El asalto a las municipales y el poder popular

Este artículo aporta elementos claves para abordar, desde una óptica de emancipación social, las contiendas electorales municipales y los procesos de confluencia que se están dando en muchas ciudades del Estado español.

En mayo de 2011 estalla el movimiento 15M en plena campaña para las elecciones municipales. La consigna "No nos representan" fue una de las asumidas con más fuerzas por el movimiento. En esas elecciones, en Catalunya un nuevo municipalismo dio un salto adelante, las CUP (Candidatures d'Unitat Popular) pasaron de una veintena de concejales a más de un centenar y 4 alcaldías, mientras las CAVs (Candidatures Alternatives del Vallés) consolidaban su presencia en un territorio con una población que supera el millón de habitantes. No obstante, tres años y medio después la situación subjetiva ya ha cambiado radicalmente. Hoy miles de activistas se encuentran involucrados en procesos de construcción de candidaturas y organizaciones políticas. En buena medida se ha pasado de la ilusión de lo social al espejismo de lo electoral.

El estado y sus instituciones

La Comuna de París, la primera gran aparición en el escenario de la historia de la clase obrera (precaria, sin sindicatos, agrupada en pequeños talleres), la Revolución rusa y especialmente la experiencia revolucionaria que en 1936 tuvo lugar en Catalunya y Aragón nos enseñan que en los momentos revolucionarios la lógica de las instituciones actuales, de representatividad y delegación, ausencia de control democrático y separación de poderes respecto al poder económico es arrojada al basurero de la historia y substituida por nuevas formas, las comunas, asambleas, soviets o cordones que abordan el gobierno de lo social desde la óptica de la cooperación, el control democrático y la articulación de la economía para colmar las necesidades de la colectividad. Es decir, la experiencia histórica nos lleva a plantearnos la contienda electoral como una batalla más en la lucha por la hegemonía de las ideas de emancipación social y orientadas hacia un horizonte destituyente de las viejas instituciones. Las elecciones como un medio y no como un fin, entendiendo que incluso ganando los gobiernos no se gana todo el poder. En lo referido a los municipios estas limitaciones se ven incrementadas por los menores marcos competenciales, especialmente en aquellas localidades de mediano y pequeño tamaño.

¿Quiere decir lo anterior que no debamos presentar candidaturas? La contestación no es una respuesta binaria de sí o no, más bien depende substancialmente del momento sociopolítico y de las posibilidades de éxito de las mismas, éxito entendido como obtención de representación pero también y esencialmente como acumulación de fuerzas en forma de mayor auto-organización.

Hoy, en el escenario de crisis política y económica, donde los pactos tradicionales no dejan de perder apoyos se ha abierto un espacio en el que candidaturas municipalistas rupturistas pueden agrupar a miles de personas e incidir decididamente en los debates políticos, no sólo locales.

Candidaturas municipalistas rupturistas. ¿Qué queremos y cómo conseguirlo?

Partiendo del principio de que las elecciones son tácticas, ya que tenemos claro el límite de los cambios que se pueden introducir desde las instituciones, pero insistiendo en la necesidad de incidir en las contiendas electorales, dado que por un lado son momentos de apertura política en los que mucha más gente participa de los debates políticos. El requisito táctico y pragmático de obtener cierto éxito electoral para poder incidir en la realidad (en la agenda política y social pero también en las condiciones materiales) requiere muchas veces del establecimiento de alianzas entre sectores con diferentes grados de radicalidad.

Un primer principio es construir candidaturas municipalistas que vayan a tener un impacto electoral, impacto definido como un compromiso entre número de votos y representación institucional y el incremento de la auto-organización por la base. Es decir, la candidatura más a la izquierda posible con opciones de conseguir representación. Carece de sentido articular tanto candidaturas que no cuestionen el statu quo y que dilapiden las fuerzas acumuladas en los últimos años por las luchas de las clases populares como candidaturas cuya expectativa de voto sea testimonial y queden incapacitadas para organizar nuevas personas en los espacios de lucha.

El segundo principio está muy asociado a la coyuntura actual de crisis política en las que las fuerzas anticapitalistas deben apostar decididamente por la ruptura democrática. En estos momentos el fortalecimiento del municipalismo rupturista y su articulación colectiva va a ser una de las armas principales para conseguir superar el régimen nacido de la transición. En territorios como el catalán donde las CUPs, Crides (espacios unitarios) y CAVs ofrecen la posibilidad de obtener buenos resultados manteniendo un programa rupturista, la izquierda anticapitalista debería apostar por estos espacios. Además, cabe añadirles los círculos de Podem y las asambleas locales de Procés Constituent (iniciativa ciudadana que promueven Arcadi Oliveres y Teresa Forcades).

Los ejes básicos de una candidatura de ruptura son el método democrático de construcción de la misma, el programa y los principios de acción política, lo que hoy se denomina como código ético.

