Nuestro país vive un proceso de metamorfosis. La lucha por mejorar nuestra sociedad, modificarla. Derribar paradigmas nocivos que poco a poco como un cáncer se ha ido devorando los valores morales de una nación. El camino a recorrer ha sido y será un campo de batallas lleno de trampas, puentes falsos, obstáculos que las masas populares deberán ir removiendo con los años utilizando como herramienta la conciencia. El pueblo, debe entender cuál es la meta final la cual no es otra que una sociedad desintoxicada de tanta droga moral.
Como a nuestra historia la enfermedad terrible de la corrupción desfiguró su cuerpo con metástasis, los antídotos elaborados en el seno de la Asamblea Nacional deben ser suministrados a través de la aorta. No se puede continuar aplicando quimioterapias a ver si algo sucede y el cáncer desaparece, mientras la fuerza transformadora se debilita por la progresiva baja de mecanismos de defensa.
Dentro de las instituciones privadas, permaneciendo éstas bajo esa figura legal nunca se generaran verdaderos hechos transformadores que conlleven a una revolución real dentro de ellas. Sólo puede ser posible el surgimiento de alguna que otra pequeña reforma que generalmente terminan siendo siempre en resultado un 70% a favor del poder económico y un 30% a favor del pueblo trabajador. Además, resulta incongruente hablar de revolución de masas obreras dentro de las mismas mientras las riquezas que éstas generan sigan estando en manos de una junta directiva o grupo de socios capitalistas. El trabajador a pesar de ser el sostén de la producción no pasa de ser para los dueños de estas empresas una plusvalía, una maquina para hacer dinero. Un mueble que posee vida útil y nada más.
La obrera y el obrero que trabaja todos los días sin recibir mayor motivación que la de llevar a duras penas el pan a su familia. Trabajan ocho horas diarias o más según el caso en condiciones muchas veces indignas. De sus manos, de sus piernas salen los viajes, las lujosas cenas con los amigos, las esposas y las amantes, vehículos último modelo para los pocos dueños de la compañía. Mientras que estos los perseguidos por la barbarie deben conformarse con almorzar una arepa rellena de cualquier cosa y una taza de café. De acuerdo a su especialidad, el obrero y la obrera llevan las carencias y las dolencias. El albañil, por ejemplo, cuyas manos llenas de callos, vista cansada, espalda lacerada, piel calcinada por el sol y sus pulmones cubiertos por el libre viaje de cemento y cal que a través de sus fosas nasales lo envenena, representa una de las victimas más mutiladas por las ciudades convulsionadas.
No es posible hacer revolución en una empresa privada que viva de la salud y de la educación. Al igual que es contradictorio hablar de revolución mientras nuestros alimentos sean producidos por grandes grupos económicos monopolistas. Todos estos son opuestos a la vida. El ser humano no es otra cosa que una fuente de ingreso.
Las clínicas privadas venden salud, cuando ésta es un derecho humano universal. ¿Quién ha dicho que los derechos se compran? Esto es un fenómeno único del sistema capitalista. Las personas ya no son pacientes sino clientes y sus afecciones ya no son un problema social a tratar, pasan a ser la solución para la permanencia del dinero en mano de médicos empresarios.
El sector educativo privado, dominado en su mayoría por la Iglesia Católica, cuyo poder ha contribuido a la destrucción de las revoluciones de los pueblos. Cuyos dogmas han castrado al hombre y a la mujer desde su nacimiento a través de la historia, comete la falta más grave ante nuestras masas. No sólo cobran cantidades exorbitantes por “Dar Luz” a nuestro pueblo, sino que lo atrasan, lo distorsionan y lo confunden. Peor aún es su crimen, pues los rige un poder cuyo origen y permanencia aparentemente fue y es la salvación de los pobres. Mas sin embargo la Iglesia Católica y sus instituciones no son para los desposeídos. Ella vive de estos, se enriquece de estos bajo su doble y abominable moral. Si hablamos del nivel de educación que éstas imparten nos conseguimos con la crueldad de la eliminación del amor por lo nuestro, por nuestras culturas originarias, por nuestras raíces.
Las empresas productoras de alimentos deben ser enjuiciadas con pena de muerte por iguales razones que a sus hermanas las del sector salud y sector educativo privado. Atacan directamente al campo, al campesino y a su trabajo, empobreciéndolo cada vez más como ser social a través de la explotación. También nos envenenan físicamente con su producción y distribución de productos químicos que con los años terminan asesinándonos silenciosamente desde nuestro hogar. Procesando alimentos alejados de lo natural, de lo sano, cuya finalidad es según ellos hacernos la vida más fácil. Pero no cuentan que ésta sea una de las maneras más eficaces para aniquilarnos sin que la gran mayoría lo perciba.
