Pero como si esto fuera poco, cuando las estrategias de aniquilación no han surtido el efecto buscado, y cuando los métodos criminales no han sido suficientemente eficaces, se ha apelado a seducir o sobornar a líderes y sectores de la izquierda, convirtiendo a algunas de sus prominentes figuras en defensores del statu quo.
En medio de la adversidad que la ha llevado casi al punto de desaparecer, la izquierda ha resurgido una y otra vez, tras el fuego, como el Ave Fénix de las cenizas. Pareciera que no somos conscientes de ello. Con frecuencia se olvida que la existencia en nuestro país de la oposición política ha tenido un costo inmenso en vidas humanas y que varias generaciones han sido literalmente desaparecidas en el intento de construir un modelo social diferente.
Estos ciclos de violencia y persecución no han pasado sin dejar una dolorosa huella. Se refleja en las deformaciones de la personalidad política de la izquierda desde sus orígenes. Se prefiere el individualismo o la secta al proyecto colectivo. La desconfianza innata y el prejuicio se anticipan como forma privilegiada del debate. Durante un largo período se creyó a ciegas que el uso de la violencia, o cualquier clase de métodos, era justificable ante el uso brutal de la fuerza por las instituciones oficiales y sus grupos paramilitares. En fin, la ausencia manifiesta o la precariedad de verdaderos hábitos democráticos ha sido una de las principales trabas para el ejercicio de la acción transformadora.
Fueron necesarios casi cien años para que los movimientos democráticos se encontraran en una coalición compuesta por múltiples movimientos sociales y por partidos de diversas características ideológicas. Resultado de ello es el joven partido Polo Democrático Alternativo.
Para el Polo los últimos dos años han sido especialmente difíciles.
El partido ha estado sometido a duras pruebas. Tres de ellas presentan
una enorme dificultad. La gestión de la Alcaldía de Bogotá ha estado en
el ojo del huracán debido, de una parte, al cuestionamiento por el
procedimiento a través del cual han sido otorgados numerosos contratos
de obras públicas y, de otra, por los costosos retrasos que ha tenido
la administración en la ejecución de las obras que ha emprendido.
Además de esto, están las diferencias internas que existen dentro del
partido y que no le han permitido avanzar en la consolidación de
posiciones que permitan mediar entre la autonomía de tendencias y los
intereses generales del partido. Estas diferencias que se han ventilado
sin tener reglas claras en el debate público e interno, han sido
instrumentalizadas para tratar de menoscabar el significativo respaldo
que ha alcanzado el Polo en sus muy cortos años de vida; tiempo dentro
del cual ha derrotado consecutivamente en dos períodos a los partidos
tradicionales en varias administraciones u órganos de decisión locales.
Otra dura prueba ha sido la persecución de que ha sido víctima el
partido a través del espionaje, campañas sistemáticas de desprestigio
de toda índole y el asesinato político. Tan solo en 2010 fueron
asesinados 13 líderes del Polo.
Muchos han tratado de que no existamos, pero hemos sobrevivido. A pesar
de todos los embates y de los sectarismos propios, la izquierda
democrática ha sido generosa con sus detractores y victimarios. Ha
hecho ingentes esfuerzos por dialogar con todos los sectores, ha buscado
la salida definitiva del conflicto armado interno, ha participado
obstinadamente en los procesos electorales, participó en 1991 hombro a
hombro con múltiples corrientes políticas en la creación de la
Constitución y su carta de derechos, etcétera. Pero, al mismo tiempo,
pareciese que a la izquierda le falta generosidad consigo misma para
tratar sus propias dificultades. Se debe ser generosos con el otro, pero
también consigo mismo, pues, inmersos en discusiones internas y toda
suerte de antagonismos, la izquierda no puede asumir una actitud
autodestructiva.
Pedimos ser generosos con nosotros mismos y sensatos, pero que al mismo tiempo no seamos ciegos y afrontemos con responsabilidad política nuestras deficiencias. Ha llegado el tiempo de hacer una profunda reflexión sobre quiénes somos y hacia dónde vamos. El partido puede, por su esencia y talante democráticos, cambiar el país, participar en la movilización social civil y suprapartidista que ya señala un camino hacia la lucha por los derechos fundamentales de todos y puede, atraer a los sectores desencantados de la política. Con este objetivo el Polo debe trazar directrices precisas en este período sobre su agenda política:
Necesita ejercer la oposición a este gobierno y, al mismo tiempo, desarrollar una férrea lucha contra los sectores que integran el bloque criminal ligado a la parapolítica y al poder terrateniente; exigir que sus actuaciones no queden en la impunidad y que se desmantelen definitivamente las estructuras paramilitares.
Acompañar las movilizaciones sociales de las víctimas de crímenes
contra la humanidad en su reivindicación de Verdad, Justicia y
Reparación, así como en los procesos de restitución de tierras.
Acompañar a los sectores campesinos, indígenas, afrodescendientes y a
los trabajadores de las grandes empresas que explotan recursos
naturales estratégicos, en su resistencia a los megaproyectos y a la
minería industrial.
Acompañar a las personas y comunidades víctimas de los desastres naturales y velar por salidas reales y transparentes a su actual situación de desamparo.
Tener la iniciativa en la búsqueda de la Paz y en la creación de un
escenario de diálogo directo entre las partes del conflicto armado.
Para poder hacer esto es necesario aprender de nuestros errores.
Contrarrestar todo vicio ligado a prácticas corruptas o clientelistas, así como profundizar las prácticas democráticas y derrotar toda forma de caudillismo. Evitar los debates abstractos sobre la definición teórica del régimen y prestar toda la atención posible al desarrollo de estrategias concretas que nos pongan en la iniciativa del debate público. No olvidar que el Polo Democrático Alternativo está llamado a defender los derechos de todos los colombianos y colombianas. Se lo debemos no sólo a las generaciones venideras, sino, además, a cerca de diez mil líderes que en las últimas décadas han sido asesinados o desaparecidos en la lucha por la conquista de los derechos fundamentales, por una sociedad democrática y por una nación en la que tengan un lugar digno todos sus habitantes.
VAMOS POR LOS DERECHOS