Construyendo las candidaturas desde abajo

Ciertamente los liderazgos son importantes y más en las elecciones donde la tensión mediática tiende a centrarse sobre las personas que encabezan las listas, por lo tanto esta cuestión no se puede soslayar y corresponde a las personas que participan en la misma encontrar la mejor persona posible. No obstante, esto no quiere decir que las primeras personas de la lista puedan y menos deban elegir a dedo al resto de la misma o puedan imponer su criterio al resto de personas involucradas. Ni tampoco ungirlas, es decir merced a una presencia mediática fruto de la lucha colectiva designar a personas que sean elegidas prácticamente por ser las recomendadas por el líder o lideresa. Una de las derrotas más importantes que han sufrido las izquierdas ha sido la cooptación de los liderazgos por parte de la maquinaria institucional y el debilitamiento de los espacios de lucha a las necesidades de las elecciones. De ahí la necesidad de establecer normas claras que no alejen los niveles de vida de los cargos electos y de libre designación de los de la clase trabajadora, manteniendo unas condiciones dignas y a la vez garantizando los principios de revocabilidad y rotación de cargos. Evitando las puertas giratorias y la política como modus vivendi, siendo el límite máximo de 8 años de mandato, incluidos los cargos de libre designación. Así como financiar la campaña con aportaciones populares y en caso de donaciones importantes siempre finalistas y nunca recurriendo al crédito bancario para financiar actos electorales o de propaganda.

Por el ámbito organizativo, debemos intentar que las candidaturas tengan espacios barriales y espacios sectoriales donde se elabore y discuta el programa y también se propongan las personas de la lista electoral, esto en la fase previa a las elecciones y en la posterior se articulen como consejos comunales y sectoriales. Es importante que estos espacios sean los que propongan las personas a formar parte de la lista electoral y los posibles cargos de libre designación ya que así se fomenta la diversidad sectorial, territorial y social de las mismas. Además se evita la preponderancia de académicos, hecho muy frecuente en sociedades meritocráticas como la nuestra. Necesitamos candidaturas con limpiadoras, peones, trabajadoras de la industria, del Mc Donalds, de la Universidad, etc., con la única condición de que provengan de las luchas. Un posible mecanismo para la confección de listas o cargos podría ser que las personas, para poder ser elegidas, debieran contar con el respaldo del 10% de una asamblea local o sectorial.

La asamblea general debería convertirse en un órgano de decisión de los grandes asuntos de la candidatura, como el establecimiento de un pacto pre-electoral o post electoral, el apoyo a unos presupuestos, etc. Decisiones binarias que tras debates previos en las asambleas locales y sectoriales se cierren colectivamente. Un órgano intermedio entre las asambleas locales y sectoriales debería estar formado por representantes de cada asamblea local y de las sectoriales que sería el encargado de dirigir la campaña de ciudad y de coordinar y dotar de capacidad de incidencia a nivel de ciudad a los Consejos Comunales. En resumen, una estructura con ámbitos locales y sectoriales que decidan sobre los asuntos propios y colaboren en la planificación y ejecución de políticas de ciudad y de vertebración territorial. Evidentemente esta estructura debe adecuarse a las diferentes realidades locales, que van desde metrópolis a pequeñas poblaciones pasando por ciudades medianas. En Venezuela y Bolivia se han desarrollado sistemas de poder popular que debemos estudiar y analizar. No están exentos de contradicciones ya que por un lado el control sobre la planificación económica es muy reducido y por otro existe una tensión entre la legitimidad de los consejos comunales y las directrices de los gobiernos electos. Sin embargo, avanzar hacia formas de organización social que superen la democracia representativa actual, donde la delegación sólo está sujeta al control del voto cada cuatro años supone un incremento de las capacidades de autogobierno popular.

El programa como plataforma reivindicativa

En cuanto al programa queda claro que los espacios barriales y sectoriales son los encargados de elaborarlo y la asamblea general de refrendarlo. En este apartado hablamos del papel del mismo y de los ejes básicos que desde una óptica rupturista deberían impulsarse.

El papel lo aguanta todo y un programa no puede ser un canto al viento o un fetiche. Por un lado, debe conectar con las necesidades y demandas de las clases populares, alimentación, trabajo (mediante planes de empleo locales adecuados a las necesidades) y reducción de la jornada laboral de los contratados municipales sin reducción de salario, vivienda -acabando con los desahucios y organizando un parque público de alquiler social-, recuperación del suelo público, garantizando a todo el vecindario agua, electricidad, gas, educación, sanidad y un medio ambiente más sano. Es imprescindible que estas demandas estén claramente expresadas y que personas de los barrios obreros sean las que las expliquen a sus vecinos y vecinas. Es necesario también concebir el programa como una plataforma reivindicativa sobre la que articular luchas unitarias más allá de las elecciones. El doble papel del programa que incluye un conjunto de medidas inmediatas y aplicables unidas a reivindicaciones, que en ocasiones superan el ámbito competencial local, constituye uno de los pilares fundamentales del municipalismo rupturista, aquel que plantea un cambio en la configuración social donde las comunidades colaboran para organizar los servicios en función de las necesidades sociales y buscan el equilibrio territorial. Es necesario insistir en combinar medidas pragmáticas ligadas a la necesidad de superar las relaciones capitalistas para crear las condiciones necesarias para ese otro mundo posible. De ahí que en Catalunya la apuesta por la independencia deba ser clara, vinculada al programa de demandas sociales ya mencionado y potenciando la confluencia con candidaturas de otras ciudades, caminando hacia la apertura de un proceso constituyente desde el municipalismo rupturista.

