¡Apoyamos la legítima rebelión popular contra
la sanguinaria dictadura de Gadafi!
¡Ni Gadafi ni intervención imperialista!
¡Por una salida libre e independiente de
los trabajadores y el pueblo libio!
Después de derribar las dictaduras de Ben Alí en Túnez y de Mubarak en Egipto, la colosal rebelión de los pueblos árabes no se detiene. Movilizaciones y protestas masivas resuenan desde Marruecos al Golfo Pérsico. Y en casi todos los casos, la respuesta de estos regímenes ha sido la represión más sanguinaria.
Pero, en el caso de Libia, la represión desatada por Gadafi no ha hecho retroceder la protesta. Por el contrario, la ha ido profundizando. En varias ciudades, el ejército se dividió, las movilizaciones populares tomaron cuarteles y arsenales y se formaron comités populares y milicias.
Este estallido de rebelión popular ha llevado entonces a una situación de virtual guerra civil, en el sentido de que el régimen ha perdido el control territorial de una parte importante de Libia, aunque por otro lado no es posible todavía precisar bien el grado de unidad y características de las fuerzas que controlan hoy esa parte del país. Las primeras impresiones son de un lógico carácter heterogéneo, como sucede también en los otros procesos de la región.
La más que justificada rebelión del pueblo libio contra Gadafi no sólo intentó ser reprimida a sangre y fuego por el dictador, entre otras formas mediante el bombardeo aéreo de la población civil inerme y ahora con el empleo de mercenarios importados de Arabia saudita y de países africanos. Además, Gadafi ha tenido el desparpajo de ensayar una defensa política: trata de legitimar a su régimen y esa bestial represión, presentándose no como blanco de una justificada rebelión popular, sino como víctima simultánea de los imperialismos yanqui y europeos... y de Al-Qaeda.
Evidentemente, Gadafi cree que los pueblos árabes y del resto del planeta no tienen memoria. Que han olvidado que hace ya mucho tiempo abandonó toda veleidad de antiimperialismo (aunque fuese de opereta), que traicionó la lucha de los pueblos árabes, en especial de los palestinos, y que hizo las paces con EEUU y los imperialismos europeos.
Desde los ’90, Gadafi dio un giro político de 180º, sometiéndose a todas las exigencias del imperialismo, y al mismo tiempo convirtiéndose en uno de sus más importantes socios financieros y petroleros, a través en primer lugar de Francia e Italia. ¡Por eso, cada vez que visitaba esos países, Sarkozy y Berlusconi lo recibían con alfombra roja, como un prócer benemérito!
¡Hoy Gadafi es igual a Mubarak!
Gadafi cumplió el ciclo usual de los nacionalismos burgueses de la región y del resto del “tercer mundo”: amanecen como “antiimperialistas”, para después en su ocaso transformarse en socios-intermediarios locales de las metrópolis. La particularidad de Libia es que esta órbita clásica se recorrió bajo la jefatura de un solo personaje, Muamar Gadafi.
Mientras que en Egipto las distintas fases de ese ciclo la encabezaron diferentes gobernantes, en Libia fue Gadafi quien estuvo al frente en todo momento. En Egipto, la fase “antiimperialista” la encabezó Nasser; luego, la fase de capitulación y de asociación con el imperialismo se cumplió bajo el mando Sadat y Mubarak, el recientemente dictador derrocado. ¡Hoy Gadafi no es Nasser; es Mubarak!
Por eso, no fue casual que el más público y resonante acto político de Gadafi antes de la revuelta de Libia, fuese el apoyo rotundo a Mubarak cuando comenzaba a ser asediado por las masas egipcias.
La capitulación de Gadafi al imperialismo fue acompañada de un enriquecimiento fenomenal de su clan familiar. Además de convertirse en billonarios, en una de las familias más ricas del planeta, los Gadafi convirtieron a Libia, de hecho, en una monarquía petrolera, estilo Arabia saudita, donde la familia real acapara no sólo la administración de la renta de hidrocarburos sino también el poder político. Uno de sus hijos ya era visiblemente el príncipe heredero, otro comandaba las fuerzas armadas, etc., etc.
