Zygmunt
Bauman ha dicho que al movimiento de los indignados le sobra emoción y
le falta pensamiento. También ha señalado otras cosas interesantes:
Piensa que este movimiento es una repuesta en el plano de la política a lo que ocurre en el plano de la economía con la globalización.
Ambas
afirmaciones encajan en la perspectiva revolucionaria. Con más
precisión, Lenin dijo sobre la lucha política por los cambios: “Sin
teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario”. El impulso del
movimiento de los indignados, potenciado además por las nuevas
tecnologías en la comunicación, ha sido arrollador y la protesta del
pasado 15 de octubre, como ha reseñado la prensa, ocupó las calles en
950 ciudades de 82 países. Pero, en tanto no se perfilen con nitidez los
objetivos políticos, hay grave riesgo de que se evapore. Estas
manifestaciones tienen un acentuado mensaje anticapitalista y se
convierten en protesta antigubernamental cuando los gobiernos defienden
al sistema imperante de privilegios e impunidad del que gozan los
grandes capitales.
Si
tales manifestaciones logran concretarse en un rechazo global contra el
sistema capitalista y en una plataforma común para golpear la
estructura expoliadora, explotadora y fraudulenta del capitalismo, se
fortalecerán también las luchas que en cada país libran los pueblos
contra el imperialismo y contra sus propios explotadores. Se abrirán así
caminos para transformaciones profundas en cada país.
También
Bauman subraya la necesidad de una respuesta global a unas fuerzas que
son globales. La unidad de los pueblos contra el bloque de intereses del
gran capital. Hay que inscribir las luchas nacionales en una estrategia
internacional para combatir la fuerza globalizadora del capital. Es una
reivindicación del internacionalismo como estrategia de los oprimidos
de todas partes contra sus opresores. “¡Proletarios del mundo, uníos!”.
La realidad es terca. Todo este hermoso movimiento de
protesta despierta emociones y siembra esperanzas. Pero si no creamos
puentes en una estrategia común nos agotaremos en muchas jornadas sin
resultados. Hay que reforzarse mutuamente para mantener la llama viva.
De hecho, en España, después de una gran efervescencia en los días
posteriores al 15 de mayo, se abrió paso a un relativo reflujo y
asomaron indicios de escepticismo. Sin embargo, el movimiento de los indignados de Nueva York reavivó la llama y en horas se ocupó de nuevo la calle.
La tendencia de la gran prensa es caricaturizar el
movimiento, asimilarlo, convertirlo en una imagen simpática e
inofensiva. Intentan que lo anecdótico ocupe el lugar de la protesta y
la lucha. Apuestan al agotamiento y a la disolución progresiva.
Este movimiento no es una moda: Es hijo de una
crisis profunda y en tanto esta persista, pese a reflujos temporales,
el movimiento levantará cabeza una y otra vez, hasta la caída del
capitalismo y la apertura de nuevos horizontes para la humanidad. Todos
debemos ayudar. Si no lo hacemos se evaporará o se convertirá en otra
cosa.
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