Golpe de estado no, revolución sí

Cuba: ¿qué hay detrás de los razonamientos de Granma?

“Lo que explicas está en la esencia del pensamiento económico del Che. Cómo eliminar de nuestra mente el concepto de propiedad, aunque sea colectiva” - agosto 2008[1].

Celia Hart

Encarrilar la transformación del modelo fallido de «socialismo de estado» en la senda de la transición socialista, exige ir más allá del reduccionismo economista que ve en la cooperativa y la cogestión el santo y seña de la democratización del modelo socioeconómico cubano.

Granma publicada un par de textos[2] donde le descubre a los lectores cubanos las bondades sociales del cooperativismo. Ignora la copiosa  y enjundiosa literatura que el pensamiento crítico socialista ha puesto a debate desde la visión revolucionaria marxiana sobre el problema político. Como ilegítimo propietario de la palabra pública abre un debate utilitario, por orgánico al pensamiento único del PCC en torno a la salida economista de la crisis del modelo sociopolítico.

Es entendible que en ausencia de debate de ideas socialistas acerca de cómo transformar el modo de producción e intercambio neocapitalista defendido a capa y espada por el PCC, el pueblo cubano no conozca o poco conozca sobre formas socialmente superiores de organizar las fuerzas productivas del país. Es justo lo que hemos venido poniendo en evidencia, muchos cros. residentes y no-residentes, en análisis e informes durante los últimos 10 años, sin que ni Granma, ni JR ni el PCC, dueños de la palabra absoluta, hayan creído ni revolucionario ni oportuno asumir un diálogo nacional al respecto. Y es aproximadamente ese mismo periodo de tiempo en que el PCC lleva aceleradamente el modelo socioeconómico al borde del abismo. Poniendo en peligro cuasi terminal la integridad social del pueblo y la soberanía nacional de Cuba.

¿Mejor tarde que nunca? Que Granma hable hoy como quien descubre el “agua tibia” en los valores del cooperativismo cual movimiento socializante, se inscribe en el espíritu tecnócrata que ha concebido los LPES del PCC. ¿Cuáles son los motivos para felicitar a Granma?[3] Porque el problema no ha dejado de ser la naturaleza política de los cambios, aunque el órgano de prensa del PCC necesite persuadir a la población cubana de que es la económica. Cuestión que tampoco llega a ser definitivamente entendida por las voces reconocidamente socialistas del pensamiento crítico cubano residente[4].

Y no avanza y se desarrolla ese pensamiento, por cuanto, por una parte, el debate revolucionario por el socialismo en Cuba está prohibido por el PCC y, por otra, ese pensamiento crítico independiente y comprometido con el socialismo acepta la confinación oxidante a la que lo somete el poder central. No hay manera de acercarse socialmente a las verdades dialécticas si no entran en interacción libre y creativa las ideas y contradicciones de ellas resultantes, no en práctica díscola, sino justamente como criterio de la veracidad sobre lo pensado.

La ausencia de esa apertura democrática al debate de ideas por el socialismo - que en nada es sinónimo de debate de ideas contra el burocratismo o en pro del cooperativismo - es premeditada, y responde a la imposición autoritaria del Secretario del PCC acerca de que en Cuba ya todo está dicho por Fidel Castro. Donde resulta que al Líder de la Revolución no se le conoce pensamiento político que haya desarrollado ideario alguno acerca de la transformación socialista del modo de producción e intercambio capitalista con el que se lidia al triunfo de la insurrección revolucionaria en 1959. Quien en alegoría suscinta no deja duda al respecto es el intelectual y dirigente histórico de la misma Generación, Alfredo Guevara, cuando en reciente entrevista pública resume 50 años de quehacer revolucionario como un disparate, si de concepción socialista se trata. El tránsito del disparate al socialismo, sin embargo, no ha de admitir el voluntarismo autoritario que alimentó el prolongado disparate, hoy yendo con paso franco hacia el liberalismo socioeconómico.

Golpe de estado político no, revolución sí.

