Suena a “pataleta” de beodo, ¿no? ¿Qué tal? En vez de sentarse a analizar por qué son minoría y por qué han metido tanto la pata, los oposicionistas –en cambio- optan por lo más cómodo y fácil: echarle la culpa a Chávez y al CNE. Otra cosa, ¿ya están reconociendo que somos la MAYORÍA? ¡Oh, milagro! Si hasta hace poquitín Capriles Ratonsky espetaba –muy machote- que el chavismo era la minoría más grande de Venezuela [¡!]. Además, fueron los adecos quienes nos vapulearon a lo largo de 40 años con ese trillado catecismo de que “las mayorías son las que mandan y las que ostentan la razón”. ¿Qué pasó entonces? ¿Se les “cruzaron” los cables? ¿O más bien los hijos de Rómulo se referían a las “mayorías” cocinadas en las mesas de votación? ¡Pónganse de acuerdo!).

 

Ciudadano Francisco Arámburo Salas, alias Mr. Power Point: mejor quédate laborando como gerente hotelero, porque como analista político y ¿filósofo? vas a pasar más trabajo que una pulga en un can de peluche. Zapatero a sus zapatos. C’est fini!

 

[*] En 1998, las reservas internacionales de Venezuela se ubicaban en 10 mil millones de dólares. Para octubre de 2009, se contabilizan más de 34 mil millones de dólares.



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