Tragedia de Santa María

¿Quién mató a los estudiantes?

Sin embargo del asqueroso uso hecho por los vampiros de los medios de comunicación de la muerte de 234 jóvenes en la madrugada del domingo 27/01 en la boîte Kiss en la ciudad de Santa María en el Estado de Rio Grande do Sul, Brasil, es plenamente justificado el estado de conmoción nacional formada con respecto a la tragedia. La respuesta solidaria que los pueblos de los cuatro cantos de la Tierra tienen dado repetidamente a este tipo de ocurrencia trágica revela la derrota del gran esfuerzo ideológico de los agentes del capitalismo en remitir la vida humana a la fosa de las mercadorías.

Es necesario identificar responsables. Y los hay en diferentes niveles, todos sin embargo de naturaleza grave. Desde los encargados de la seguridad que demoraran a percibir la gravedad de la situación a los primeros señales del fuego – y, por eso no providenciaran inmediatamente la apertura de las salidas de emergencia – hasta los idealizadores del espectáculo musical, que de forma imprudente dieran las espaldas a las experiencias anteriores en las que el uso de fuegos de artificio resultó en desastres que, mismo de proporciones cuantitativas menores, resultaron igual en pérdida de vidas.

Pero la línea directa de la búsqueda de los verdaderos responsables por la muerte de más de dos centenas de jóvenes apunta en la dirección de los más grandes criminosos: el gobierno brasileño y la burguesía, constituyendo el primero, como se sabe, en no más que un representante de la segunda. En el caso concreto, el incendio de Santa María se incluye en una vasta lista internacional de tragedias de la misma naturaleza – todas ellas capitaneadas por la voracidad burguesa por más y más lucros, aliada al cruel desprecio estructural de los gobiernos burgueses por la vida.

Tenemos que enfatizar que en los actuales tiempos áridos de neoliberalismo esta lógica macabra del capitalismo asume formas agudas, y aún más agudas cuando el sistema entra en crisis, como se encuentra hoy. Por eso, desgraciadamente, es lícito temer la ocurrencia en futuro próximo de tragedias semejantes. En este sentido, no será meramente una figura literaria la afirmación que Santa María fue escenario de una muerte anunciada.



No fue una casualidad haber la empresa propietaria la boîte se “descuidado” de las más elementares recomendaciones de seguridad en la construcción del predio y en la supervisión general de los espectáculos que acoge. En verdad, estamos delante de una estrategia – incluso estructurada en nivel de elaboración ‘científica’ por especialistas en llamadas técnicas modernas de administración empresarial – de maximización de lucros en tiempos en que los mismos se ponen visiblemente decrecientes en ámbito general de la economía burguesa. Se sabe que en tiempos de crisis el capital se mueve tendencialmente para el campo de los servicios, en el que se incluyen las producciones de la industria cultural. Y se instala la barbarie en el cotidiano.

Se puede hablar, incluso, y sin miedo de exageración, en una lumpen-burguesía en nivel mundial. Son tan mezquinas cuanto estructurales hoy acciones practicadas por la industria, agricultura, comercio y servicios capitalistas en aras de robar el bolsillo de los trabajadores a través de la astucia, estafas etc. En prácticamente todos los códigos penales del mundo este tipo de acción delictuosa es tipificada como estelionato. Productos defectuosos, cuentas telefónicas fraudulentas, tarifas bancarias exorbitantes, propaganda engañosa, exigencias de pago por servicios no ofrecidos. Todo vale. Sin embargo, la lumpen-burguesía permanece intocada. Al final, cuenta con estados y gobiernos a su servicio.

De su lado, el estado – el otro grande asesino de Santa María – busca disimular su responsabilidad, como las lágrimas de cocodrilo despejadas por la presidenta de la República Federativa de Brasil, señora Dilma Rousseff, en su visita a la ciudad en el mismo domingo. En verdad, una mirada atenta registra que gobierno y estado capitalistas del Brasil actual se preocupan solamente en llenar el bolsillo de los capitalistas – como en el caso ostensivo de un cierto Eike Batista, la nueva estrella del empresariado en el país –, de la burguesía explotadora. En eso se resume la estrategia desarrollista del gobierno brasileño. ¿Salud para los trabajadores? ¿Habitación? ¿Lazer, seguridad, educación de calidad para el proletariado? No, nada de eso. El gobierno no se preocupa ni con la vida ni con la muerte de los trabajadores.

Al mismo tiempo que derrama lágrimas, Dilma Roussef prepara y articula una reforma del sistema de previdencia social brasileño que, en síntesis, roba a los trabajadores todos los derechos históricamente por ellos conquistados a fierro y fuego, a costa de mucha lucha y heroísmo en el decurso de más de un siglo de lucha sindical organizada. Es preciso hacer plata para financiar los negocios burgueses, entre los más cercanos el Campeonato Mundial de Fútbol de 2014 y las Olimpíadas de 2016

Plata para construir “arenas” monumentales, en las cuales el proletariado por cierto no tendrá paso. Es preciso, dicen, dinamizar los negocios, incluso maniobras contables y licitaciones fraudulentas en la construcción de aquellos estadios-elefantes-blancos, en el conocido método demolición-construcción de activación económica, o sea, de activación de los lucros capitalistas.

Es también por eso que el estado y el gobierno no tienen dinero ni disponen de personal técnico calificado y en la cantidad necesaria para una fiscalización de los servicios vendidos a las grandes masas urbanas del país.

¿Inundaciones que destruyen vidas y a los parcos bienes materiales de los trabajadores? Culpa de la naturaleza, dicen los medios de comunicación burgueses. ¿Retrasos y la repetidas quiebras de los trenes urbanos – privatizados, que no se olvide – no son más que consecuencias de la acción de vándalos y del propio pueblo, vociferan los portavoces de la burguesía en los periódicos, radios y informativos televisivos. Es necesario tener siempre presente que ocurrencias como el incendio de Santa María no son obras del “irresponsabilidad” o “descaso” del gobierno. Trata-se de crímenes dolosos, intencionales.

En conclusión: fueran el gobierno y la burguesía que mataran a cada uno de los 234 estudiantes en la madrugada del 27 enero de 2013 en la ciudad gaucha de Santa María. La historia sabrá juzgarlos. El proletariado sabrá hacerles la debida justicia.

*Leovegildo Leal es miembro del Movimento Marxista 5 de Maio/Brasil


leoleal46@uol.com.br


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