En cada rincón de Colombia se anuncia la llegada de La Marcha Patriótica. Desde el Cauca al Meta, desde el dolor de Soacha hasta el misterioso e impenetrable Putumayo. Miles están convocados en Bogotá tierra de Rolos y de las indiferencias de El Espectador y El Tiempo. También de las extravagancias imparciales de la Revista Semana y de un normal comportamiento de las locuras de un des-adicto ex-presidente.
La Marcha Patriótica liderada por Piedad Córdoba, quien injustamente fue sometida a un juicio con la única voz y acusación de un Estado abusador a todas luces quien la despojo de su bien ganada senaduría con los votos del pueblo, pero para ella no hubo decisión temprana menos tardía de la inefable Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), como tampoco lo ha habido para los familiares de las victimas de las Fosas Comunes de La Macarena, donde no hubo suficientes gusanos para devorar el dolor de 20.000 ajusticiados quienes después fueron impuestos con la cobarde cinta de los macabramente llamados los Falsos Positivos.
La Marcha Patriótica es la cara del conflicto colombiano, movimiento integrado por organizaciones sociales, populares, estudiantiles, sindicales, campesinas, indígenas, afrocolombianas, de mujeres, de trabajadores, desempleados, jornaleros, vendedores ambulantes, entre otros miembros que reclaman una sociedad distinta, diferente y no indiferente.
Y a pesar de las duras consecuencias empezadas a padecer por la cantidad de Bases norteamericanas mas el dolor y persecución de grupos de paramilitares, narco sicarios organizados, alentados por un Estado perdido en el tiempo de la injusticia, Colombia quiere avanzar y no volver a perderse en las duras escenas vulgares de la violencia llevadas al adorno imperfecto de los hermosísimos anuncios del Photoshop.
Colombia vive, Colombia grita, Colombia reclama. Piedad Córdoba bien podría ser nominada a un Nobel de la Paz, pero aún no existe suficiente cordura en las mazmorras de la indiferencia mundial para voltear la mirada y exigir sanciones a un narco Estado paramilitar, gobernado por la astucia de la indiferencia de los miles de millones de dólares que mueve la gran industria mundial de los narcóticos.
La marcha iniciada no se detendrá, Colombia de nuevo avanzará a pesar de Departamentos militarizados y de jueces corrompidos con sus autoridades policiales encargadas de perseguir el sueño por un neogranadino país inundado de injusticias.
Miguel A. Jaimes N.
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