A propósito de una historia de agresiones

Un niño palestino

Cuando era un niño, el imperio había decidido dejarme en una tierra llamada
Canaán bañada por el mar Mediterráneo, a pesar de mi intrincado linaje de
alcurnias y de poseer las facciones de británicos, romanos, árabes, griegos,
samaritanos y cananeos; era ante todo un párvulo campesino lleno de una
envidiable felicidad, me parecía a un gigante de la zona a quien le llamaron
David nacido en Israel, era como yo un rey sin corona. No recuerdo si unos
3000 años antes de que apareciera otro llamado Jesús, nacido en Nazaret
y por consiguiente palestino, porque qué importa de dónde procedíamos si
ambos pueblos nos confundíamos en la hermandad. Sin embargo, por algunas
triquiñuelas, veníamos en un “tira y encoje” propio de las civilizaciones
cuando se impone la fortaleza del más vivo. Se había descubierto por
entonces, la viveza criolla.

Filastín o Palestina fue una fértil y bella región a pesar de los siglos y la
llegada de las nuevas ideas. Musulmanes, cristianos, judíos, ortodoxos y
otras raras y extrañas; que mi débil memoria de criatura no alcanzaba a
descifrar, se hicieron presentes en la fugaz odisea del tiempo. El tal Jesús
pasó desapercibido para muchos, 3 siglos más tarde de su azarosa vida fue
descubierto por unos comerciantes que lo forjaron como el más grande de los
majaderos de la historia. El problema no era ni es la idea, sino la tierra anclada
en la concepción de la viveza, la visión especulativa bajo la protección de una
idea. A partir de 1516 de esta atropellada Era, me volvieron un esclavo,
me dieron un mendrugo de pan y me largaron la señal de muchas cruces,
con la finalidad última de hacerse de una tierra llamada “santa” desde el lago
Tiberíades al Mar Muerto, desde Nazaret a Jerusalén.

Los colonos venidos del extranjero estaban adoctrinados bajo un proyecto
al que llamaron sionismo, una especie de movimiento político-cultural que
se proponía concentrar a los judíos dispersos en Europa en esas tierras de
Canaán. A partir de ese entonces, la fuerza de un sólo pueblo se dividió en
dos, el Holocausto no se terminó sino que cambió de victimarios; las fibras
nazis se reorganizaron a partir de 1948 y triunfan bajo otras modalidades
de gobiernos, religiones y tecnologías. Transcurrió mi niñez deambulando
por aquellas tierras bañadas de tanta desesperación, yo quien jugaba a
los trompos, a las canicas, al papagayo; ahora me cuidaba de las bombas
sembradas por tantos ejércitos apocalípticos. Creo que los sionistas jugaban
a los aviones no tripulados, a los tanques de guerra por nuestras calles, al
edificio destruido, a la caza de terroristas bajo la única consigna de la “defensa
propia”. Yo había conocido a Jesús el Galileo una mañana de aquel fatídico
día “Domingo de Ramos” y me dijo que “su reino no era de este mundo” y
también dialogué con Moisés y me prometió una tierra de justos.

Siendo de espíritu intranquilo me coloque el morral en el lomo y dentro llevaba
el “avío” una especie de comida muy útil para esos momentos de trabajo,
también los cuatro trapos que acompañan a los pobres, más arrugados
que una frente fruncida; decidí entonces volverme violento tanto en Gaza
como en Cisjordania combatiendo de distintas formas en Egipto, Siria y
Jordania por 1967.Cuando la ocupación al Líbano en 1982 me convertí en
todo un fundamentalista islámico asumiendo un papel extraordinariamente
protagónico y en 1987 me alisté en la Intifada, previamente de haberme
entrenado durante largos años en el lanzamiento de guarataras o piedras, esto
fue algo así como una rumba extendida de piedras contra balas.
El Consejo de Seguridad de la ONU es como especie de una lotería con
aquello de las resoluciones 181, 242; debatiéndose entre el retiro de tropas de
tierras ocupadas y el respeto a los Derechos Humanos, fomentando aquello de
“la construcción mítica e ideológica sobre la cual se basó la existencia
de Israel”; desconociendo la amalgama cultural histórica existente en el
pueblo judío y con miras a la prédica de un nacionalismo enfermizo y así a
lograr el fin último, favorecer al gran capital de la guerra y su industria; y
prepararle el camino al imperialismo de cualquier clase o genero.

Yo repasé mi vida “de cabo a rabo” y me sentí indiferente, frío y plástico frente
a este embrollo que sacude el alma del Medio Oriente, de pronto agitando mi
débil esqueleto pude comprender en estas cortas líneas redactadas el profundo
sufrimiento de la guerra y la enorme indolencia de la Humanidad toda por las
cosas profundamente inhumanas que suceden. Y de cómo siendo un niño
palestino puedo ver morir tan cerca de mí a tanto niño travieso tras su juguete
y su felicidad.


cesarfreytez@gmail.com


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