Tal como fundamento en análisis publicados, si los 30 primeros años (1959-1989) de «disparate» han de considerarse un proceso de cambios sociales revolucionarios, con la característica de ser dominado por dos factores: 1) el instinto reactivo contra la agresión yanqui y, 2) el reflejo condicionado por el imperativo ideológico del «real “socialismo” eurosoviético»; los 20 siguientes (1990-2010) expresan ya claramente la incapacidad estructural del modelo socioeconómico, armado bajo tales contingencias, para funcionar de manera racional y eficiente. La crisis que se produce con la caída de más del 30% del PIB entre 1991 y 1993 adquiere efectos devastadores por la mal formación estructural y funcional que ha corroido el sistema socioeconómico.

Pero ante el impacto económico del primer decenio de esos veinte años, 1990-2000, el Partido y el Gobierno - aún con el Líder de la Revolución en funciones – evita juiciosamente una salida de tipo neo-liberal a la crisis. Justo en el momento en que el recetario del Consenso de Washington campea a sus anchas destrozando las economías de América Latina. La táctica anticrisis fue absolutamente acertada, porque su motivación fue esencialmente política. La economía nacional recupera la senda del crecimiento ya a partir de 1994 y sostiene un ritmo apreciable. Lo cual se da en un escenario de apropiado e intenso reajuste macroeconómico y profunda reorientación de las relaciones económico-comerciales del país. Y ese periodo hasta 1998 cierra un ciclo de cambios muy importante, por cuanto sienta de facto el fundamento básico para emprender el proceso de transformación estrutural del modo de produción e intercambio. Entiéndase, para restructurar a fondo el modelo socioeconómico, aprovechando consecuentemente el soporte económico de mediano y largo alcance establecido con China y Venezuela.

Pero el debate intelectual y popular sobre el socialismo se conculca. Y en vez de ebullir cual caldera de ideas en discusión democrática abierta acerca de las esencias políticas de la transición socialista, el pueblo cubano es obligado por la burocracia abosolutista del PCC al prosaismo del trabajo bruto, buscando productividad con la extensividad del esfuerzo y no con la optimización de la intensidad. Vamos a entendernos.

Lo que, una vez remontada la caída en picado de la economía, resurge y se impone es el discurso cuartelario, por impositivo, sobre la “disciplina laboral” como el talón de aquiles de lo que en realidad es una evidente disfuncionalidad estructural del sistema económico. La ilustración fehaciente de la acción política torpe y entorpecedora de la “gran burocracia” política - según la llega a denominar ya el actual Jefe del PCC- se devela con la actitud del hoy promovido a vice presidente del Consejo de Estado, Machado Ventura. Es lo que pongo en evidencia incuestionable en el artículo “Cuba: entre la quinta pata del cerdo y la quinta columna política”[5]. Por mucho que la práctica expresa a gritos que el “modelo” no le sirve ya ni a los cubanos (F.Castro), la antidialéctica del pensamiento burocrático machaca a la realidad, que es machacar la inteligencia y las potencialidades creadoras del pueblo.

Por supuesto, sabemos que el PCC hace mucho que cambió el pensamiento crítico por el espejo como en la bella durmiente. Y a pesar de que el recién nombrado Primer Secretario del PCC no desaprovecha oportunidad para apelar al “debate de ideas”, todo debate revolucionario comprometido con el socialismo sigue siendo un ataque a la Revolución cubana, es darle las famosas armas al enemigo sacadas de un interminable arsenal combativo. No ha importado que con ese juego político, medrador del sentido de pertenencia en el pueblo, el modelo socioeconómico haya sido llevado al borde del precipio, según reconoce el mismo PCC puesto contra las cuerdas de una realidad que compromete su legitimidad política ante ese mismo pueblo.

