El Parazo Nacional del 20N fue el más importante de la década y profundiza un quiebre político entre el gobierno y el pueblo La Huelga Nacional convocada de manera conjunta por la CTA y la CGT en el día de ayer, fue una contundente demostración de fuerza de los trabajadores y el conjunto del pueblo [...]
El Parazo Nacional del 20N fue el más importante de la década y profundiza un quiebre político entre el gobierno y el pueblo
La Huelga Nacional convocada de manera conjunta por la CTA y la CGT en el día de ayer, fue una contundente demostración de fuerza de los trabajadores y el conjunto del pueblo contra el gobierno de Cristina su modelo de ajuste y entrega y los sectores empresariales, sindicales y políticos que lo sostienen.
Significó un salto de calidad en las luchas que venían librando los trabajadores contra el ajuste, por el salario y las condiciones de trabajo. Porque unificó los reclamos sostenidos en esas luchas en un mismo pliego nacional que recoge las demandas más sentidas a lo largo y a lo ancho del país. Porque por primera vez desde la rebelión de 2001, se da un paro con alcance extendido en gremios de estado y de la actividad privada, en el transporte y sectores de la producción con una masiva adhesión del conjunto de la población que se puso en evidencia en todos los ámbitos, en el humor social y en las centenares de acciones callejeras que se realizaron en todo el país. Un paro que recoge las mejores tradiciones de la clase trabajadora y retoma el capital acumulado de las grandes huelgas generales de las últimas décadas. Y porque, junto a la movilización de sectores medios del 8N, marcan no solamente que el pueblo no quiere pagar los platos rotos de la crisis, sino que hay un quiebre político de millones con este gobierno y su modelo.
El Gobierno desplegó una virulenta campaña propagandística y de acciones para intentar quebrar la medida y fracasó. Movilizó a sus funcionarios para descalificarla, pero el resultado no pasó de un intento de tapar el sol con las manos. El jefe de gabinete Abal Medina dijo que se trataba de una “extorsión” a la población. El senador Aníbal Fernández, amenazó una vez más con la criminalización de la protesta, habitual en este gobierno y el secretario de seguridad Tte. Cnel Berni intentó meter miedo. Pero estas provocaciones sólo agregaron leña al fuego incentivando el paro.
El discurso presidencial posterior, intentó minimizar desde el absurdo una medida a todas luces masiva. Y apeló a conocidos argumentos para descalificar, acusando el golpe recibido. Para CFK “no hubo huelga, ni paro ni piquete”, sólo se trató de “aprietes” para justificar el innegable ausentismo en los lugares de trabajo. Tamaña demostración de sectores obreros y populares, terminó de echar por tierra el relato oficial que “al gobierno se lo ataca desde pequeños grupos destituyentes y de derecha”. Por eso fabricó el absurdo verso que la gente “quería trabajar” y no la dejaron.
Pero el gobierno se quedó bramando en soledad. Porque la bronca, el parazo y la masividad de las acciones, demuestran que el pueblo interpreta que el único apriete y extorsión viene desde arriba, cuando se descarga la crisis sobre los de abajo. Cuando nos obligan a entregar todos los meses un regresivo impuesto por el sólo hecho de tener un trabajo registrado, a soportar la discriminación en el cobro de las asignaciones, a jubilaciones de hambre y sin movilidad, a planes sociales congelados en los barrios, a la crisis del transporte en decadencia, a la entrega de la deuda externa y del patrimonio a las multinacionales que depredan y contaminan, al autoritarismo y la criminalización.
El paro fue contra el gobierno nacional, pero también interpeló a los gobiernos locales que aplican el ajuste y pactan con los K. Como Macri que vota con el kirchnerismo la ley antiobrera de ART y los negociados de la Capital. Como Scioli y otros gobernadores que acuerdan con la mayoría de la oposición presupuestos y medidas de ajuste.
El paro también demostró el rechazo de los trabajadores a los dirigentes sindicales vendidos, como la CGT Balcarce y el sector de Yasky, que aplauden al gobierno y fracasaron en los llamados a no parar: la docencia y muchos otros sectores se sumaron a la huelga.
El 20N fue el resultado de una política correcta impulsada desde la CTA encabezada por Pablo Micheli, de la que nuestra corriente sindical integrante de esa central tuvo un activo papel en su elaboración e implementación, y nuestro partido apoyó con su actividad de difusión y movilización en todo el país. Que comenzó con el paro nacional del 8 de junio lanzado desde la CTA, en la elaboración de un programa que responde a las reivindicaciones obreras y, desde la clase trabajadora, levanta los reclamos también de los sectores populares y medios y en un activo llamado a la unidad de acción a la CGT de Moyano y otros sectores. El paro del 10 de octubre fue un nuevo paso lográndose la primera movilización conjunta CTA/CGT. Y este paro nacional es un salto en calidad, demostrando que haber puesto en pie un polo unitario de convocatoria para la movilización permitió golpear con más fuerza al gobierno y las patronales y estar más cerca de lograr su derrota y los cambios que demandan los trabajadores y el pueblo.
Sin dudas ello no implica desconocer que tenemos importantes diferencias con Moyano y demás sectores con los que se converge en la unidad en la acción. Entre otras cosas, por su defensa del viejo modelo sindical y mucho más por el proyecto político que esgrime que es ajeno a una salida de fondo para los trabajadores. No debemos perder este punto de referencia que abona la sana desconfianza de muchos luchadores. Pero, más allá de ello, es correcta la unidad de acción que permite lograr este parazo, que va fortalecer las luchas en curso y el movimiento obrero va a estar con más fuerza para la necesaria continuidad.
Si el gobierno no acusa recibo, los conflictos sociales van a incrementarse y se impone que se le de continuidad con un plan de lucha conjunto CTA-CGT. No solamente por los reclamos urgentes como la suma compensatoria de $4000 antes de fin de año, sino por un plan de emergencia obrero y popular que siente las bases de un nuevo modelo.
Este paro, además de fortalecer la lucha, aumenta las condiciones favorables para construir una nueva alternativa política. La debacle del gobierno plantea un cambio y la “oposición” de los viejos partidos no tiene una salida distinta. Ya fracasaron antes y se parecen demasiado, por eso se necesita algo nuevo. En esa tarea estamos junto a Pino Solanas y el Movimiento proyecto Sur y queremos converger con los sectores que se referencian en la CTA, también con la izquierda que esté dispuesta a construir una alternativa amplia para lograr las transformaciones que el país necesita y el 20N puso en evidencia.
21/11/2012
Dirección Nacional del MST