Me convertí en activista antes de la revolución, en 2010, cuando organizaba manifestaciones y concentraciones en mi lugar de trabajo. Estábamos luchando por mejores condiciones laborales, salarios más altos, seguros de salud y contratos indefinidos.
En mi ciudad, Zaqaziq, como en El Cairo, la revolución comenzó con las convocatorias contra el ministro de Interior. Sin embargo, la situación revolucionaria se había ido desarrollando durante mucho tiempo y la gente pedía ya la caída del régimen.
La caída de Mubarak significó el fin de 30 años de tiranía e injusticia, y abrió la puerta a la esperanza de que la gente pudiera vivir con dignidad. Pero de momento, lo único que realmente hemos cambiado es que hemos roto la barrera del miedo. Ahora, vamos a resistir cualquier intento del régimen para controlar la voluntad del pueblo. No obstante, las principales demandas de la revolución todavía no se han alcanzado.
Los activistas de los sindicatos independientes se enfrentan a muchos desafíos. El régimen sabe que si los trabajadores pueden formar sindicatos independientes su control sobre la sociedad se verá amenazado.
Por eso están colocando obstáculos a los trabajadores. Rechazaron una ley sobre libertad sindical. Planean imponer una nueva versión de la vieja ley, muy represiva con los sindicatos. También quieren organizar elecciones sindicales en la antigua federación estatal de sindicatos. Su objetivo es reprimir el activismo obrero. El régimen sólo ha aceptado el registro de sindicatos independientes bajo la presión de las movilizaciones.
La elección del candidato de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, aumentó las esperanzas de que Egipto se transformaría. Mucha gente esperaba que un presidente que provenía de la revolución llevaría a cabo los objetivos de la misma.
Las opiniones están ahora divididas sobre Mursi porque no ha cumplido con sus promesas. Hay quienes piensan que tenemos que darle más tiempo, pero también quienes creen que sólo está sirviendo a sus propios intereses y los de los Hermanos Musulmanes.
La gente quiere justicia para los mártires y justicia social para salvar a los trabajadores de un sistema que les empobrece. Los precios están subiendo y las personas pobres son cada vez más pobres. El precio de los alimentos y de la energía ha subido muchísimo. El precio de la bombona de gas es tan alto que muchas personas no se pueden permitir el lujo de comprarla con sus bajos salarios. Ahora Egipto está buscando un préstamo del FMI.
Por eso, últimamente estamos viendo un levantamiento de la gente trabajadora, con huelgas cada vez más grandes en diferentes sectores del país. Las huelgas están exigiendo un salario mínimo y máximo, y el fin de la corrupción. Personal de transporte público, de la educación y obreros y obreras fabriles se han unido a la ola de huelgas.
La solidaridad internacional es muy importante porque eleva nuestros espíritus en tiempos de desesperanza. Difundir noticias de nuestras luchas en todo el mundo ejercería presión sobre el Estado egipcio.
*Hind Abd-al-Gawad es una activista del Sindicato Independiente del Centro de Trabajadores de Desarrollo de Información Local. Más información en www.menasolidaritynetwork.com