“Ningún estado ha recibido ni de lejos tanta ayuda exterior como Israel,
y ningún estado (aparte del propio Estados Unidos) ha desafiado a la
comunidad internacional en tantas cuestiones y durante tanto tiempo”.
Edward W. Said, Crónicas palestinas
En una nueva muestra de brutalidad a la que nos tiene habituados Israel, su ejército ha bombardeado sin cesar la Franja de Gaza durante ocho días. Su artillería pesada enclavada en la frontera, sus aviones de combate, las plataformas de misiles, los cañones de los buques de su armada desde el mar, toda esta infernal máquina de guerra del país más militarista del planeta machacó sin cesar, día y noche, a una población que vive asediada en la mayor cárcel del mundo donde se hacinan 1.600.000 palestinos. Sin defensa antiaérea, ni artillería, ni aviones que contraataquen al enemigo, sola e indefensa frente al ejército sionista, Gaza ha sido martirizada de nuevo entre la indiferencia de la opinión pública occidental que, manipulada por los grandes medios como siempre, sitúa en el mismo plano al agresor y a su víctima, y la pasividad de la mayoría de los dirigentes del mundo árabe que miran para otro lado, temerosos del imperio.
El balance provisional de los más de 1700 ataques isralíes eleva a 166 el número de palestinos muertos por los bombardeos y a unos 1000 el de heridos, muchos de ellos mutilados. La población civil ha sido la principal víctima de estos crímenes, en su mayoría mujeres y niños. Entre los objetivos atacados figuran una universidad, centenares de viviendas, oficinas gubernamentales, campos de refugiados y hasta un estadio de fútbol. El odio ciego de Netanyahu y sus generales les ha llevado incluso a bombardear la sede del primer ministro Ismail Haniya (elegido democráticamente en 2006), y el complejo internacional de prensa al-Shawa, sede de varias cadenas de televisión que en la mañana del día 19 de noviembre ardía en llamas tras un tercer ataque en el que varios periodistas han resultado heridos y uno de ellos muerto. A estas “hazañas bélicas” del ejército sionista hay que añadir para su ignominia el asesinato de once miembros de la misma familia, cinco de ellos niños y cuatro mujeres tras la destrucción de un edificio de tres plantas. En la misma línea de horror las bombas israelíes mataron en un campo de refugiados a cuatro niños, dos de ellos hermanos y otro, un bebé de 18 meses. Según los médicos palestinos, se habrían experimentado nuevas armas a juzgar por las quemaduras producidas, de tipo desconocido hasta ahora.
Conviene recordar a los más jóvenes de mis lectores que fueron los nazis quienes iniciaron la criminal práctica de bombardear ciudades indefensas… precisamente en España durante la Guerra Civil. Guernica en el Pais Vasco (abril de 1937) y Almería en Andalucía (mayo de 1937) fueron dos ciudades mártires, atacadas por la Legión Cóndor, en el primer caso, y por cinco destructores del III Reich, en el segundo. En cuanto al ataque israelí al centro internacional de prensa, existe un precedente famoso: el bombardeo de la OTAN el 26 de abril de 1999 de las instalaciones de la Radio Televisión de Serbia en el que murieron 16 técnicos y periodistas. (Esta selectiva agresión formó parte de las 38.000 misiones de combate que llevó a cabo la Alianza Atlántica contra la República Federal de Yugoslavia y en las que intervinieron mil aviones de guerra). Dio la orden de ataque el entonces secretario general de la OTAN, Javier Solana, exministro y alto cargo del PSOE, en la actualidad consejero de ACCIONA y profesor de ESADE donde imparte la cátedra de “liderazgo y gobernanza democrática”. Buen retiro en época de recortes para un servil político a quien muchos (entre ellos Noam Chomsky y Julio Anguita) consideramos un criminal de guerra.
