Latinoamérica está con Dilma

A nivel de las encuestas, la puja por la presidencia de Brasil se
vaticinaba la más reñida en la historia del gigante suramericano tras
la época de las dictaduras militares.
Aunque había varios candidatos más, no se esperaba que en la primera
vuelta del evento electoral que comienza el 5 de octubre se definiera
un vencedor con ventaja suficiente para decidir el asunto, sino que
tendría que irse a una segunda vuelta el 26 de octubre que disputarían
los dos candidatos más votados en la primera.

Todo parecía indicar que dos mujeres decidirían la puja: la actual
presidenta Dilma Rousseff por el Partido de los Trabajadores (PT), y
Marina Silva por el Partido Socialista Brasileño (PSB).
“La victoria de la oposición podría significar una especie de ruptura
en la actual política exterior de Brasil… porque el corazón de muchos
funcionarios (de Dilma Rousseff) es, para decirlo en una palabra
sencilla, bolivariano”, había declarado el ex gobernante brasileño
Fernando Henrique Cardoso, consultado por medios corporativos
internacionales acerca de la probable orientación política real de la
candidata opositora Marina Silva.

La ex senadora Silva, de 56 años de edad, militó en el PT hasta 2009 y
desde entonces ha pactado con diversas formaciones políticas. Irrumpió
en la actual campaña presidencial brasileña en agosto pasado, como
candidata a la vicepresidencia acompañando al socialista Eduardo
Campos.

Al morir este último en un accidente aéreo el 13 de agosto, el PSB lo
reemplazó con Marina Silva quien, con una imagen asociada a los
movimientos populares por sus casi tres décadas de militancia en el PT
y proyectándose como una ambientalista fervientemente evangélica,
subió rápidamente en las encuestas y se convirtió en una amenaza para
la reelección de Rousseff.

Marina hablaba de cambio de rumbo en la política exterior de Brasil,
recalcando que, de llegar al poder, podrían revitalizarse los lazos
diplomáticos y económicos con Estados Unidos y Europa, con quienes
promovería la firma de nuevos tratados comerciales.
Como ecologista radical subordinada a grupos empresariales, Marina
respondía ambiguamente con argumentos éticos y religiosos a preguntas
sobre sus planes en relación con los hidrocarburos.

Pero, para sorpresa de una derecha que presumía tener la campaña bajo
control y se sentía próxima a ganar las elecciones, Dilma dio entonces
a su discurso de campaña un giro a la izquierda. Dijo, sin
eufemismos, que Marina Silva representa a los banqueros y al
empresariado más concentrado, que pretenden retomar el control del
Estado que no han tenido durante los gobiernos del PT.
Varios dirigentes de movimientos populares, incluso de los campesinos
amazónicos, denunciaron el giro de Marina hacia posiciones diferentes
a las que tenía cuando militaba en el PT.

Enseguida, las encuestas sobre intención de voto comenzaron a
revertirse y en poco tiempo situaron a Dilma como preferida para ganar
en la primera vuelta o, eventualmente, en una segunda.
Dilma Rousseff, fue sucesora de Luiz Inacio Lula da Silva, líder de
origen obrero del Partido de los Trabajadores (PT) que concluyó su
doble mandato como Presidente con tanta popularidad como la que lo
llevó al cargo la primera vez. El apoyo del carismático Lula fue un
factor muy importante en la primera elección de Dilma y en esta
ocasión lo está siendo también.

Se calcula que los 40 millones de brasileños que han salido de la
pobreza durante los tres mandatos del PT y otro elevado número que
eran pobres y han ascendido a la clase media, contribuyen al apoyo
popular de que disfruta la Presidenta, cuyas políticas sociales
inclusivas han beneficiando a más de 50 millones de brasileños en
materia de salud, alimentación, alfabetización y vivienda, y han
consolidado su base social en las zonas rurales e incluso en las
grandes ciudades.

En materia económica, el pueblo ha aplaudido la firmeza con que Dilma
defiende el papel de regulador de la actividad económica asumido por
el Estado.

Brasil es la sexta potencia económica mundial, el quinto de mayor
superficie y tiene una población superior a los 200 millones de
habitantes. Forma parte, junto a Rusia, India, China y Sudáfrica del
grupo BRICS, conjunto de países en desarrollo con peso económico y
cualidades políticas, que contrapesan a la superpotencia única y las
antiguas potencias coloniales europeas.

Los pueblos de Latinoamérica y los gobiernos populares y progresistas
de la región apoyan resueltamente la reelección de Dilma Rouseff
porque ella significa la consolidación de un Brasil independiente y
soberano, sin interferencias del FMI y el Banco Mundial, sin
sometimientos a las políticas de Estados Unidos y la Unión Europea; es
cardinal en los procesos de concertación política e integración como
los fructificados en UNASUR, el MERCOSUR y la CELAC, en la
proliferación de proyectos progresistas de izquierda en la región, la
integración latinoamericana y caribeña y el apoyo solidario
continental a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y
Uruguay.


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Manuel Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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