El crimen organizado: espina dorsal del Nuevo Orden Internacional

Desde la agresión de la OTAN  contra Yugoslavia, hace más de doce años, no presenciábamos una intervención internacional avalada por la Organización de Naciones Unidas, ONU agitando consignas de apoyo a la democracia y los derechos humanos en contra de un país soberano.  El derecho internacional hace tiempo que falleció y la estrategia de control de caos no es una novedad.  En el mes de marzo de 1999 la OTAN bombardeó Belgrado, Pristina y otras ciudades de la antigua Yugoslavia, país que sufrió las pruebas iniciales del nuevo modelo global durante la década de los noventa.  

En realidad, el concepto de caos en los sistemas dinámicos tiene más de cincuenta años.  Este se originó a partir de estudios matemáticos pero, más tarde, emergió en algunos escritos de Zbigniew Brezinski y vieron la luz del día durante la década del 70 definiendo el curso de la construcción del nuevo orden mundial durante las décadas venideras.

En el 90 por ciento de los casos, motivaciones de carácter pragmático se alzan detrás de las aplicaciones de la teoría del caos en sistemas deterministas, pero aun dejando a un lado el hecho que el concepto pareciera una reencarnación de la vieja estrategia de “divide y vencerás” la cual apunta al socavamiento de la soberanía nacional, arrebatando el control de los recursos naturales (principalmente los energéticos como también las capacidades tecnológicas) de países independientes, permitiéndole a los arquitectos del nuevo orden mundial fortalecer sus posiciones utilizando el potencial de las regiones puestas bajo su control.

Las cuatro misiones de “pacificación” lanzadas por la OTAN durante el período que va desde 1999 –Yugoslavia, Afganistán, Irak y Libia—brindan suficiente material para darse cuenta lo que tienen en común estas ofensivas en términos de sus implicancias en la política internacional.  Primero, todas las campañas similares se realizaron con el objeto de darle a la OTAN el control sobre territorios y recursos naturales, desenvolviéndose con un intenso apoyo de los medios de comunicación de masas.  Las víctimas de las agresiones son satanizadas y señaladas como enemigas de la civilización y de la humanidad y, por supuesto, las agresiones son presentadas al público --cuya estrecha visión se limita a las pantallas de televisión y monitores de computadoras—como actos de justicia.  Segundo, las mafias narcotraficantes o los grupos locales extremistas y separatistas actúan como provocadores que contribuyen a la confección de los libretos para las correspondientes campañas propagandísticas.  La vinculación entre el crimen organizado narcotraficante y las agresiones de la OTAN pudiera parecer paradojal, pero, la mayoría de los países que fueron víctimas de las agresiones de la OTAN eran atravesadas por importantes rutas de narcotráfico o reconocidas como

centros de suministro.  Por ejemplo, Afganistán e Irak mantenían la mascada del león en cuanto a la producción de hashish, marihuana y heroína y el grupo étnico Kosovo-albano existía principalmente como un enorme clan mafioso cuyo líder, Hashim Thaci, ex barón de la droga devenido en Premier del auto-proclamado Kosovo, fue una de la principales figuras del narcotráfico en Europa.

La conexión entre los supuestos luchadores por la libertad étnica y religiosa y los miembros de los grupos narcotraficantes –con frecuencia los mismos personajes—es un secreto a voces.  El jefe de la agencia de control de drogas de Rusia, V. Ivanov, enfatizó durante una conferencia de prensa el pasado 2 de marzo en la ciudad de Roma, que además de erosionar la salud pública y de socavar el orden público, el narcotráfico contribuye a la desestabilización política y de este modo acarrea graves consecuencias a las respectivas sociedades.  Señaló que existe información en el sentido que el narcotráfico es la causa principal de la proliferación del crimen organizado y del desencadenamiento de brotes de agitación en Nigeria, Costa de Marfil, Argelia, Túnez, Libia y Egipto.  Según V. Ivanov, las recientes revoluciones en algunos de los países mencionados en realidad se las puede atribuir al crimen organizado relacionado con el narcotráfico.  Tercero, la tendencia es que –aprovechando la justificación a partir de los mitos diseminados por los medios de comunicación de masas y los servicios de inteligencia—las agencias de gobierno global con celeridad emiten órdenes de atacar a los regímenes díscolos.  Después de eso, los países ansiosos de aplicar el nuevo orden mundial –apoyándose en su manifiesta superioridad militar y por lo tanto no corriendo ningún riesgo—son capaces de devastar las infraestructuras civiles y militares de sus víctimas.  Durante este proceso, la tasa de muertes civiles típicamente sobrepasa el número de bajas entre las filas de la mafia, cuyos matones fungen como luchadores por la libertad.  En cuarto lugar, los países obligados a capitular por lo general se convierten en presas de la mafia narcotraficante internacional.

