Pese a la abulia ciudadana, pese al fingido optimismo de candidates entrenados para sonreír ante las cámaras y mentir sin proporciones, en las calles de Lima, en toda la prensa, en los comentarios de políticos de todo signo, salta a la vista que la sociedad establecida intuye la llegada a un punto de no retorno. Y tiene miedo.
Como en toda la región, pero peor, en Perú se desmorona el entramado político mediante el cual las clases dominantes gobernaron durante el siglo XX. Después de numerosos episodios previos en los que la crisis sin respuesta positiva llevó de la tragedia al grotesco, el fenómeno precipita ahora en el marco de una campaña electoral. Sin movilización de masas, con apenas participación genuina no obstante la expectación perceptible, queda a la vista una dinámica de drástico realineamiento social que anuncia un vuelco político en los comicios presidenciales del próximo 9 de abril.
Desde fines de diciembre el dato nuevo es la irrupción de un candidato hacia el cual dirigen su mirada los de abajo, atraídos por un discurso antimperialista y latinoamericanista. Ollanta Humala, un ex militar dos veces sublevado y otras tantas derrotado encabeza encuestas y sondeos de opinión, mientras la inusitada cantidad de diarios de la capital peruana se diferencia por calificarlo como "autoritario" o "fascista". Para no reiterar más de diez veces por página estos adjetivos, la prensa utiliza a menudo un tercero: "outsider", palabra cuyo sentido desconocen aquellos que precisamente han puesto en primer lugar a un hombre que viene de fuera de todo el espectro partidario tradicional.
Ex militar como Hugo Chávez, de origen indígena como Evo Morales, Humala no es ni uno ni otro pero encarna un fenómeno análogo al que explotó y se impuso en Venezuela y Bolivia: la reacción desde las entrañas de la sociedad contra la crisis del sistema y la ausencia de una respuesta revolucionaria proveniente de las fuerzas tradicionalmente opuestas al capitalismo.
Después de haber dado a luz a presidentes como Alberto Fujimori y Alejandro Toledo, dos personajes de la picaresca adaptados al discurso washingtoniano de los años '90, la crisis se abre cauce por un camino imprevisto por las izquierdas.
Humala recorrió un primer tramo de su reciente carrera política impulsado por el Partido Comunista Patria Roja (PC-PR). Pero por causas que cada uno explica con argumentos diferentes, los caminos se bifurcaron. Ya instalado en los primeros puestos de las encuestas y tras el impulso dado a su candidatura por la victoria de Evo Morales en Bolivia y un encuentro con Chávez en Venezuela, Humala convocó a los partidos de la dispersa izquierda marxista, socialdemócrata y sin partido. Las tratativas fracasaron y, otra vez, cada protagonista ofrece razones encontradas para explicar el desenlace. Lo cierto es que el PC-PR, junto al Partido Comunista Peruano (PCP) y otra decena de organizaciones dio vida al Movimiento Nueva Izquierda (MNI) y la candidatura de Alberto Moreno, mientras un recientemente fundado Partido Socialista, que incluye nombres legendarios como el de Hugo Blanco, lleva como candidato presidencial al actual congresista (diputado) Javier Díez Canseco.
Según encuestas inciertas pero de todos modos indicativas, estas candidaturas no llegan al 1% en las preferencias de la sociedad, no obstante sus raíces tradicionales. Mientras tanto, la Unión por el Perú (UPP) de Ollanta Humala disputa con ventaja con la candidata de la derecha conservadora congregada ahora en Unidad Nacional (UN), Lourdes Flores y con el titular de la histórica APRA, el socialdemócrata Alan García. Según todas las encuestas, cuatro semanas antes de las elecciones Flores y Humala tienen 31 y 30% y García un 22%.
Pero estos guarismos se ven modificados por tres factores:
- En las últimas dos semanas Flores cayó del 33 al 31%, García se estancó en el 22% y Humala, pese al fuego graneado de toda la prensa y casi todos los candidatos con acusaciones de violaciones a los derechos humanos, pasó del 26 al 30%;=20
- En el interior del país Humala tiene entre el 30 y el 51% de las intenciones de voto, según la zona, mientras que Flores oscila entre el 31 y el 18%;=20
- el 40% de los electores no ha definido aún su voto.
Con toda su elocuencia, estos datos son menos impactantes que la impresión de un observador frente a concentraciones ostensiblemente forzadas con derroche de dinero por parte de los candidatos del APRA y la UN, contrastadas con las multitudinarias asambleas -donde sobresalen los rostros jóvenes- en los actos de Humala.
En sus intervenciones el ex militar condena la brutal desigualdad en el reparto de las riquezas, asegura que revisará todos los contratos con las multinacionales, que propondrá una Asamblea Constituyente para fundar una segunda República y propone la soberanía y la unión suramericana como estrategia de salida.
Miembros del equipo dirigente de UPP aseguran que Humala ganará en el primer turno. Casi todos los analistas de la derecha imaginan un escenario de segunda vuelta en el que Humala disputa con García o con Flores. La mayoría de ellos se consuela dando como vencedores a los representantes del gran capital local y el imperialismo, García o Flores, según las preferencias. Pocos entienden que, con toda su importancia, la trascendencia de estas elecciones no reside en las señas particulares de Humala, ni tampoco en el resultado final de los comicios. Perú está ingresando en el torbellino de cambio suramericano. El miedo perceptible en las clases dirigentes se justifica. Aun en medio de la confusión, los de abajo pugnan por tomar la palabra.
Lima, 12 de marzo de 2006.
Publicado en El Espejo - 15/3/06