La derecha contra Grecia

La derecha internacional ha cerrado filas contra el pueblo y el gobierno de Grecia. No es poco lo que allí se juega para el futuro de Europa. No sólo apuesta al fracaso de la experiencia griega sino que ya trabaja descaradamente para frustrar sus esperanzas. Un triunfo de Syriza fortalecería otros procesos y renovaría la fe perdida de pueblos azotados por ocho largos años de crisis económica.

El lenguaje, el primer fraude

Los intereses del capital todo lo pervierten y el lenguaje no podía estar a salvo. Convirtieron el noble concepto encerrado en la palabra austeridad, de claro contenido moral, en mampara para ocultar sus descarnados fines crematísticos. Austero está asociado a la modestia en las costumbres y las acciones: cubrir las necesidades fundamentales sin excesos ni gastos innecesarios.

Usan esta palabra para referirse a las políticas que imponen los organismos financieros europeos. Pero suprimen un aspecto clave de su significado: "cubrir las necesidades fundamentales" y conservan sólo lo relativo a recortes, sacrificios y limitaciones. De esta manera la austeridad termina siendo recortes al presupuesto en necesidades básicas: educación, salud, alimentación y atención a los sectores más vulnerables.

Les parece excesivo gastar en seguridad social; pero, por el contrario, juzgan como gasto necesario rescatar los bancos en quiebra y, por esta vía, transformar la deuda privada de los banqueros --que deberían honrar con sus capitales--, en deuda pública que pague toda la sociedad.

Eso es exactamente lo ocurrido en los países europeos que hoy tienen mayores dificultades: Grecia, España y Portugal. Los quebraron, los endeudaron, acentuaron sus problemas y cercenan el flujo de dinero necesario para su recuperación. En España, por ejemplo, el gobierno de Rajoy redujo el presupuesto de Educación en 3.000 millones de euros y el de Sanidad en 7.000 millones, a la par que para rescatar un solo banco (Bankia) utilizó "23.465 millones de euros de ayudas públicas directas y es el rescate más caro en la historia de España". (ABC)

Debemos denunciar este fraude lingüístico: Donde se escriba "políticas de austeridad" debemos leer "políticas de miseria", pues no reducen el exceso sino que incrementan la pobreza.

El sargento Mario hace su trabajo

Justificó la invasión imperialista a Irak, difama a la Revolución Bolivariana en Venezuela y, por supuesto, el sargento Mario, en perfecta concordancia con el gran capital, ataca al incipiente proceso que se gesta en Grecia.

Vargas Llosa tiene un pensamiento político reaccionario y asombrosamente atrasado. Pero sus opiniones sobre Grecia son ya francamente trogloditas, desinformadas, cavernarias, por decir lo menos.

Nada le importa la democracia. Le recomienda a Tsipras que, "ahora que tiene responsabilidades de Gobierno", archive las promesas electorales y se dedique a aplicar las políticas de recorte y hambre aprobadas por la Troika (CE, BCE y FMI). "Si no lo hace –amenaza- se enfrenta a la bancarrota, a salir del euro y de la Unión Europea y a hundirse en el subdesarrollo", como si Grecia se encontrara en situación boyante y de desarrollo pleno.

Contra todos los datos económicos que demuestran lo contrario, Vargas Llosa hace esa recomendación convencido de que la culpa del desastre griego la tienen los griegos y no las políticas impulsadas por Alemania y los organismos mencionados. No mira los datos que dicen que esa política "talla única" hundió aún más a los países que estaban en peor situación: España, Portugal y Grecia y ha sido el mecanismo usado por el gran capital para convertir la deuda privada en deuda pública.

Más le valdría a los dirigentes de Syriza prestar oídos a Joseph Stiglitz -que sin duda sabe más de economía que la desvergonzada ignorancia de Vargas Llosa en esta materia. Afirma Stiglitz que "si Europa le dice no a la demanda de los votantes griegos en cuanto a cambio de rumbo, esta diciendo que la democracia no es importante".

Hay dos afirmaciones finales de Vargas Llosa que causan sonrojo y vergüenza ajenas: Una, su confesión eurocentrista expresada en el mohín de escándalo que significa la posibilidad de que la "culta Europa" caiga en reivindicaciones populares propias del tercer mundo. Otra, demostrando, por lo demás, su desmemoria histórica, afirmar que Alemania alcanzó su nivel de prosperidad a base de grandes esfuerzos, "sin quejarse, ni pedir ayuda a nadie, sólo mediante el empeño y estoicismo de sus ciudadanos" y, en consecuencia, Alemania y el resto de Europa no tienen por qué pagar la "irresponsabilidad" de los dirigentes griegos.

Desechemos por ahora el síndrome de minusvalía racial o regional que atormenta a Vargas Llosa. Centrémonos en la segunda afirmación. Precisamente Alemania es el mejor ejemplo de cómo la solidaridad puede fomentar el crecimiento económico en un país devastado. Después de la Segunda Guerra mundial, a ese país le fue condonada el 60% de su deuda y la restante acomodada en largas cuotas que se prolongaron hasta la segunda década del siglo XXI. Sin ello no hubiese hoy la recuperación y la prosperidad alemanas. Y, en el caso de los dirigentes alemanes, la responsabilidad de haber ocasionado tantas muertes es moralmente muchísimo más grave que la de asumir deudas excesivas de los dirigentes griegos.

En fin, a Mario Vargas se le han multiplicado los frentes. Ahora, además de atacar con mentiras y simulaciones a Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Brasil, Argentina y Cuba, tiene que vérselas también con los griegos y, por si fuera poco, en el horizonte español se anuncia una aurora de batallas.



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Rafael Hernández Bolívar

Psicología Social (UCV). Bibliotecario y promotor de lectura. Periodista

 rhbolivar@gmail.com

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