En virtud de la crisis de gobernabilidad que genera la prolongación de la crisis estructural del modelo socioeconómico el PCC, a diferencia de la táctica anti neoliberal asumida por el Líder de la Revolución en el reventón de 1990-93, enrumba un camino de reformas socio-liberales ahora bajo el mando de Raúl Castro. De la política al pragmatismo. Para destrabar la válvula de escape que impide la salida del vapor acumulado por la olla de presión cubana, el Partido decide empeñar el esfuerzo del pueblo en la discusión acerca de negocios privados, mientras el problema es un millón de desempleados y subempleados; acerca de la compra venta de casas y carros, mientras el problema del poder adquisitivo de los trabajadores es crítico, el déficit de viviendas abismal y la ausencia de fábricas de automóviles en el país un hecho irracional; acerca del seudo ufructo de tierras agrícolas ociosas sin garantía financiera ni tecnológica; y, como no, acerca de la disciplina laboral bajo el ordeno y mando de la burocracia empresarial (estatalista), elevada con los LPES al rango de neo-clase pequeño burguesa con el poder de gestión sobre los recursos generados por el pueblo.

Como hace 20 años, se desestima ahora también con los LPES el emprendimiento decidido de la transformación estructural del modelo socioeconómico. El espejismo de la solución china para Cuba ha obnubilidado a la Dirigencia histórica en el poder decisorio. ¿Pueden más “las mieles del poder” (F.Castro) que la conciencia política?. Un Partido único con el gobierno absolutista del estado, la economía y la sociedad. La expansión de la empresa privada sin definición política alguna de su lugar y papel en el sistema de propiedad y relaciones sociales de producción. La preponderancia a ultranza de las empresas estatales medianas y mayores bajo el mando de una burocracia administrativa omnipotente, sin definición política alguna sobre el sistema para su gestión y control social. La expansión de la empresa mixta con capital extranjero, sin definición política alguna de su lugar y el sistema de participación y control de los trabajadores. Un espacio marginal, nada casual, a las formas de auto gobierno productivo, es decir, a las formas de empoderamiento económico del pueblo. Y un hueco negro en cuanto a la subjetivación política del pueblo, ignorando la facultad revolucionaria del mismo para ejercer control directo sobre el movimiento de los poderes institucionales y del sistema económico (RCA, 09.2011)[6]. Un postulado democrático - el control social - sin el cual el golpe de estado económico-político de las fuerzas realmente apoderadas penderá sobre la nación cual espada de dámocles. Cuando no se entiende la relación dialéctica materialista entre causalidad y casualidad, no se entenderá la cosa que propicia los cambios contrarrevolucionarios.

Dado que el pragmatismo reformista del sistema económico no se basa en definiciones de economía política alguna ni en fundamentaciones teóricas sobre la prefiguración de las relaciones sociales de producción, toda la reforma de los LPES deriva en el liberalismo por la ausencia de una concepción socialista sistémica del cambio. La relación entre estado y mercado, el papel económico de cada una de dichas configuraciones estructurales, brilla por su ausencia. La articulación de ambas instancias de distribución de recursos - económicos y humanos – en una concepción de autogestión comunitaria de la sociedad, no se concibe como piedra angular del modelo socioeconómico al que habría de encaminarse la transición socialista.

En su defecto, los LPES del PCC asumen una seudo reforma del modelo centro-estatista proponiendo el experimento de Artemisa como entretenimiento político de la sociedad. Por cuanto la pretendida separación nominativa de funciones personales en la direción política (Partido) y la dirección administrativa (Poder Popular)de una instancia de gobierno en nada cambia los fundamentos determinantes, sociales y económicos, del sistema socio-político.

Esos fundamentos transforman en una cualidad superior el sistema socio-político sí y solamente si se asumen tres presupuestos estructurales:

  1. la reconstrucción de una nueva cultura del trabajo, cuyo factor determinante no puede ser otro que la libre asociación productiva de los ciudadanos, bajo la condición sine qua non de la no explotación del trabajo ajeno en beneficio privado;
  2. una conformación del estado que responda a la horizontalidad que el movimiento de la sociedad necesita para desarrollar su potencialidad creativa;
  3. la expansión de un modelo socioeconómico, cuya sostenibilidad se de en conservación del equilibrio entre IDH y la forma de vida planetaria, dado hoy  en el país bajo condiciones de subdesarrollo.

