EEUU: Premios Nobel de la Paz a guerreristas

“La idea de la paradoja resulta útil para conservar la inocencia. La mantenemos como última defensa, detrás de otras dos barreras. La primera es no busca, o no ver, aquellos hechos que cuestionan nuestras creencias más profundas. La segunda (cuando el mundo ya no tolera nuestra ignorancia) consiste en separar dentro de nuestra conciencia aquellos elementos que, en caso de juntarse, derrumbarían los mitos de nuestra cultura. Cuando caen ambos muros de contención, recurrimos como medida de emergencia a la siguiente explicación: no es más que una paradoja, una combinación increíble pero verdadera” (Howard Zinn en el texto Sobre la guerra)


La Política Exterior tiene dos instrumentos clásicos y cuya vigencia son hoy inobjetables: la guerra, cuyo sustento es la agresión y el intervencionista y la paz que se fundamenta en la diplomacia y la negociación.

El Premio Nobel de la Paz se otorga cada año “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”. Este premio es elegido por el Comité Noruego del Nobel y se entrega en la ciudad de Oslo, en Noruega.
Tres presidentes de los Estados Unidos en ejercicio han recibido hasta la fecha el Premio Nobel de la Paz. Otro lo recibió años después de dejar la presidencia.
La academia Sueca en el caso de los presidentes de Estados Unidos que han recibido este galardón, ha estado obnubilada al momento de tomar la decisión porque ha terminado otorgándose a los que precisamente son amantes del instrumento de la guerra y no precisamente el de la paz. ¿Qué paradoja? ¿Qué contradicción?

Veamos
Theodore Roosevelt, lo recibió en 1906, según, por apoyar los términos de equilibrio y esferas de poder y, sobre todo, por mediar en la guerra ruso-japonesa
Este presidente fue el que el 2 de abril de 1903 había dicho: “Habla dulcemente y empuña un gran garrote; irás lejos”. ¿Cuál era el big stick? Era el Ejército, la Marina y la economía de ese país en expansión más allá de las fronteras del Continente Americano.
Theodore Roosevelt, visto por algunos como “progresista”, fue un amante de la guerra y partidario de la invasión de Filipinas; abogó por el expansionismo estadounidense y el dominio de las posesiones españolas en el Caribe y en el Océano Pacífico. Instigó una revuelta en Panamá para logra el objetivo de separarla de Colombia y así despejar el camino para construir un canal que quedara bajo control de los Estados Unidos.
Fue el mismo que en 1902 a propósito del bloqueo a las costas venezolanas por parte de Gran Bretaña, Alemania e Italia, llegó a decir que no tenía reparos “en dejar que las naciones europeas dieran unos azotes en las nalgas” a los países latinoamericanos que lo mereciesen, aunque esto violara su “doctrina Monroe”.

Durante el período de su presidencia, se establece en la Constitución de la República de Cuba la Enmienda Platt (1903) por la cual Estados Unidos se arrogaban el derecho de intervenir en los asuntos internos de este país cuando lo estimaran conveniente, Igualmente se aposenta ese mismo año el ejército estadounidense en la base de Guantánamo. EE.UU interviene en la República Dominicana en 1904 y ocupa Cuba en 1906 con la figura de un interventor: William Taft.

Roosevelt el 6/12/1904 instituye un corolario a la “doctrina Monroe” al afirmar que los Estados Unidos deben intervenir para defender sus intereses, ya no sólo en el Continente Americano, sino en el conjunto del mundo. Al respecto dirá:
No es cierto que los Estados Unidos desee territorios o contemple proyectos con respecto a otras naciones del hemisferio occidental excepto los que sean para su bienestar. Todo lo que este país desea es ver a las naciones vecinas estables, en orden y prósperas. Toda nación cuyo pueblo se conduzca bien puede contar con nuestra cordial amistad. Si una nación muestra que sabe cómo actuar con eficiencia y decencia razonables en asuntos sociales y políticos, si mantiene el orden y paga sus obligaciones, no necesita temer la interferencia de los Estados Unidos. Un mal crónico, o una impotencia que resulta en el deterioro general de los lazos de una sociedad civilizada, puede en América, como en otras partes, requerir finalmente la intervención de alguna nación civilizada, y en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe puede forzar a los Estados Unidos, aun sea renuentemente, al ejercicio del poder de policía internacional en casos flagrantes de tal mal crónico o impotencia

Thomas Woodrow Wilson lo recibirá en 1919, por la intervención y la declaración del Tratado de Versalles que terminaba con la llamada primera guerra mundial.
Wilson, calificado de “idealista” tanto por la cultura académica como por la popular; el presidente de los 14 puntos, el impulsor de la Sociedad de Las Naciones, el que llegó repudiando la dollar diplomacy de William Taft; fue, sin embargo, despiadado en el uso de su poderío militar contra países más débiles. Fue Wilson quien ordenó bombardear el puerto mexicano de Veracruz por la flota estadounidense en 1914 para hacer dimitir al general Victoriano Huerta y poner en su lugar al Venustiano Carranza; también ordenó el envío de marines a Haití en 1915 y al año siguiente hizo lo mismo con República Dominicana.
El idealismo wilsoniano consistió en asegurar que los gobiernos “interesantes”, es decir, importantes para los intereses de los Estados Unidos, allende sus fronteras, debían estar depositados en manos de los “buenos”, es decir, seguidores de aquellos intereses, aunque estos no fuesen más que la representación de una minoría de la población. Su idea del gobierno predicaba la necesidad de que una elite poderosa, “moral” y con capacidad era la que debía ocupar el poder, incluso en detrimento y con el desconocimiento de la mayoría de la población siendo así la garantía de la democracia liberal.

