Ayer hablé de la Venezuela aliada al imperio donde Posada Carriles y Orlando Bosch organizaron el brutal estallido de un avión de Cubana en pleno vuelo, que originó la muerte y la desaparición de todos sus pasajeros, incluido el equipo juvenil de esgrima que obtuvo todas las medallas de oro en el Campeonato Centroamericano y del Caribe del que fue sede ese país, a los que hoy, cuando tienen lugar los Juegos Panamericanos en Guadalajara, se les recuerda con tristeza.
No era la Venezuela de Rómulo Gallego y Andrés Eloy Blanco, sino la del tránsfuga, traidor y ponzoñoso Rómulo Betancourt, envidioso de la Revolución Cubana, aliado al imperialismo, que tanto cooperó con las agresiones a nuestra Patria. Después de Miami, aquella propiedad petrolera de Estados Unidos fue el principal centro de la contrarrevolución contra Cuba; a él corresponde ante la historia una parte importante de la aventura imperialista en Girón, el bloqueo económico y los crímenes contra nuestro pueblo. De esa forma se inició la era tenebrosa, finalizada el día en que Hugo Chávez juró el cargo sobre la “moribunda constitución” que sostenía en sus manos temblorosas el ex presidente Rafael Caldera.
Habían transcurrido 40 años desde el triunfo de la Revolución Cubana y más de un siglo de saqueo yanqui del petróleo, las riquezas naturales y el sudor de los venezolanos.
¡Muchos de ellos murieron en la ignorancia y la miseria impuesta por las cañoneras de Estados Unidos y Europa!
Existe por fortuna la otra Venezuela, la de Bolívar y Miranda, la de Sucre y una legión de jefes y pensadores brillantes que fueron capaces de concebir la gran patria latinoamericana de la cual nos sentimos parte y por la que hemos resistido más de medio siglo de agresiones y bloqueos.
“… impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.”, reveló el Apóstol de nuestra independencia José Martí la víspera de su muerte en combate.
Entre nosotros se encuentra precisamente en estos días Hugo Chávez, como quien visita un pedazo de la gran patria latinoamericana y caribeña, concebida por Simón Bolívar; él comprende mejor que nadie el principio martiano de que “… lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía”.
Conversé largamente con él ayer y hoy. Le expliqué el afán con que dedico las energías que me restan a los sueños de un mundo mejor y más justo.
No es difícil compartir sueños con el líder bolivariano cuando el imperio muestra ya los síntomas inequívocos de una enfermedad terminal.
Salvar la humanidad de un desastre irreversible, es algo que hoy puede depender simplemente de la estupidez de cualquier presidente mediocre de los que en las décadas más recientes han dirigido ese imperio e incluso de alguno de los cada vez más poderosos jefes del complejo militar industrial que rige los destinos de ese país.
Naciones amigas de creciente peso en la economía mundial por sus avances económicos y tecnológicos y su condición de miembros permanentes del Consejo de Seguridad como la República Popular China y la Federación Rusa, junto a los pueblos del llamado Tercer Mundo, en Asia, África y América Latina, podrían alcanzar ese objetivo. Los pueblos de las naciones desarrolladas y ricas, cada vez más esquilmados por sus propias oligarquías financieras, comienzan a desempeñar su papel en esa batalla por la supervivencia humana.
Mientras tanto el pueblo bolivariano de Venezuela se organiza y se une para enfrentar y derrotar la nauseabunda oligarquía al servicio del imperio que pretende asumir de nuevo el gobierno de se país.
Venezuela por su extraordinario desarrollo educacional, cultural, social, sus inmensos recursos energéticos y naturales, está llamada a convertirse en un modelo revolucionario para el mundo.
Chávez, que surgió de las filas del Ejército Venezolano; es metódico e incansable. Yo lo he observado durante 17 años desde que visitó por primera vez a Cuba. Se trata de una persona sumamente humanitaria y respetuosa de la Ley; jamás ha tomado venganza contra nadie. Los sectores más humildes y olvidados de su país le agradecen profundamente que por vez primera en la historia haya una respuesta a sus sueños de justicia social.
Veo con claridad, Hugo -le dije- que la Revolución Bolivariana en brevísimo tiempo puede crear empleo, no solo para los venezolanos sino también para sus hermanos colombianos, un pueblo laborioso, que junto a ustedes luchó por la independencia de América, un 40 % del cual vive en la pobreza y una parte importante en estado de pobreza crítica.
Sobre estos y otros muchos temas tuve el honor de conversar con nuestro ilustre visitante, el símbolo de la otra Venezuela.
Fidel Castro Ruz
Octubre 18 de 2011
10 y 15 p.m.