Túnez. Año IV de la Renolución: Evaluación y perspectivas

[El Procés Constituent –el movimiento sociopolítico que propugna la apertura de un proceso constituyente en Catalunya– acogió los pasados 19 y 20 de julio en Barcelona el V Congreso Internacional del Poder Constituyente. Acudieron ponentes de muy diversos países, desde Chile hasta Islandia, desde Grecia hasta EE UU, para exponer sus puntos de vista sobre la necesidad de un cambio de régimen, no solo político, sino también económico y social, frente al poder cada vez más concentrado en manos de una exigua minoría de grandes capitalistas y explicar sus experiencias recientes en este terreno. Publicamos a continuación la ponencia de Fathi Chamki, economista, miembro del Comité para la Abolición de la Deuda Externa del Tercer Mundo (CADTM) de Túnez, portavoz de ATTAC-Túnez, vicepresidente de la Liga tunecina de los Derechos Humanos.]

El levantamiento revolucionario que sacudió a Túnez a principios de 2011, permitió a las clases populares y a la juventud expulsar Ben Ali y acabar con su poder. Pero derribar al dictador es una cosa. Derribar el sistema económico y social que mantuvo, es otra.

1 Derribar la dictadura es una cosa, derrocar el régimen es otra

Después de haber soportado, durante 23 años, la dictadura neocolonialista del capitalismo mundial, el pueblo tunecino finalmente se rebeló. A partir del centro de Túnez, la insurrección revolucionaria ganó rápidamente el resto del país, incluyendo la capital de Túnez. Tomó sólo 29 días para derrocar al dictador. La revolución había fijado como objetivo central derrocar el régimen. Pero ha resistido el asalto popular, a pesar de la pérdida de su líder. El movimiento revolucionario, esencialmente espontáneo y carente de experiencia política, no supo integrar sus acciones y sus diversas iniciativas políticas desde la perspectiva de ruptura con el orden dominante. Finalmente fue “domesticado” por los partidos políticos de derecha. El movimiento sindical y, sobre todo, la izquierda tienen una gran responsabilidad en este primer fracaso.

La dirección del potente sindicato obrero UGTT se mostró, durante las dos primeras semanas de la insurrección revolucionaria, claramente hostil a este movimiento. Fue la misma actitud que había tenido, en 2008, durante la larga revuelta de la cuenca minera. El fuerte compromiso de los sindicalistas implicados en el movimiento revolucionario, el aumento del número de víctimas y, sobre todo, la incapacidad evidente del poder para apagar el fuego, empujó a la dirección de la UGTT al campo de la revolución. El 11 de enero decidió una serie de huelgas generales regionales rotativas. La de la región de Túnez fue programada para el 14 de enero. La dirección de la UGTT estaba lejos de sospechar que este día iba a ser el último día del largo reinado de Ben Ali. La adhesión de la dirección de la Unión a la revolución permitió un final rápido y feliz de la confrontación con la dictadura.

A pesar de su anclaje en un movimiento obrero, con orígenes en el principio del siglo XX, su lucha contra todas las formas de colonialismo y su compromiso con el movimiento revolucionario, la izquierda tunecina no podría desempeñar un papel político decisivo después de la caída de Ben Ali. Lo que permitió al régimen en curso, abordar las más apremiantes, haciendo, una llamada a los antiguos políticos para detener la oleada revolucionaria, antes de intentar estabilizar el poder mediante elecciones. A pesar de las fuertes tradiciones obreras en Túnez, sobre todo, la antigüedad del movimiento sindical, cuyo origen se remonta al principio del siglo XX, su lucha contra la dictadura y su papel en el movimiento revolucionario, la izquierda tunecina no ha podido jugar un rol político decisivo después de la caída del dictador. Lo que ha permitido a los islamistas, mejor organizados, con considerables medios financieros y dotados de un discurso mucho más cercano a las clases populares, ocupar el terreno político. El precio pagado a la dictadura, su división extrema y la falta de perspectivas políticas claras explican los fracasos de la izquierda en un momento decisivo de la lucha de clases en Túnez

Era difícil imaginar una sublevación revolucionaria en Túnez en 2010. Ni mucho menos, la caída del general Ben Ali. Por supuesto, la situación social era catastrófica, la corrupción general y el control criminal de las familias del palacio, de un colapso de la economía casi total. Sin embargo, los signos de un inminente estallido social eran difíciles de detectar. El 17 de diciembre de 2010, un hecho dramático cambió bruscamente la realidad. El desafío de los padres de la víctima de este drama, frente a la sede del gobernador, marcó el comienzo de un movimiento masivo de cuestionamiento del sistema, que acabó encendiendo a todo el país.