Para Wilson no había una diferencia entre la libertad para los EE.UU. y la libertad para el mundo. El llegaría “a realizar en América Latina más intervenciones armadas que Teodoro Roosevelt y William Taft juntos” (El imperio americano de Claude Julien).

El Premio Nobel de la Paz se le otorgará el año 2002 a Jimmy Carter, muchos años después de haber sido presidente por dedicar las últimas dos décadas de su vida a prevenir el derrame de sangre en conflictos en el mundo entero y a promocionar los derechos humanos. El anuncio de su premiación ocurrió horas después de que el Congreso daba luz verde a la Casa Blanca para hacer la guerra en Irak. Esa selección para muchos significó un mensaje contra la política belicista de Washington.

No obstante, el trigésimo noveno presidente de los Estados Unidos (1977-1981), “remplazaría” levemente el realismo político por la “concepción arquitectural” promovida por Zbigniew Brzezinski, su asesor de seguridad nacional, que si bien no renegó totalmente de la forma en que se estaba llevando la política exterior por parte de Kissinger, si buscó darle otro enfoque a fin de mantener lo mismo: la hegemonía norteamericana a nivel internacional, y continuar con la contención del comunismo.
El cineasta Oliver Stone diría al referirse al presidente Jimmy Carter, que a su juicio, "lo intentó, pero tuvo que ceder y su presidencia acabó convertida en uno de los peores exponentes del imperio americano".

En el año 2009 el Comité Nobel Noruego premió con el Nobel de la Paz al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, disque, por su compromiso con la diplomacia internacional y una nueva visión del mundo, por sus "esfuerzos extraordinarios para reforzar la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos", concediendo especial importancia a su visión y su trabajo por "un mundo sin armas nucleares". También por haber creado un "nuevo clima" en la política internacional en el que la diplomacia multilateral ha reconquistado un rol central, enfatizando el papel de la ONU y otras instituciones y sólo rara vez una persona ha capturado con el mismo alcance la atención del mundo y dado a su gente la esperanza de un futuro mejor. Su diplomacia se basa en el concepto de que quienes lideran el mundo deben hacerlo sobre la base de valores y actitudes compartidas por la mayoría de la población mundial.

Recordemos que en su campaña Obama levantó slogans como: “let’s go to change”, o “yes, we can”, que arrastraron mayorías, en momentos en que la esperanza retumbaba en los Estados Unidos en voz de un candidato presidencial, que simbolizaba el cambio del cual hablaba por ser afro-americano.

Ante esta situación el ejecutivo hilvanó una nueva concepción estratégica en su política exterior, comenzando a referirse a un “smart power” o ‘poder inteligente’, que consistiría en la combinación racional de los recursos de “soft power” (‘poder suave’) y “hard power” (‘poder duro’) a su disposición, en el contexto de sus intereses.
Según pregonaba, no quería pisotear el derecho internacional como su antecesor Bush. Y cuando enviaba militares a luchar contra terroristas, lo hacía de la manera más precisa y secreta posible.

Ahora es el presidente de la guerra, contra estados formalmente establecidos como Afganistán, Irak, Libia y Siria pero también contra el Frankenstein o Estado Islámico (EI) creado por ellos y otras potencias aliadas, no se sabe si ex profesamente o porque “Estados Unidos y su poderoso servicio secreto subestimaron a la milicia sunita” como lo confesó el mismo Obama.

En todo caso este premio de la paz dijo el 24/09/2014 en la Asamblea General de la ONU, lo siguiente: “El único lenguaje que entienden los asesinos es el de la fuerza. Por ello Estados Unidos de América trabajará junto a una amplia coalición para desmantelar esta red de la muerte”.

Antes, el 28 de mayo de 2014 en la Academia Militar de West Point, había vociferado estas perlas que no son más abonos de la guerra: “Estados Unidos es y sigue siendo la sola nación indispensable. Eso es cierto en el siglo pasado y será cierto en el siglo que venga”.
“No podemos ignorar lo que ocurre más allá de nuestras fronteras”.
“Estados Unidos debe siempre liderar en el escenario internacional. Si no lo hacemos, ningún otro lo hará. La fuerza militar a la que ustedes se han incorporado es, y siempre será, la espina dorsal de ese liderazgo”.

“La opinión internacional importa, pero Estados Unidos jamás debe pedir permiso para proteger a nuestro pueblo, a nuestra patria, a nuestra manera de vivir”
Oliver Stone diría: "Cada vez que pienso en las elecciones del 2008 se me rompe el corazón. Me siento estafado por él (Obama), porque el presidente no ha llegado a hacer lo que prometió que iba a hacer. Se limitó a coger el dinero de Wall Street y puso en su Gabinete a gente conservadora, como Hillary Clinton. Y ha continuado las políticas ilegales de Bush".

Stone destacó su decepción ante la gestión del presidente Barack Obama. Dijo que la población esperaba cambios fundamentales en el sistema estadounidense, con justicia social y legalidad, sin embargo, no hubo mayores diferencias.

“Lo quiera o no, Obama al final será recordado como un presidente guerrero” (dixit “Los Angeles Times”) y lo será porque “se unió al partido de la guerra” (dixit “New Yorker”).
Es posible que Obama, como el idealista Wilson, termine con un mayor intervencionismo que los Bush (padre e hijo) que ya es decir bastante. Debe destacarse en este sentido que en menos de seis años de presidencia, Obama ha bombardeado 7 países.
Cuando los Premios Nobel de la Paz se les otorgan a los cultores y cultivadores de la guerra, algo raro debe está pasando con los decisores de tamaña patraña.


framongonzalez@gmail.com
*Sociólogo, Doctor en Ciencias Sociales, Profesor Titular, Ex Director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV y fue embajador en Polonia, Uruguay y Grecia


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