En contraste con los fenomenales ingresos de la renta de petrolera y la repugnante ostentación de riqueza del clan Gadafi, la gran mayoría del pueblo de Libia vive cada vez peor. ¡Basta un solo dato: el desempleo juvenil en Libia llega casi al 50% y es el mayor de todo el norte de África! Es que, además, Libia con Gadafi no sólo no desarrolló ninguna rama de la economía fuera de la extracción de hidrocarburos, sino que esa misma industria no emplea preferentemente a obreros libios sino a trabajadores extranjeros. ¡Son enclaves coloniales casi cien por cien!
En esta situación, es explicable que la juventud de Libia haya estado a la cabeza de las protestas. En los discursos donde pretende volver a presentarse como “antiimperialista” Gadafi trata de explicar este vuelco masivo de los jóvenes diciendo que son drogadictos... Las drogas las proporcionarían Al Qaeda que pone pastillas alucinógenas en las bebidas de los jóvenes... Esa es la explicación que ha dado públicamente Gadafi del odio masivo de la juventud a su régimen...
Por estos motivos son repudiables las posiciones asumidas por Chávez, Fidel Castro y Daniel Ortega, que han salido a defender incondicionalmente a Gadafi y su pandilla, como si se tratase del “antiimperialista” de 20 o 30 años atrás!
Su apoyo político directo e incondicional a este genocida lo hacen con el pretexto de impedir una intervención imperialista en Libia. ¿Pero quién sino Gadafi hizo de Libia un enclave colonial petrolero? ¿Y quién sino Gadafi, con sus masacres, está dando al imperialismo los pretextos “humanitarios” que le permitirían justificar y legitimar una intervención en Libia?
En su escandalosa posición de apoyo incondicional a este criminal, Chávez, Castro y Ortega tienen en cuenta cualquier cosa menos el actor fundamental, el pueblo de Libia y la opinión que expresa al rebelarse masivamente contra Gadafi. La realpolitik que practican Chávez y Castro no tiene en cuenta la opinión ni los intereses de los pueblos. Sólo le importa las relaciones entre estados y sobre todo sus intereses inmediatos, que especialmente en el caso de Chávez incluyen los buenos negocios que mantiene con Gadafi.
¡Fuera de Libia las manos del imperialismo!
El régimen de Gadafi garantizó al imperialismo, especialmente de la Unión Europea, la succión de las riquezas petroleras de Libia sin mayores inconvenientes. Ahora, la rebelión popular ha terminado bruscamente con esa situación paradisíaca para las petroleras imperialistas y para Gadafi y su clan familiar, beneficiarios principales de la renta petrolera.
La situación creada por la revuelta y la perspectiva de una guerra civil, ha cambiado dramáticamente el escenario. En lo inmediato, esto ha provocado una crisis de abastecimiento, que se refleja en el aumento vertiginoso de los precios de hidrocarburos. Entonces, las petroleras imperialistas y las potencias en las que se encuadran, enfrentan la necesidad urgente de volver a “poner orden” en Libia. Además, es seguro que entre esos tiburones ya se está considerando cómo serán las nuevas condiciones para operar, así como la posibilidad de un nuevo reparto de la torta (Libia era principalmente territorio de las petroleras europeas).
Las distintas potencias imperialistas no tienen exactamente los mismos intereses en Libia, pero coinciden en que hay que “pacificar” el país, para retornar a su explotación “normal”. O sea, seguir imponiendo, ahora bajo otras formas y con otros personajes, el orden semicolonial que antes garantizaban Gadafi y su clan familiar.
Sin embargo, esta coincidencia general en una intervención imperialista, varía ampliamente cuando se trata de definirla y concretarla en los hechos. Es que en, primer lugar, parece difícil que Gadafi y su clan estén en condiciones de volver a imponer el orden en todo el país y se regrese con ellos a la “normalidad” perdida. A partir de allí se discuten abiertamente todo tipo de variantes, que van desde presiones diplomáticas y comerciales hasta directamente una invasión de la OTAN. Entre ambos extremos, también está sobre la mesa que la ONU cumpla una vez más su papel de instrumento del imperialismo, enviando “cascos azules”. O sea, otra forma de ocupación militar imperialista, pero decorada con pintura “humanitaria” y “pacifista”.