El poder político no había previsto una conflagración social tan amplia. La policía y el ejército fueron rápidamente arrollados por la magnitud del movimiento popular y también por la fuerte determinación de la gente. El 14 de enero de 2011, temprano por la tarde, la avenida principal de la capital fue ocupada por una enorme multitud. Decenas de miles de manifestantes se congregaron espontáneamente frente al edificio, gris y sombrío, del Ministerio del Interior. Entonces corearon durante horas la consigna de “liberación” en la dirección del símbolo de la dictadura, antes de ser violentamente dispersadas por las brigadas antidisturbios

Ben Ali acabó siendo abandonado por la burguesía local. Su partido, que un par de semanas antes contaba con cientos de miles de miembros, y él también, desaparecieron de la superficie. No le quedo más que una sola salida: la fuga al extranjero. Es lo que hizo sin dudarlo.

Más allá de las debilidades del movimiento revolucionario, de los errores de la izquierda y las vacilaciones de los dirigentes sindicales, el régimen tunecino debe su supervivencia, entre otras cosas, a la intervención y el apoyo multifacético de las fuerzas imperialistas. Mientras tanto, la burguesía local estaba en total desbarajuste. La reunión del G8 en Deauville, a finales de mayo de 2011, que se centró en la “Primavera árabe”, fue la parte visible de la reacción y las maniobras del imperialismo contra los levantamientos revolucionarios que cuestionaban la agenda imperialista en la región árabe. Se refuerza la injerencia imperialista en los asuntos tunecinos. Esto es lo que ilustra la influencia ejercida por las embajadas de los Estados dominantes locales, de los partidos políticos y del control casi total de la política económica y social por las instituciones financieras (IFI) y la Comisión Europea.

2. Los islamistas, guardianes provisionales del régimen

La insurrección revolucionaria y la caída del dictador crearon las condiciones objetivas ideales para iniciar una transformación progresiva de la sociedad tunecina. Era importante para la clase obrera saber qué fuerza política podría hacerlo. Muchos sectores se sintieron seducidos por el partido islamista Ennahdha, lo que le permitió obtener la mayoría relativa en las elecciones de la Asamblea Constituyente, con aproximadamente un 37 % de los votos emitidos; que son 89 escaños de un total de 217 plazas. Pero para gobernar, necesitaba más, así que estableció una alianza de gobierno (Troika) con otros dos partidos, que sumaron 49 escaños.

Ennahdha recibió el encargo, de manera democrática, de llevar a cabo esta transformación. Sin embargo, la Troika, con los islamistas al frente, prefirió servir de repetidor de los planes y las exigencias neocolonialistas: continuar con el pago de la deuda de la dictadura, al firmar el Tratado de libre comercio completo, verdadero tratado colonial exigido por la Unión Europea, y con la firma de un nuevo plan, que endurece la austeridad presupuestaria y la reestructuración capitalista neoliberal, con el FMI... En definitiva, que continuó en condiciones sociales radicalmente diferentes, la misma política que había llevado a Túnez a la insurrección. Resultado: ampliación y profundización de la crisis.

La Troika fue superada por su traición a las promesas de justicia social. Los islamistas y sus aliados se dieron cuenta –o ya lo sabían, poco importa– que era imposible decir “sí” a todo. Esta experiencia ha demostrado de manera concluyente el fracaso del islam político para satisfacer las demandas sociales, democráticas y nacionales formuladas durante la insurrección revolucionaria. Después de un período inicial de gobierno caótico, los islamistas tiraron la toalla una primera vez el 6 de febrero de 2013, tras el asesinato de Barros, uno de los líderes del Frente Popular (FP). Definitivamente, el 9 de enero de 2014, bajo la presión combinada de la calle, los partidos políticos de la oposición y las potencias extranjeras pusieron fin a la Troika, tras 767 días de gobierno en Túnez. Un gobierno de supuestos “tecnócratas” asumió el control.

