¿Cuál es la fórmula para vincular las luchas de los movimientos
sociales a las aspiraciones de una “mayoría silenciosa” atrapada
en el pensamiento único, el consumismo y los efectos de una crisis
devastadora? No hay recetas mágicas. Pero según Esther Vivas*,
reconocida activista social y miembro del Centre d’Estudis sobre
Moviments Socials (CEMS) de la Universitat Pompeu Fabra, cualquier
propuesta transformadora ha de pasar por la “autoorganización de
las clases populares desde una perspectiva anticapitalista, y un
ecologismo radical”.
La movilización de las clases populares es uno de los principales
retos del presente. “La historia no está escrita y el sistema
capitalista se encuentra más deslegitimado que nunca”, afirma Esther
Vivas. Por eso, en un contexto de crisis global, la autora
de “Supermercados, no gracias” o “Resistencias globales. De
Seattle a la crisis de Wall Street” apuesta por avanzar
coordinando las resistencias y evitando los sectarismos.
En plena crisis global, parece que la izquierda cuenta, en
general, con poco discurso y escasa capacidad de movilización.
¿Cuál piensas que debe ser el mensaje?
Vivimos inmersos en una crisis económica, financiera, social y
ambiental de la que sólo podemos salir desde una perspectiva
anticapitalista de ruptura y una propuesta ecologista radical.
Sólo así podremos evitar el cambio climático y garantizar la
supervivencia de la especie en el planeta. Y todo ello a partir de
la autoorganización de las clases populares desde la base, algo
que es hoy más necesario que nunca.
¿Y cómo dar un impulso, que es hoy imprescindible, a los
movimientos sociales con el fin de fortalecerlos?
Opino que es decisivo coordinar las luchas de todos los sectores
afectados por la crisis: mujeres, grupos ecologistas,
sindicalistas, estudiantes, corrientes marxistas, libertarias,
etcétera; sin sectarismos y actuando en el ámbito local pero con
una perspectiva global. En este sentido, es fundamental trascender
los núcleos militantes, donde estamos los ya convencidos. También
hemos de radicalizar las propuestas. Tenemos que hablar de la
nacionalización de la banca, de una reforma fiscal progresiva o de
prohibir los despidos en empresas con beneficios, por poner
algunos ejemplos.
¿Qué retos ha de afrontar de manera inmediata la izquierda
alternativa en sociedades estragadas por la crisis?
En síntesis, te diría que lo primero es cambiar la correlación de
fuerzas entre capital y trabajo. En los centros de trabajo las
luchas son en muchos casos defensivas, por el miedo que produce la
crisis, pero también por el papel de los sindicatos mayoritarios,
que siguen una estrategia de concertación y diálogo más que de
lucha en la calle. En términos generales, la respuesta a la crisis
está siendo todavía muy débil, justo en el momento de mayor
descrédito del sistema. Al contrario, lo que se percibe es una
fragmentación y desarticulación de los movimientos sociales. De
todas formas, en los últimos meses vemos un repunte de la
movilización en algunos países, a medida que los recortes sociales
se intensifican, como en Francia, Grecia, la huelga general en
Portugal o las protestas estudiantiles en Gran Bretaña. Hay que
ver si son indicativas de un cambio de etapa y del inicio de un
periodo de mayor movilización aunque sea todavía frágil.
Tal vez lo más importante, a la vez que complicado, sea
conectar con las clases populares.
Estoy de acuerdo. En ocasiones hemos de hacer un esfuerzo para
transmitir con claridad a la gente propuestas más o menos
abstractas. Pienso, por poner dos casos, en la tasa Tobin o en la
abolición de la deuda externa. Pero no sólo se trata de conseguir
que el mensaje sea comprensible sino de promover la movilización.
Y aquí sí que no hay recetas mágicas. Decía Daniel Bensaïd que
nadie sabe cómo cambiar el sistema. Y tiene razón. Sin embargo,
tenemos algunas ideas y pistas hacia donde ir. La historia no está
escrita y los caminos de transformación permanecen abiertos.
A medida que se acentúe esta crisis global, ¿cómo crees que van
a reaccionar las clases populares?
Una de las posibilidades es que se rebelen los sectores sociales
castigados por la crisis. Pero también puede ocurrir que se
generalicen los planteamientos xenófobos, inducidos sobre todo por
el miedo y el egoísmo. Por eso uno de los principales problemas de
los próximos tiempos es la capacidad de la extrema derecha para
marcar la agenda política. En Cataluña se ha visto muy claramente
con la plataforma de Anglada, cuyo discurso ha obligado a
adaptarse a todas las fuerzas políticas. La izquierda, por el
contrario, ha de sostener frente a esta amenaza las banderas de la
solidaridad, el antiracismo y el internacionalismo.
Estos riesgos no dicen mucho a favor de las “democracias”
liberales ni del sistema político en general.
Y no sólo se trata de la presencia cada vez mayor de la extrema
derecha en Europa ni del crecimiento de las tendencias xenófobas.
Se está produciendo asimismo una criminalización cada vez mayor de
los movimientos sociales. Tras la represión contra las protestas
durante la huelga general del 29 de septiembre en Barcelona y el
desalojo de la antigua sede del Banco Español del Crédito que
permanecía ocupada, la teniente de alcalde de Barcelona y
responsable de seguridad, Assumpta Escarp, alentó el cierre de
webs alternativas como Kaos en la Red, entre otras. Si a esto
sumamos la Ley de Partidos o el cierre de Egunkaria, obtenemos un
panorama desolador.
¿Y qué queda de todo aquello de “refundar” el capitalismo?
“Refundar” o “moralizar” el capitalismo es una gran patraña
inventada por políticos como Gordon Brown o Sarkozy para ocultar
su verdadero objetivo: transferir el coste de la crisis a las
clases populares. Todas las reformas que se plantean adoptan un
punto de vista regresivo. Al fin y al cabo, no son sino la
materialización de la connivencia entre los gobiernos y el capital
privado. Fíjate sino, en los rescates de Grecia e Irlanda.
Constituyen una réplica de los ajustes estructurales que sufrieron
en la década de los 90 los países de África y América Latina.
Por último, desde tu participación militante en las luchas
antiglobalización y los foros sociales, ¿Qué aprendizajes pueden
extraerse para las luchas del presente?
Más que victorias concretas, que hubo muy pocas, las conquistas
fueron sobre todo de carácter simbólico. El movimiento
antiglobalización contribuyó a desenmascarar las instituciones y
principios rectores de la globalización neoliberal. El ascenso de
las luchas antiglobalización fue el comienzo de un nuevo periodo
que ponía fin al triunfalismo neoliberal de comienzos de los 90,
mostraba las contradicciones del proceso de globalización y dejaba
claro que la historia no había terminado, contrariamente a lo que
proclamaban los defensores del sistema. La crisis actual da la
razón a las críticas que hacían los jóvenes altermundialistas de
Seattle en 1999. Ya entonces se denunciaba algo que hoy es
evidente: que el sistema capitalista resulta incompatible con la
satisfacción de las necesidades básicas de la humanidad. Sino, que
expliquen por qué una de cada seis personas en el mundo pasan
hambre, cuando existen hoy más alimentos que nunca.
+ info: http://esthervivas.wordpress.com