Tanto los operativos “pacíficos” y “humanitarios” del imperialismo como los operativos militares pueden estar facilitados en Libia por su peculiar formación económico-social.
A diferencia de Egipto o Túnez –cuyas respectivas formaciones económico-sociales son modernas, donde predomina la estructuración en clases sociales–, en Libia aún tienen peso importante las estructuras tribales, precapitalistas.
Con la urbanización y el desarrollo del capitalismo, en Libia se han ido desarrollando clases modernas (trabajadores asalariados, clases medias, burguesía), pero esto ha sido mucho más limitado que en sus vecinos del norte de África. El sólo hecho de que el proletariado petrolero (prácticamente la única industria de Libia) esté formado en buena parte por trabajadores extranjeros (turcos, europeos, de otros países árabes, etc.) da una medida de la situación.
El mismo régimen de Gadafi, aunque inicialmente se proclamase “socialista árabe”, no hizo gran cosa para cambiar este peso de las estructuras tribales arcaicas en su formación económico-social. Jamás tomó medidas serias –ni siquiera en su primera época “progresista” y “antiimperialista”– para disolver las estructuras tribales en clases sociales modernas, como hubiera sido alentar el desarrollo de diferentes ramas de producción, para no depender exclusivamente de la parasitaria renta petrolera. Además, políticamente, para ejercer el poder, Gadafi se apoyó en este complejo de estructuras tribales. A la cabeza del aparato militar, Gadafi ejerció un bonapartismo peculiar, arbitrando entre las diferentes tribus (y sus jefes) la distribución de la renta de hidrocarburos.
En ese contexto, aunque el estallido de protestas masivas abarcó todo el país, incluyendo la capital, Trípoli, no parece casual que la rebelión haya triunfado en la región este de Libia (la Cirenaica, cuya principal ciudad es Bengasi). Aunque esa región es la principal zona productora de hidrocarburos, las tribus que la habitan parecen haber sido las más desfavorecidas en el reparto de la renta petrolera.
Un grave peligro es que la supervivencia de estructuras tribales y el desarrollo relativamente más débil de clases sociales modernas, puede facilitar las operaciones políticas del imperialismo y también sus intervenciones militares, como ha sucedido en otros países africanos. Una variante de esas operaciones puede ser la de alentar la balcanización del país, para mejor someter a sus fragmentos.
¡Ni Gadafi ni intervención imperialista: por una salida libre e independiente
de los trabajadores y el pueblo libio!
Sea como sea, la única salida progresiva no es ni la permanencia en el poder del ex-“antiimperialista” Gadafi ni la intervención de las potencias imperialistas para poner en Trípoli otro personaje que les siga garantizando, como hizo Gadafi, la sangría de petróleo y gas de Libia.
Pese al relativo atraso de su formación económico-social en comparación con Egipto y otros países de la región, las protestas estallaron en los sectores de masas urbanas, que son socialmente los más modernizados de Libia. La única salida progresiva y realmente revolucionaria es una salida libre e independiente, apoyada esencialmente en los trabajadores y la juventud urbana que fueron los primeros en rebelarse siguiendo el ejemplo de Egipto.
En esa perspectiva independiente, aparece como fundamental el desarrollo de organismos, como los comités populares, que sean representativos del pueblo trabajador. Sobre esa base podrían también desarrollarse corrientes políticas independientes.
En base a esas fuerzas sociales y una política independiente, y siguiendo los ejemplos de Egipto y Túnez, será posible terminar con la dictadura y, al mismo tiempo, enfrentar la intervención e intrigas del imperialismo, a quien no le interesan los pregonados “derechos humanos” sino seguir ordeñando en paz la vaca petrolera, como le garantizaba hasta hace unos días el ex-“antiimperialista” Gadafi.
Corriente internacional Socialismo o Barbarie
25 de febrero de 2011