De la complicidad occidental a la impotencia árabe
Está claro que el gobierno israelí no hubiera iniciado la agresión a Gaza sin el visto bueno de Washington. Aunque la falta de sintonía entre Obama y Netanyahu parece evidente, la presión del lobby sionista ha convertido de facto al presidente estadounidense en rehén de sus protegidos. Por eso, le ha faltado tiempo a Obama para apoyar la agresión con el peregrino argumento de que Israel “tiene el derecho a defenderse” (?). En una abierta dejación de sus responsabilidades como jefe de estado de la potencia hegemónica, llegó a pedirle a Egipto y Turquía que actuaran conjuntamente para lograr una tregua mientras él se escondía, intentando así arrojar al propio mundo árabo-islámico la culpa de la agresión.
Europa, como en ocasiones similares, calla y otorga. A su destructiva política económica que hunde en la pobreza cada vez a más gente, la Unión Europea suma ahora una política internacional de inspiración atlantista y neocolonial. No condena la agresión israelí, repite el sofisma de la “legítima defensa”, no exige el derecho a la reparación de las víctimas palestinas y maniobra para que la salida de la crisis provocada por Netanyahu no perjudique al estado sionista. En medio de esta diplomacia inmunda que protege al agresor y esconde a las víctimas está uno de los responsables de la invasión de Iraq, el dirigente laborista y exprimer ministro británico Tony Blair, un criminal de guerra de libro.
¿Y qué hace mientras tanto el mundo árabe? Dominado por sus agresores occidentales desde Iraq a Libia, ensangrentado en suelo sirio y libanés por los mercenarios y opositores aliados del imperio, saqueado por las petromonarquías, el pueblo árabe arde de indignación pero, como siempre, impotente para actuar y defender política, económica y militarmente al pueblo palestino. Sólo el Egipto postrevolucionario con el presidente Morsi al frente ha dado pasos concretos para frenar la agresión. Sin embargo, el panorama general del mundo árabe sigue siendo penoso: las oligarquías dominantes reunen a sus diplomáticos, aparentan preocupación por las víctimas y a veces hasta dan algunas limosnas. También redactan solemnes escritos de condena mientras sostienen con el petróleo el poder extranjero que los atenaza y, bajo cuerda, hacen lucrativos negocios de todo tipo con Israel.
El más patético de todos ellos es Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, aunque su mandato caducó hace tiempo. Ni siquiera ha alzado la voz como debiera contra la agresión a Gaza, confiado quizá en debilitar así a Hamás, fuerza politica que lo derrotó en las elecciones legislativas y contra la que ha conspirado por todos los medios. Hace un año presentó la candidatura de Palestina como estado miembro de la ONU pero pronto se asustó cuando EEUU amenazó con el veto. Ahora, mientras asesinaban impunemente a sus conciudadanos de Gaza, parece que se contentaría con el status de observador, como el Vaticano… A la corrupción y a la ineficacia de los dirigentes de Al-Fatah durante los últimos años añade ahora Abbas la cobardía de un dirigente que no se merece Palestina.
Tras casi una semana de fieros ataques a la población civil, el farsante secretario general de la ONU, varios ministros europeos, la secretaria de estado norteamericana y algunos dirigentes árabes encabezados por los diplomáticos egipcios han actuado con prisa para alcanzar un alto el fuego. Aunque siempre es mejor cortar la agresión contra un pueblo indefenso, esta tregua no asegura en absoluto la paz. Como han repetido los gobernantes israelíes en los últimos días, se reservan el derecho de volver atacar y “llegar hasta el final” con una nueva invasión terrestre, como ha llegado a decir con insolencia el ministro de Asuntos Exteriores Avigdor Lieberman, un fascista sin disimulo. Esta frágil y ambigua tregua exime de responsabilidad al agresor, olvida los muertos e intenta impedir que los palestinos puedan defenderse en el futuro como un nuevo David con una honda y una piedra.
Con su habitual lucidez, el intelectual palestino Edward W. Said entrevió alguna luz en el negro futuro de su pueblo: “Existe la posibilidad de que los palestinos acaben de manera parecida a los indios norteamericanos; pero es probable (aunque no seguro) que la demografía, la actuación contraproducente y la estupidez de la arrogancia oficial israelí lo eviten” (Crónicas palestinas).