De lo cual cabe inferir los siguientes principios políticos:

Del presupuesto 1).- la no explotación de trabajo ajeno en beneficio de la reproducción ampliada y de la concentración concomitante de capital. En dicho marco político se mueve libremente todo tipo de propiedad - estatalizada, socializada y privada - sobre los factores de producción. Repitamos, sobre el trabajo, la tierra y el capital.

Del presupuesto 2).- la delimitación de los dominios del estado y el mercado como instancias de distribución y gestión racional de los recursos humanos y económicos. Los espacios socioeconómicos en que ambas mediaciones resultan eficientes. Los instrumentos macroeconómicos y administrativos con que el estado potencia la racionalidad y la eficiencia socio-económica del mercado. Las políticas monetaria y fiscal, así como el intervencionismo con que las políticas económicas del estado a mediano y largo plazo han de estimular los equilibrios del desarrollo social y económico territorial y nacional.

Del presupuesto 3).- el Informe de la Comisión Mundial sobre Ambiente y Desarrollo (Brundtland, 1987)[7] destaca que el objetivo del desarrollo sostenible es “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”. La construcción socio-material del presente por las presentes generaciones constituye el acervo cultural, y no el lastre, que propicia a las futuras seguir construyendo el presente. Hoy Cuba presenta un equilibrio racional entre el IDH y la huella de vida planetaria. Pero es un equilibrio precario. El alto IDH se consigue con una alta inversión en el desarrollo social. Pero la baja huella ecológica se desprende del nivel de subdesarrollo económico del país, y no de una expansión racional del crecimiento. Ni puede aspirarse al sostenimiento de un alto IDH sin la expansión económica de las fuerzas productivas, ni esa expansión será sostenible bajo la irracionalidad del modelo socioeconómico actual. Si la transformación que se necesita del modelo socioeconómico no se enfila según relaciones de producción socialistas no habrá posibilidad de lograr un evolución cualitativa ascendente del equilibrio expuesto.

Hacia una «mesa redonda» democrática

Si el análisis sobre la transformación del modelo socioeconómico cubano no se asume como credo político hacia la transición socialista y, por consiguiente, no se abre al debate democrático sobre las formas que han de hacerlo posible, se le estará haciendo perder al pueblo otros 25 preciosos años, el tiempo que le bastaría a una generación para lograr el salto al desarrollo.

En consecuencia, lo que importa ahora mismo, ante los cambios liberales asumidos por el PCC, es centrar el debate socialista sobre la transformación sistémica que se necesita para no empedrar el camino de la expansión económica socialmente sostenible. Las cooperativas y el cooperativismo son una expresión del contenido, no el contenido en sí. Este destaque dialéctico es relevante, por cuanto de la misma forma que las cooperativas surgen como formas reactivas sociales inscriptas en el modo de producción e intercambio capitalista - según estudia y define Marx -, hablar de cooperativismo en Cuba como un elemento reivindicativo dentro de la llamada “actualización” del «socialismo de estado» actual, implica reafirmar el rumbo socio-liberal que impone el PCC con los LPES.

Lo que los razonamientos de Granma inducen, desde el tratamiento político mediatizado de las bondades sociales del objeto: la cooperativa, es la asimilación del cooperativismo como forma legitimadora del neo-capitalismo de estado en tanto modelo socioeconómico. No se transforma la esencia política de dicho estado con un movimiento cooperativo. Por cuanto la lógica de desarrollo de tal forma de organización productiva actúa de manera endógena. A menos que la estructuración del modelo socioeconómico establezca las condiciones sistémicas para la hegemonía de la socialización del régimen de propiedad. No es el caso de la “actualización” del modelo según los LPES del PCC.

