Raspar la olla del arte

En un mundo donde con motivo de la sanción de la FIFA al mordiente Suárez el filosófico presidente Mujica espetara que su directiva es “una manga de viejos hijos de puta”, disuasiva imprecación que incluso parece haber dado resultado para que Rusia no fuera vetada para darle albergue al mundial del 2014 por significativa insistencia del Reino Unido.

En un mundo donde Miguel Delibes utilizara como excusa para publicar a manera de artículo rencoroso, su discurso pienso que de orden ante la Real Academia de la Lengua española con ocasión de recibirse como miembro, y, con el anti académico título de: “Para los locos e imbéciles que creen en esa mierda llamada PROGRESO” y, todo porque hubieran de reprocharle, con motivo de su novela “El camino”, que un chamito de nombre Daniel el Mochuelo se negara a desertar de la vida comunitaria para totalizar la manada de una gran ciudad y convertirse así en secuaz de un progreso de abrillantada apariencia, pero absolutamente disparatado y por lo que lo tacharan además de reaccionario.

En un mundo que, en cuanto más se le mira, se ve más infrecuente la distribución normal de todo.

En un mundo donde con motivo del calentamiento global cientos de millones de personas serán desplazadas en el 2050, el dengue y la malaria se propagarán a EE.UU. y le echarán la culpa a Maduro y a Diosdado, donde la escasez de agua será severa y de lo que también pudieran culparlos, donde los huracanes serán más intensos y húmedos (de lo que se ve muy probable que también los acusen); donde disminuirán las cosechas de maíz y trigo, donde los arrecifes corren grave peligro de extinción y donde otros millones de niños más pasarán hambre, pero que, otros dicen no ser tan letales como la guerra nuclear, las armas químicas, la super inteligencia y nanotecnología mal encaminadas, la incertidumbre que produce el “silencio del cielo” en un mundo donde una impresora 3D se clona a sí misma y donde al mismo tiempo se fabrican máquinas intelectuales que tal vez superen nuestro intelecto (que tampoco es que sea mucho) con habilidades para crear argumentos con los que justificar nuestras aserciones, y capacidad también para ser “autocríticas”, hoy por cierto, tan de moda…

En un mundo donde luego de haber aparecido la presunta “plaga humana”, la tasa de extinción de otras especies ha crecido mil veces. En un mundo, en fin, hasta donde el sol tiene los días contados, ahora se nos viene la Francia con que debe vender la Mona Lisa por mil millones de dólares para pagar su deuda de dos billones, pero que, de ser necesario pudiera pagarla ipso facto solo con la venta del inventario artístico de uno de sus 173 museos: el Orsay…

Bueno, y resulta que la que está mal es Venezuela, que tiene en la faja hasta ahora 280.000 monalisas, cuyo cálculo generó por cierto pánico en mi calculadora…

Pero es que además, la eventualidad de vender CITGO por 15.000 millones de dólares, ubicada en un país manifiestamente hostil con el nuestro, generó una reacción neurótica en ciertas categorías de pacientes nacionales, suma que nos serviría para comprar unas armitas defensivas bien modernas que buena falta nos hacen, y, el saldo invertirlo en la Faja, para aumentar la producción, con recursos propios.

¿Y qué todavía nos queden chivitos, y nuestro real y medio?


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Raúl Betancourt López


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