Los peores, los más hambrientos criminales son los lacayos de las pirámides de la plusvalía. Los medios de comunicación privados no son más que el catálogo de las trasnacionales, sus publicistas. Aquellos que nos dicen cómo debemos vivir. ¿Cuál es el tipo de familia perfecta según sus parámetros? Nos enseñan a vestirnos, calzar, caminar, hablar, reír, bailar, llorar. Hasta a desmayarnos con glamour y a tener sexo mientras fingimos ver estrellas. ¿Qué se usa y qué se desecha? Llenando nuestras cabezas de imágenes violentas, estériles, depravadas, vacías, nulas para el ideal humano que las revolucionarias y revolucionarios deseamos alcanzar. Catálogo de antivalores que promueve el individualismo, racismo, egoísmo, sexismo, homofobia, etc. Fábrica de conductas sociales deformadas. Promotores de las mismas desviaciones que sus más fieles defensores a través del evangelio y sus doctrinas critican. Lugar donde las mujeres no son más que un objeto sexual, siempre subyugado al poder del hombre, cuyo único fin es procrear, servir al marido o sencillamente ser tonta y estar buena para terminar siendo la prostituta de cualquiera. Lugar donde se marca y se afianza profundamente las diferencias sociales por situación de raza, credo y clase social. Donde el hombre y la mujer afrodecendientes jamás serán los protagonistas de ninguna historia que los dignifique. Donde el amor tiene precio y se paga con dinero. Las telenovelas y sus películas nunca terminan con un final feliz en el barrio. La felicidad sólo es posible en una residencia del Este y el trabajador del Oeste si no es tratado como Malandro, traficante, chulo, entre otros descalificativos, termina estando eternamente agradecido por ser pobre y explotado por sus amos. No hay cabida para la mujer real, para la mujer normal, rellena, gordita, con estrías, acné, celulitis. Las mujeres de verdad jamás tendremos el protagonismo en sus espacios porque la fémina para ellos es un producto y lo honesto no vende. Es allí, en esa escuela que funciona las veinticuatros horas del día, donde nuestros niños y niñas dejan de ser seres libres pensadores, críticos para convertirse en futuros consumidores de la maravillas que esa caja con imágenes abstractas nos impone. Nuestros hijos son el flanco más débil, pues son los más vulnerables a la mentira de existencia que promueven los hacedores de belleza y estilo.
Los medios de comunicación privados, nos impiden el verdadero ejercicio de la libertad de escoger, de expresarnos, nos convierten en manadas alienadas que sirvan a los intereses del mercado. Esto lo logran a través de la manipulación constante, llenándonos la cabeza de programaciones que incitan al odio, a la guerra, a la intolerancia, a la desigualdad, a la injusticia, a la rebeldía insensata y deleble. Ellos nos alejan del estudio, de la profundización de la historia, de la poesía, en conjunto nos alejan de las artes. Ellos y sus secuaces no colocan ni colocaran su pluma o su lente en manos de la revolución de los pueblos porque los sucesos a narrar les perjudican. No les interesa que nos enteremos de su origen y de su finalidad, pues sabríamos que junto a las religiones dominantes nos han decapitado haciendo uso del oscurantismo. Prefieren mantenernos a fuerza de uñas postizas, necesidades ficticias que cada vez son más numerosas y volátiles. De cuerpos perfectos para que acudamos cada día a comprar sus formulas milagrosas para la belleza. Nos inculcan el status para que compremos zapatos, trajes, joyas, etc. Todo lo que nos haga alejarnos cada vez más de lo realmente importante para la salvación de los pueblos del mundo que no está representada en otra cosa que en la justicia social. Educación digna y gratuita, acceso a la salud como un derecho humano fundamental vinculado estrechamente con el derecho a la vida. La promoción de la cultura como medio de entretenimiento y formación. Nos alejan del amor por la vida, por la patria. Deforman nuestros sentimientos haciéndonos de plástico sin otro objetivo en la vida que jodernos para conseguir sus recetas de la felicidad.
Es por esto y muchas otras razones tan feroces y puntuales camaradas que El Estado no puede seguir siendo flexible ante estos monstruos que comercializan con los seres humanos. No puede haber respeto por estos asesinos de sueños. El Estado debe aplicar peso legal sobre cada una de estas instituciones siendo tajante en el cumplimiento de las leyes. Las comunidades organizadas deben ser entes vigilantes de la no vulneración de sus derechos y El Estado deberá derramarse sobre esta lucha haciendo un manto protector y ejerciendo presión sobre sus organismos públicos, llevando en conjunto Pueblo y Estado la revolución a un nivel superior que es la Patria Socialista, aspirando siempre a la creación del Estado Comunista. Regresar al origen es la salvación del planeta y de las especies que lo habitan.
Mientras El Estado siga colocando dinero de nuestros ingresos en los bolsillos de la oligarquía jamás se consolidará la revolución. Sigamos el ejemplo de Cuba, de La Comuna de Paris. Entendamos de una vez por todas que estamos en guerra y que con el enemigo no se negocia, no se pacta, no se acuerda y no se le da una gota de poder. La oligarquía no debe seguir ejerciendo peso en las decisiones de la nación ni fuera ni dentro de la Revolución Bolivariana, ni de ninguna revolución del mundo. Un empresario, un burgués no puede permitírsele cabida en los espacios de poder porque sus intereses personales siempre estarán primero que todo lo hermoso y lo grande. Ésta, nuestra fábrica de ideas Bolivarianas que estamos levantando para el beneficio de todas y todos los desposeídos del mundo, debe alejarse lo más rápido posible de las garras de los demagogos oportunistas.
Radicalicemos el proceso, miremos al enemigo no sólo desde afuera, desde adentro nos destruye de manera inminente, porque camaradas el enemigo duerme y fornica con nosotros, el enemigo está en cada uno de nosotros.
PATRIA SOCIALISTA o MUERTE.
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