En el artículo “Hacia el socialismo en Cuba: ni propiedad ni excedente” (RCA; 2006)[8] centro la atención en lo que he definido como el fetiche de la propiedad. Marx, sabemos, fundamenta el fetiche de la mercancía como el leitmotiv del modo de producción capitalista. Lo que conocemos como consumismo es la denominación vulgar del fetiche de la mercancía que el capitalista crea como reflejo condicionado en el consumidor. Es la expresión de la no siempre bien ponderada relación D-M-D´. La mercancía es el centro de gravedad de la transformación del dinero en capital. Esa metaformosis se da en el proceso de circulación, es, por lo tanto, secundaria con respecto al trabajo como proceso de producción de la plusvalía.

Para imaginar el modo de producción socialista, sin embargo, lo que ha de ocupar la atención es la naturaleza de la mercancía por excelencia en el capitalismo. No es la mercancía en tanto valor de cambio del producto, sino la fuerza de trabajo en tanto fuente de reproducción del capital. Entonces, lo que en realidad predomina como la cosa en el capitalismo es el fetichismo sobre una mercancía especial: la fuerza de trabajo. El fetiche de la propiedad. No es meramente necesario, sino imprescindible apropiarse de la fuerza de trabajo, mediante la relación del trabajo asalariado, para poder posesionarse de la plusvalía que el trabajo produce. Sin esa plusvalía no se da la reproducción ampliada del capital. No se acumula ni, en consecuencia, se puede dar la concentración del capital.

En cambio, en “El socialismo en Cuba: más allá de la cooperativa y el cooperativismo. Superando el fetichismo de la propiedad” (2008)[9], llamo la atención sobre la naturaleza política de la cooperativa. Esta forma de organización productiva emerge en el modo de producción capitalista como autodefensa de los trabajadores ante el expolio directo de la plusvalía por el contubernio propietario-capitalista/mercado. Esa plusvalía queda ahora en posesión del colectivo de trabajadores asociados cooperativamente. De ellos depende la forma en que distribuirán la forma monetaria del resultado de su trabajo, los ingresos obtenidos en el mercado. Cada cooperativa es un ente privado y así lo tipifica el derecho burgués, para de esa forma establecer el común denominador de jure de la propiedad en el capitalismo, aunque la cooperativa de facto embrione relaciones sociales de producción. Los que quieran organizarse como propiedad privada cooperativa pueden hacerlo a la luz de la ley. Ello no cambia el hecho histórico de la acumulación originaria de capital privado. No cambia la realidad de que la economía de mercado potencia la acumulación capitalista privada y no la de las formas cooperativas. De hecho, la expansión de las cooperativas en la economía de mercado tiende a la hibridación con formas de propiedad puramente privadas, donde el trabajo asalariado es la relación social que torna competitivos a los entes económicos (la cooperativa vasca de Mondragón es un caso de estudio al respecto).

En consecuencia, reducir la idea sobre el modo de produción e intercambio socialista a la forma contamina el contenido. El error del materialismo vulgar (desde Ricardo a Fouerbach) de confundir la materia con la sustancia, asumiéndolas como símiles, cuando la materia no es más que una categoría filosófica. El resultado político no puede ser otro que la mediatización del modo de producción y de las potencialidades socioeconómicas que, más allá de la forma puntual de la cooperativa, ofrece la libre asociación de los trabajadores para producir e intercambiar. El hecho de que el PCC en Cuba haya limitado las formas cooperativas al campo de la producción agrícola, y que marginalice su existencia en los LPES, explica la incomprensión de la cosa en sí.

¿Qué principios sistémicos hacen la diferencia clave en términos de un modo de relaciones socialistas de producción e intercambio?.

Primero – la apropiación social del producto del trabajo. Justo el presupuesto y el principio número 1 explicado anteriormente. Puesto que el marco político que así se establece crea un espacio de participación solidaria y empoderamiento económico común ilimitado, en cuanto a las formas que reivindiquen la producción social y la distribución de plusvalía socializada.

