La agresión de la Otan contra Yugoslavia 15 años después

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

Strategic Culture Foundation

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El 24 de marzo de 1999 la OTAN inició su agresión contra la República Federativa de Yugoslavia. La misión denominada Fuerza Aliada reunió a los países más poderosos de la civilización occidental y manifestó todo su poder y una fuerza desproporcionada, principalmente contra civiles inocentes y blancos no militares.

El bombardeo destruyó alrededor de 1.026 instalaciones civiles como también fueron destruidas plantas industriales y plantas eléctricas, puentes, radioemisoras y estaciones de televisión, la red nacional de radioemisoras RTS, 19 hospitales, 20 clínicas, 18 jardines de infancia, 69 escuelas primarias y secundarias, 29 monasterios y 35 iglesias fueron dañadas. Las bajas humanas durante la agresión contra Yugoslavia alcanzaron a dos mil civiles, 599 soldados y 172 policías.

Alrededor de diez mil personas resultaron heridas. Seis civiles, entre ellos tres niños fueron asesinados en Murino, Montenegro entonces parte de Yugoslavia: Julija Brudar de 10 años, su hermana Olivera Maximovic de 13, Miroslav Kneyevic de 13, Milka Kocanovic de 69, Manojlo Komatina de 69 y Vukic Vuletic de 56. Durante 78 días de ataques aéreos, la OTAN empleó las prohibidas bombas racimo y un explosivo que contiene uranio empobrecido (DU-238). Todas y cada una de las localidades de Serbia fueron alcanzadas por diferentes armas. La OTAN utilizó todo lo que tenía a mano en su arsenal de armamentos. Según informaciones oficiales, unos 31 mil cabezales de guerra fueron empleados con un total cercano a las 15 toneladas de uranio empobrecido.

Al continuación alguna información militar contenida en el Documento 491/1 y 492/3 (Estado Mayor de la República Federativa de Yugoslavia de fecha 21 de diciembre de 1999).

El uranio empobrecido no se disuelve bien en agua ni fluidos corporales, mientras que el óxido de uranio se disuelve con facilidad, de tal modo, que a su tiempo puede contaminar las aguas subterráneas y a través de las plantas y en algunos alimentos para animales puede contaminar animales y humanos. Los efectos de este tipo de munición en la población y en la fuerza de trabajo son devastadores porque lo contamina todo. Aparte de los efectos radioactivos contaminantes, el uranio empobrecido es altamente tóxico y un potente carcinógeno y mutágeno. La radioactividad del uranio y sus derivados causan diferentes enfermedades tales como la dermatitis, daño renal, necrosis arterial aguda y la muerte. La inhalación de partículas finas hacia los pulmones puede provocar cáncer en los órganos internos. Luego de un largo período de unos 20 o 25 años tales efectos malignos producen cáncer del pulmón, osteosarcomas, leucosis y tumores al hígado.

Sobre la base del Informe del Consejo de Europa (Documento 8925 de fecha 10 de enero del 2001) titulado Impacto Ambiental de la Guerra en Yugoslavia en el Sudeste de Europa, la OTAN tuvo un conocimiento previo sobre el uso de uranio empobrecido. El uranio empobrecido es probablemente unas de las causas del denominado Síndrome del Golfo lo que ha afectado a muchos ex soldados que tomaron parte en operaciones de combate en la Guerra del Golfo el año 1991. Unos tres mil ex combatientes han muerto de cáncer y muchos de los sobrevivientes tienen hijos con defectos congénitos.

Los mismos problemas se han visto en Bosnia donde se emplearon obuses de uranio empobrecido el año 1995. Unos 400 aviones de la OTAN se emplearon durante esta campaña aérea.

En total, mil veintiséis bombas fueron lanzadas. Setecientas ocho bombas arrojadas eran del tipo de munición de precisión. El peso total llegó a las diez mil toneladas que causaron 152 muertes de civiles. Hubo un rápido aumento en defectos de nacimiento entre niños recién nacidos en las áreas alcanzadas por las bombas de uranio empobrecido, como también leucemia y otras afecciones cancerígenas. La contaminación ambiental causada por el bombardeo de instalaciones petroquímicas y otras, el empleo de uranio empobrecido en los masivos ataques aéreos entre el 24 de marzo y el 5 de junio en los que la OTAN realizó 34 mil incursiones aéreas durante un total de 150 mil horas en el espacio aéreo de la República Federativa de Yugoslavia y regiones vecinas. Esta concentración de aviones de guerra sobre una región relativamente pequeña produjo un alto nivel de contaminantes en el ambiente. Por ejemplo, debemos notar que el combustible que usan los aviones F16 y Mirage que empleó la OTAN en sus ataques aéreos dejó una alta contaminación por hidróxidos tóxicos.

