Los triunfos de la izquierda latinoamericana han representado un revés para las oligarquías y para el imperio norteamericano, de eso no hay duda. Pero lo que preocupa son dos cosas. Primero, que en algunos países latinoamericanos se ha llegado al poder mediante una amplia alianza, incluso con agrupamientos de derecha, razón por la cual se sostiene que la izquierda, en efecto, sí ha llegado al gobierno, pero no tiene el poder para llevar a cabo las transformaciones que demanda la clase desposeída. Muchas veces se ha caído en políticas de ajuste estructural que en nada han ayudado a solucionar el problema de raíz. Estas políticas sociales han logrado camuflar el modelo neoliberal imperante en los países que gobierna la izquierda.
El ejemplo más ilustrativo es el caso de Brasil, donde las familias pobres reciben un poco de ayuda del gobierno, lo que le asegura el apoyo popular en las regiones más pobres del país.[1] La contraparte de Brasil en este aspecto político es Venezuela, en donde se lleva a cabo una verdadera lucha de transformación social a través de la puesta en marcha de la Revolución Bolivariana. A este último modelo de gobierno le sigue Bolivia y Ecuador. En el caso de Centro América, quien se asemeja un ápice a Venezuela es Nicaragua. En El Salvador la cuestión es más complicada, porque se llegó al poder en una amplia coalición –de hecho- con sectores de la derecha dirigidos por el presidente Mauricio Funes, en consecuencia lo que tenemos es un co-gobierno de derecha e izquierda; por ello es que al FMLN se le dificulta llevarle mejoras a los campesinos y a la clase trabajadora. Además la correlación de fuerzas en la Asamblea Legislativa le favorece a la derecha.
En este país centroamericano y en Brasil las izquierdas deben re-conectarse con el pueblo y los movimientos sociales. A este nivel es fundamental iniciar una relación interactiva entre un gobierno de izquierda y el pueblo que tiene que fortalecer su nivel de autoorganización construyendo desde abajo estructuras del poder popular[2] tal como el escenario planteado en Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Pero el segundo y gran problema con el que se enfrentan todos los gobiernos de izquierda en América Latina, y sobre todo los partidos de izquierda, es que desconocen que existe una ética marxista, la cual marca los lineamientos que hacen la diferencia entre un gobierno o partido de izquierda frente a los gobiernos y partidos de derecha. Al desconocer que hay una ética marxista se corre el riesgo de perder el rumbo; es decir, de pensar y hacer en el gobierno lo que la derecha hacía cuando gobernaba. Es que la corrupción no es un mal que padecen únicamente las derechas, la corrupción es una degradación del ser humano por carecer de una formación ética que, en el caso de la izquierda, debe ser como ya se dijo una ética marxista.
Este peligro de mutación que corren los dirigentes y funcionarios de izquierda, en el caso de Venezuela, Nicaragua y más que todo El Salvador, es que conviven en su diario vivir con ex funcionarios de anteriores gobiernos de derecha que se han reenganchado en los cargos de las instituciones estatales. El Secretario General del Partido Comunista de Venezuela, a estos funcionarios de derecha dentro del gobierno le llama la “maleza” con la que enfrenta la Revolución Bolivariana. “Está abierto un camino, es el camino del proceso revolucionario venezolano, por eso el Partido Comunista sigue siendo parte de las fuerzas que propugnan en alianza estos cambios. Es un camino abierto que nos ha permitido avanzar en la dirección correcta, pero es un camino que también se ha venido llenando de maleza”.[3] Con lo anterior se logra percibir que la Revolución Bolivariana tiene sus limitantes desde adentro, y es labor del Comandante Hugo Chávez y su colectivo lograr despejar del camino esa “maleza”.
¿Qué es la ética marxista?
Los detractores compulsivos del marxismo afirman que Marx nunca habló de una ética y menos de una moral marxista. De eso estamos claros, en el entendido que no dedicó una obra en particular sobre la ética; sin embargo, implícitamente, como demostraré más adelante, el contenido de la obra marxiana está repleto de cuantificaciones y postulados éticos. Agustín Juárez afirma que ni Marx, ni ningún otro de los «grandes» del marxismo escribió ningún tratado especial y sistemático sobre este asunto, y recuerda la célebre frase de la “Ideología alemana”, según la cual «los comunistas no predican ninguna moral».[4] Pero vamos desenmarañar esta afirmación, para que no quede la menor duda que Marx y los ideólogos marxistas sí apelan y practican una ética marxista.
Tenemos que tener bien claro que nos encontramos ante una ética que ha sido diseñada por la clase dominante, la cual es diseminada por la superestructura y por las leyes que, como ya sabemos, son creadas por la misma clase dominante. En consecuencia, Graff señala que durante la transición al comunismo, los principios morales juegan un papel cada vez más importante en la vida de la comunidad.[5] Los comunistas rechazan la moral de la clase explotadora, y se oponen fuertemente a las perversas concepciones egoístas. Marx llamó al sistema feudal como un “estado de esclavitud”, y describe la deshumanización del trabajo bajo el sistema capitalista.
Los primeros Manuscritos Económicos y Filosóficos de Marx, y más que todo en su obra cumbre “El Capital”, deja entrever la injusticia de ese sistema. Es decir que Marx en toda su obra hace referencias a la moral, a la ética y a juicios axiológicos. Todo “El Capital” está lleno de críticas a la falsa moral capitalista. Habla de injustas estructuras socioeconómicas, de fraudes y robos de la burguesía. Esencialmente Marx propone la igualdad y la dignificación del ser humano.
Además para Engels, los hombres construyen sus conceptos morales según las circunstancias prácticas que derivan de su posición de clase, determinada ésta por las relaciones económicas de producción. De tal manera que para comprender y llevar a la práctica la ética marxista los militantes de izquierda, sus dirigentes y funcionarios deben estudiar la monumental obra de Marx. De lo contrario no estaríamos hablando de gobiernos de izquierda en el poder. Este es uno de los factores que también están incidiendo negativamente en los procesos revolucionarios en Latinoamérica, porque no hay de parte de la militancia una conciencia de clase, por ello es que muchos militantes han caído como fruta madura en manos de los oligarcas y del imperialismo.
Para comprender a Marx, es de estudiar la Ideología Clásica Alemana, que es donde el joven Marx obtiene los presupuestos filosóficos para crear el Socialismo Científico. Después es de estudiar El Socialismo Utópico Francés, y enseguida nutrirse de La Economía Política Inglesa.
No
hay que olvidarse de leer a Lenin, quien es el primer líder político que
lleva
a la práctica el marxismo, y para ser plural, si nos queda tiempo es de
leer a
Trostky y a Rosa Luxemburgo. Posteriormente a todo este sorprendente
recorrido
teórico, es de llevarlo a la práctica, no olvidando nuestra condición de
clase.
Si esto no se hace ¿Cómo podemos osar en llamarnos revolucionarios
socialistas?
Peor aún, ¿Cómo podemos hablar del Socialismo del Siglo XXI?
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[1] - “La izquierda llega al gobierno, pero no tiene el poder”. Eric Toussaint. www.rebelion.org
[2] - Ibíd.
[3] - Oscar Figuera. http://kaosenlared.net
[4] - “¿Existe una ética en Marx?”. Agustín Juárez. www.cepc.es
[5] - “Moral, Marxismo y ética en la URSS”. Graff, Salamanca 1968