Segundo – la socialización de la renta del trabajo y del ingreso social. Bajo la consideración de que:

a) la re-distribución de la renta empresarial tanto vertical (estado) como horizontalmente (comunidades) es objeto de igual principio. La progresión del necesario impuesto sobre la renta socializa el beneficio extra que los entes económicos, en tanto sujetos empresariales socialistas, obtienen en el mercado como ventajas comparativas o competitivas.

b) la redistribución de la renta personal del trabajador contribuye al prespuesto de la nación proporcionalmente con el nivel de remuneración del trabajo, mediante un impuesto directo progresivo.

c) todo ciudadano (no necesarimante trabajador) contribuye al presupuesto de la nación proporcionalmente al nivel de sus ingresos individuales y/o familiares, mediante un impuesto indirecto al consumo socialmente ponderado (contrarestando el efecto siempre regresivo de dicho impuesto).

La dirección del PCC que domina el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT)  tiene una responsabilidad revolucionaria que enfrentar, si es que los emplazamientos políticos críticos hechos en el VII Congreso de la UNEAC no han de seguir siendo exorcismo gatopardista; en efecto: convertir la televisión cubana en centro de debate intelectual, profesional y popular sobre el derrotero socialista. ¿Está Arlene Rodríguez consciente del papel mediatizante del debate político que ejerce desde el soliloquio de la Mesa Redonda Informativa en la tv cubana? La prensa, por su parte, ha de incubar el pensamiento crítico y el debate arduo sobre los problemas y las visiones.

Por la suya, el PCC, so pena de seguir su marcha hacia la deslegitimación terminal de su posición institucional, ha de alimentar el debate de mérito desde la hegemonía política y no desde el dominio autócrata. Puesto que la alternativa política, quiéralo o no la dirección del Partido-único, no es otra que instituir el pluralismo del ideario socialista mediante el multipartidismo revolucionario[10]. Por cuanto se trata de la cultura del debate y el consenso democrático programático sobre el derrotero del socialismo en Cuba. Esa es la forma auténtica de reafirmación política del rumbo socialista.

Otra política de comunicación con y entre el pueblo estará haciendo el juego al pensamiento político único que, más allá del bloqueo yanqui a Cuba, embarga el destino de la sociedad y la nación.

RCA.



[1] De nuestra correspondencia personal (de Celia a RCA, 05 agosto 2008) acerca del trabajo “El socialismo en Cuba: más allá de la cooperativa y el cooperativismo. Superando el fetichismo de la propiedad”. http://www.kaosenlared.net/noticia/socialismo-cuba-mas-alla-cooperativa-cooperativismo

[2] Ver http://www.kaosenlared.net/noticia/cuba-cooperar-economia-desde-otras-vias; http://www.kaosenlared.net/noticia/mirar-adelante-sentido-critico-ciencia

[3] Ver el texto “Artículos en Granma contra el burocratismo y por el cooperativismo”, P. Campos. http://www.kaosenlared.net/noticia/articulos-granma-contra-burocratismo-cooperativismo

[4] Ibídem

[5] Ver http://www.kaosenlared.net/noticia/cuba-entre-quinta-pata-cerdo-quinta-columna-politica

[6] Ver: “Cuba: reparar la cama y el sueño”, http://www.kaosenlared.net/noticia/cuba-reparar-la-cama-el-sueno

[7] Ver http://www.tecnun.es/asignaturas/Ecologia/Hipertexto/14PolEcSoc/140DesSost.htm

[8] Verhttp://www.kaosenlared.net/noticia/hacia-socialismo-cuba-ni-propiedad-ni-excedente

[9]  /www.kaosenlared.net/noticia/socialismo-cuba-mas-alla-cooperativa-cooperativismo

[10] Sobre el problema del multipartidismo socialista revolucionario este autor ha puesto a debate la fundamentación de la idea a la luz de las contradicciones de la realidad política cubana. El dogma-tabú de la burocracia partidista cubana sobre dicha cuestión es conocido, a pesar de que muy tempranamente ya el intelectual marxista, padre fundador y dirigente histórico de la Revolución cubana, Carlos Rafael Rodríguez, ponía el problema en la perspectiva dialéctica necesaria. La experiencia práctica política del sistema de partido-único cubano está obligando al debate sobre el problema.



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Roberto Cobas Avivar

Economista, activista político y social

 rcavivar@gmail.com

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