Setenta y ocho distritos industriales y 42 centrales eléctricas de la República Federativa de Yugoslavia fueron destruidos durante los bombardeos y ataques misilísticos.

Inevitablemente, los ataques aéreos contaminaron el aire, el agua y los suelos (las dioxinas, el sulfuro y los compuestos nitrogenados). Los ataques aéreos destruyeron más de 20 instalaciones químicas y petroquímicas. Mil cuatrocientas toneladas de diclorato de etileno, 800 toneladas de solución de cloruro de hidrógeno al 33 por ciento, como también una enorme cantidad de mercurio, y, 200 toneladas de amoníaco que fueron descargadas sobre el Danubio, río internacional.

El bombardeo de la fábrica de automóviles Zastava, causó la descarga de varias toneladas de piraleno en el río Velika Morava. El piraleno es un potente carcinógeno que puede ser peligroso aun en muy bajas concentraciones.

El río Velika Morava es uno de los principales tributarios del Danubio, fuente de agua potable para más de diez millones de personas de diferentes países.

Las observaciones satelitales confirman que enormes cantidades de óxido de nitrógeno, dióxido de sulfuro y monóxido de carbono fueron liberadas en la atmósfera de Europa por los ataques de la OTAN. Estos son solo algunos de los detalles de la catástrofe ecológica y humanitaria que la OTAN causó empleando una desproporcionada fuerza militar sin base legal alguna. El Consejo de Seguridad de la ONU nunca emitió una resolución en la que se aprobara una intervención militar. Con adicional desprecio por todas las normas y requisitos de la guerra aprobados por la Carta de la ONU, la Convención de Ginebra y todos los protocolos adicionales, como también con un total desprecio por los mecanismos del derecho internacional. La agresión de la OTAN contra la República Federativa de Yugoslavia pone de manifiesto el nuevo papel de esta alianza militar que va desde lo defensivo a lo ofensivo. Como pretexto para la agresión la OTAN utilizó un informe falsificado de la OSCE* sobre una masacre en la aldea de Racak (Kosovo y Metohija). Posteriormente, esto fue reconocido por Helen Ranta, jefa del equipo de médicos forenses. Años más tarde, esta funcionaria confiesa que ella preparó un informe falso bajo la presión de William Volker, jefe de la Misión de Verificación de la OSCE y de algunos funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores de Finlandia. Los aliados de la OTAN en el terreno como infantería fueron miembros de la organización terrorista Ejército de Liberación de KLA-Kosova. Debido a estos hechos públicamente reconocidos, con toda razón podemos señalar que la OTAN cometió un crimen de guerra contra la República Federativa de Yugoslavia, que tristemente se convirtió en un precedente.

La intervención humanitaria que causó una catástrofe de incalculables consecuencias, demolió la integridad territorial y la soberanía de la República Federativa de Yugoslavia, delineó nuevas fronteras en el territorio europeo mediante la exclusión del 15 por ciento del territorio serbio (Kosovo y Metohija) hoy presenta una línea de demarcación que amenaza a toda la comunidad internacional en una mayor escala. La meta de la agresión era alcanzar el más amplio contexto entre los socios occidentales atropellando el derecho internacional para favorecer los intereses neoliberales.

Hoy contamos 15 años desde la tragedia que el resto de los países gustarían de ver como un precedente y amnistiar la criminal empresa de la OTAN que condenó a tantos inocentes civiles a una lucha cotidiana contra horribles enfermedades. Todo esto y cosas peores nos sucedieron ante los ojos de los denominados países civilizados en nombre de los más altos valores de la civilización conocidos por todos nosotros. Este mismo mundo, enfrenta ahora los fantasmas de la Caja de Pandora liberados en el Kosovo serbio y Mitohija, en el año no tan distante de 1999.

*OSCE, Organization for Security and Cooperation in Europe

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