La izquierda y los nacionalistas árabes sufrieron una derrota aplastante en las elecciones de 2011. Aprendiendo de este fracaso, el 7 de octubre de 2012 formaron el FP para la realización de los objetivos de la revolución. A pesar de las diferencias ideológicas significativas y de un pasado cargado de conflictos, luchas internas y una situación política actual compleja y fuertemente minada, los principales componentes del FP han logrado preservar su unión, e incluso consolidarla; el FP es ahora un partido político de pleno derecho.

El Frente no es homogéneo, ni mucho menos. Abarca todas las tendencias de la izquierda y el movimiento nacionalista árabe. Para ciertas tendencias, estas denominaciones no quieren decir gran cosa. El único catalizador de este órgano político compuesto es una realidad social muy tensa, conflictiva y carente de una visión alternativa clara. La base de FP es una fuerza para el progreso, incluso revolucionaria. Sus decenas de miles de miembros o simpatizantes actúan tanto en el movimiento sindical y el movimiento social como en la esfera política. Es percibido por las clases populares como una fuerza política digna de confianza y que lucha por la defensa de sus intereses. Por otro lado, la dirección de FP no mide bien su capital de confianza cerca de las clases populares. Donde debemos actuar con firmeza, ella duda. Duda incluso y aplica restricciones. En la política no puede haber certezas sobre el final de una lucha en que nos hemos comprometido, pero tomar la iniciativa, golpeando el primero, a menudo ayuda a determinar el resultado de la batalla. El FP es tal vez, actualmente, la tercera fuerza política. Se está preparando para participar bajo su propia bandera en las próximas elecciones legislativas y presidenciales, que tendrán lugar a finales de octubre de 2014.

La Unión Constitucional Democrática, el partido del ex dictador, fue disuelta el 9 de marzo de 2011. Desde entonces, han proliferado iniciativas de reagrupar sus antiguos miembros. Nida Tounès es, de lejos, el nuevo partido que ha logrado no sólo agrupar a muchos de ellos, sino también atraer a dirigentes del movimiento democrático y de los sindicatos. Nida Tounès sería el primer partido, según las encuestas de opinión, por delante de Ennahdha. Como el FP, Nida Tounes decidió ir solo en las próximas elecciones. Varios signos indican que este último y Ennahdha estarían de acuerdo en gobernar juntos después de las elecciones. El acuerdo es total en cuanto a la orientación capitalista neoliberal de la política económica y social. Por el contrario, difieren con respecto a la secularización de la sociedad y, más particularmente, a los derechos adquiridos de las mujeres tunecinas.

3. El gobierno “tecnocrático”

La llegada de los islamistas al poder, en las condiciones concretas de Túnez tras el 14 de enero, era inevitable. Esto le ha salido muy caro a Túnez. Sin embargo, no hay mal que por bien no venga: esta desafortunada experiencia ayudó a la clase obrera a poner a los islamistas a prueba de sus legítimas demandas sociales y exigencia de decisiones políticas claras. La quiebra de los islamistas en el poder es total. Sin duda, esto permite a la sociedad tunecina deshacerse finalmente de sus demonios.

Una de las tareas urgentes de las fuerzas sociales y políticas progresistas tunecinas consistirá, a partir de la experiencia vivida, en ayudar a la cristalización de la conciencia de clase de los trabajadores tunecinos. Específicamente, necesitamos luchar para asegurar que las próximas elecciones sean una oportunidad para reparar los graves errores del pasado y no un nuevo intento de restablecer el poder de la dictadura.

La Troika fue dócil a los dictados imperialistas. Sin embargo, firmar acuerdos de libre comercio y aceptar la austeridad y los planes de reestructuración neoliberal es una cosa, y aplicarlos es otra. Asimismo, frente a los efectos devastadores de estas medidas, los islamistas comenzaron a preocuparse por la degradación de su imagen y el coste político, mientras que las instituciones financieras internacionales y la Comisión Europea continuaron exigiendo cada vez más cosas.

Las fuerzas capitalistas decidieron finalmente dejar caer a la Troika. El uso de los medios económicos para alcanzar este objetivo, el embargo financiero, que empezaron a aplicar a partir de junio de 2014, terminó con la entrada en funciones del nuevo gobierno en enero de 2015. Este último es fruto, en apariencia, el “diálogo nacional” que se inició el 25 de julio de 2014, un mes después del asesinato de Brahmi, otro importante líder del FP, y del movimiento popular que provocó para exigir la salida de los islamistas del poder y la disolución de todas las instancias resultantes de las elecciones de octubre de 2011.