Representantes de los grupos separatistas y distribuidores de drogas, son quienes desde un comienzo desatan la agitación o los enviados de sus influyentes patrones son despachados hacia los países derrotados para imponerles de manera ostensible las nuevas normas democráticas, estos asumen cargos en la burocracia posguerra y los recursos estratégicos naturales y tecnológicos de los países son cedidos a las corporaciones transnacionales.  Las poblaciones de los territorios anteriormente soberanos se hallan privadas de todas las fuentes de desarrollo socioeconómico y devienen en material humano para ser utilizado por la mafia.  Estos países supervisados por la OTAN adquieren la forma de estados pandilleros (gangsteriles) donde el pueblo es dividido en matones para los grupos delincuenciales o sirvientes de la mafia, esclavos o simples víctimas.

La situación bajo los regímenes instalados por la OTAN, con dictadores títeres, luchas entre mafias y el total menosprecio por los derechos humanos, es muy parecida a lo que se veía en las colonias.  Los medios de comunicación de masas, reflejando una pequeña fracción de lo anterior, si brindan una amplia evidencia: se informa que las fuerzas norteamericanas humillan a los iraquíes y a los afganos, la aviación de la OTAN deliberadamente da cacería a los nacionales en las zonas de combate, los prisioneros sufren agresiones sexuales y el centro de Hashim Thaci (PM de Kosovo) donde se extrae órganos humanos para su venta en la Unión Europea y Estados Unidos funciona en el mismo corazón de Europa.

Estos procesos ayudan a los arquitectos del nuevo orden mundial a acumular riqueza y poner en práctica programas de reducción demográfica,  aunque siguen siendo periféricos en la estrategia.  Obviamente, la verdadera prioridad es la de ampliar y energizar la zona de caos a control remoto que afecta a todo el mundo que se globaliza.  A la larga, se supone que este caos conducirá a la redistribución del mundo de acuerdo con un modelo socioeconómico medianamente abstracto.

Las revoluciones que destrozaron el norte de África y el Medio Oriente durante enero-marzo del corriente, estaban dirigidas a crear un cinturón de caos continuo extendiéndose desde Afganistán hasta Marruecos.  Por los momentos, Libia que ha opuesto resistencia a la agresión de la OTAN e Irán, país que claramente no va a renunciar a su soberanía, han puesto obstáculos en el desarrollo del plan. Por otra parte, sumado a los descarados objetivos geopolíticos, tales como la formación de una avanzada estratégica, desde donde toda Eurasia más el Norte de África podrían ser mantenidos a raya, como también el establecimiento de un monopolio en los precios energéticos capaz de arbitrariamente disparar o reprimir crisis globales.  El propósito del diseño geopolítico era el de propagar el caos, principalmente hacia los países de cultura europea, canalizando hacia ellos un flujo cada vez mayor de emigrantes y de drogas.

Es improbable que la mezcla resultante alcance una concentración explosiva en el futuro cercano, pero la discordia étnica que se está gestando en Alemania y Francia y sus consecuencias socioeconómicas ya prometen un colapso en gran escala.  Sin duda que la hora de la vieja Europa de asumirlo llegará algún día, aunque actualmente los arquitectos globales están preocupados por los países que son vulnerables, tales como Siria, Irán y Venezuela.  Irán es el blanco prioritario como posible candidato a una revuelta preventiva condicionada por el caos ya que es el país que se atrevió a expresar su oposición a Israel y constituye una brecha en el área criminosa que se extiende desde Afganistán hasta Marruecos además resuelto a combatir el narcotráfico.

Para Irán, la guerra con los “promotores de la democracia” es inminente.  La razón en parte es que las recientes revoluciones en el mundo árabe han dejado a Teherán con pocos aliados y han fortalecido las posiciones de Israel que también juega un papel contra Irán en el mundo virtual, guerra ya desatada y que en los planes de la OTAN este país será el siguiente en la lista después de Libia (o talvez Libia y Siria).

La pregunta final sería: ¿Cómo es posible que el hampa se haya convertido en la expresión número uno de la geopolítica actual y que el crimen organizado, con sus grupos armados, emerja como un instrumento preeminente del nuevo orden mundial?  La respuesta es sencilla: se trata de un modelo erróneamente interpretado tomado en préstamo desde las matemáticas y acertadamente aplicado como hipótesis para la repotenciación socioeconómica que sirvió para transformar a parte de la humanidad en una red organizativa estructuralmente similar a la mafia tradicional.  Su parecido estructural reproduce una variedad de formas, principios, métodos y algoritmos.  Sus implicaciones para el sistema mundial no son difíciles de comprender.

 

Nota.-

Sus comentarios y opiniones sobre este artículo serán bienvenidos en editorial@strategic-culture.org

 Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

Strategic Culture Foundation                                                           

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