Se supone que este gobierno no mantiene vínculos de interés con los partidos políticos. También se presume que emana del diálogo nacional. ¡Nada es menos cierto! Ha sido ideado entre bastidores por las cancillerías extranjeras con la colaboración de la burguesía local, cuyos intereses están estrechamente ligados a los intereses de las empresas transnacionales. La mayoría de los miembros del actual gobierno son antiguos ejecutivos de empresas transnacionales y de instituciones financieras internacionales. Su misión, a la que dedica mucho esfuerzo, es acelerar la implementación de los acuerdos firmados con las instituciones financieras internacionales y la Comisión Europea.

4. ¿Qué perspectivas inmediatas para al proceso revolucionario?

Antes de abandonar el poder, la Troika votó en la Asamblea Constituyente un presupuesto que endurece la política de austeridad. Sin embargo, unos días después de esta votación, la protesta popular hizo retroceder a la Troika y le obligó a cancelar una parte de las nuevas medidas fiscales que afectan a los ingresos y al poder adquisitivo de las clases medias y trabajadoras. La magnitud del movimiento, al mismo tiempo, llevó al líder de Ennahdha y jefe del gobierno, Lazaroiu, a dimitir.

La salida de los islamistas del poder fue acogida con gran alivio en el país. El nuevo gobierno gozó de una sesgada opinión pública favorable. Además, cuenta con un amplio apoyo político. También cuenta con el apoyo de las dos principales organizaciones profesionales. Oficialmente, reúne las mejores condiciones para ganar las elecciones, que deben marcar el final de la transición democrática de Túnez. Después de asumir el cargo, el 29 de enero, hizo importantes avances en los temas de las reformas estructurales. Sin embargo, avanza con gran cautela con respecto a las medidas de austeridad presupuestaria. Se ha visto obligado a mantener un “diálogo económico nacional” con el fin de garantizar un amplio consenso para el programa de austeridad. Pero este diálogo ha fracasado, especialmente debido a la renuencia de la UGTT y la oposición de FP a los aumentos de precios de los productos de primera necesidad. Esto ha llevado al gobierno a aguar el vino; pues se ha visto obligado a mantener las subvenciones a los productos básicos, pero ha decretado al mismo tiempo aumentos significativos del precio del combustible, la electricidad y el gas. Finalmente, el proyecto de presupuesto suplementario para el año 2014, que acaba de presentar a la Asamblea Constituyente, incluye nuevas medidas fiscales y retenciones obligatorias sobre los salarios, que van desde un día hasta seis días laborables.

La tensión social ha vuelto a subir una vuelta de tuerca tras el anuncio de estas medidas. Al mismo tiempo, los partidos políticos están enfrascados en negociaciones y la búsqueda de alianzas para las próximas elecciones. Sólo la principal central sindical permanece vigilante con respecto a lo que hará el gobierno. Ya había expresado su oposición al aumento en el precio de las materias energéticas. Exigió negociaciones salariales en el sector privado y estas han sido un éxito. Quiere hacer lo mismo para el servicio público.

La clase obrera se siente abandonada otra vez por los partidos políticos, muy preocupados en la actualidad por las elecciones inminentes. El gobierno parece soltar lastre en temas muy delicados que afectan a los bienes de primera necesidad. Sin embargo, avanza muy rápido el ritmo de las reformas del sector bancario, el código de inversiones, el código tributario, la liberalización de los sectores agrícolas, así como los servicios y los contratos públicos…

Las clases populares y la juventud han logrado, gracias a su insurrección revolucionaria, romper sus cadenas. Pero cuatro años después del fin de la dictadura, sus condiciones de vida se han deteriorado. No se espera ninguna mejora a medio plazo en el nivel de empleo o de poder adquisitivo. Por el contrario, la tendencia continuará. El futuro dependerá en gran medida el resultado de las elecciones. Lo peor será el regreso de los islamistas al gobierno, lo mejor es una victoria, o incluso un buen resultado electoral para FP. Sin embargo, independientemente del resultado de estas elecciones, las clases populares y la juventud conservan, a pesar de fracasos acumulados tras su histórica victoria contra la dictadura, la capacidad de movilización y un verdadero potencial combativo

 

 



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