Dado que los estados son estructuras de dominación social de una clase sobre otra, construir el proceso de liberación nacional desde el municipalismo contribuye a debilitar uno de los eslabones más débiles del estado español, o sea su configuración territorial. Los pactos entre las diferentes burguesías locales para explotar a las clases populares están francamente debilitados, abogar por la independencia, por un lado, nos permite no dejar el campo libre a la derecha regionalista y, por otro, agrandar las grietas del régimen del 78.

Otro aspecto a desarrollar del programa es la socialización de las ideas del poder popular, es decir, dado que las instituciones actuales son incapaces de cubrir las necesidades de la sociedad, debemos construir otras nuevas desde abajo y la izquierda para así incrementar la capacidad de autogestión popular. En este sentido creo que se pueden destacar tres aspectos:

El primero y clave es plantear la gestión comunitaria de los servicios públicos municipales. Es decir, la creación de órganos (consejos comunales por aportar un nombre) de gestión y control democrático de los servicios públicos donde administración, trabajadoras y usuarias decidan sobre la gestión de los mismos.

El segundo, la racionalización democrática mediante la consulta previa vinculante, tanto para proyectos urbanísticos de ciudad, como de distrito o de barrio. Así como la elaboración de presupuestos participativos basados en la colaboración entre sectores económicos y barrios de manera que los recursos de la ciudad se redistribuyan en función de las necesidades colectivas. Claramente existen restricciones en este aspecto, como el gasto fijo en nóminas, alquileres, mantenimiento, etc., no obstante en la medida que se incrementa la autogestión popular, las decisiones de estos conejos comunales pueden ir convirtiéndose en vinculantes para los plenos y comisiones municipales.

Un tercer eje es incrementar la economía de matriz social, es decir, por un lado, recuperar la economía pública en manos de concesiones con ánimo de lucro y subcontratas, remunicipalizar los servicios básicos y acabar con el lucro de unos pocos a costa de las necesidades de la mayoría. Y, por el otro, potenciar el desarrollo de proyectos cooperativos de los servicios públicos, persiguiendo la máxima de igual trabajo, igual salario. Es decir, empleos garantizados por los poderes públicos pero donde la gestión no esté en manos de los jefes sino de las plantillas y las usuarias.

Cabe insistir en que estos ejes programáticos son marcos de discusión y que un programa no es una lista de demandas, sino que debe formar parte del desarrollo de las resistencias y de la organización en los barrios y centros de trabajo.

Confluencias

Dejamos para la última parte del artículo el aspecto que más controversias genera dado que es necesario establecer los objetivos para poder compararlos, armonizarlos y llegar a acuerdos con garantías. Claramente es necesario tejer las alianzas cuanto más amplias mejor y llevando adelante los debates en torno a los puntos ya mencionados, método democrático, programa y principios de actuación política. No obstante, todo proceso de confluencia se basa en agrupar lo que está disperso y unir lo diferente en un objetivo común, de ahí que en la naturaleza de los mismos se encuentren tensiones y momentos de dificultad, mayores cuanto más amplio aspira a ser el proyecto. A la vez, cabe reconocer que no existen recetas mágicas para conseguir llevar adelante, con éxito, los susodichos procesos. Las particularidades territoriales, las correlaciones de fuerzas, las trayectorias políticas de las personas, partidos y colectivos implicados generan un paisaje abigarrado y diverso. Buscar un horizonte común sin contravenir la razón de ser de ninguno de los actores implicados es uno de los principales desafíos. Viendo el voto como algo táctico, en el que el número de los mismos es un factor muy importante, hay que decir que no existe una única forma de encarar el reto de disputar la hegemonía electoral a la derecha y a los social-liberales. En Sudamérica se ha apostado por frentes de izquierdas encabezados por personas carismáticas, que servían de aglutinador de las diferentes familias, ha sido un modelo exitoso en ciertos sentidos, pero que también ha topado con el muro de la "realpolitik". La inclusión de la izquierda más combativa, tanto partidos como movimientos sociales, en estos frentes sin una política propia, clara e independiente ha generado la cooptación de muchos liderazgos, la utilización de los movimientos para legitimar políticas antisociales o la caricaturización y laminación de la disidencia anticapitalista como infantiles o sectarios.

Estas lecciones son importantes en el aquí y ahora, siendo partidarios de las confluencias más amplias posibles, no sería lo ideal fomentar hiperliderazgos aglutinadores, dado que la confluencia tiene como límite la vida política de estos líderes. Entender también que en los lugares donde la izquierda reformista tiene o ha tenido una larga trayectoria gubernamental, con aciertos pero también llena de contradicciones, puede que la mejor opción sea buscar acuerdos post electorales, basados en las coincidencias programáticas. Por último, otro aspecto importante es no caer en el perverso juego de las correas de trasmisión, candidaturas v/s movimientos, de manera que los posicionamientos electorales por parte de las personas implicadas lleven al bloqueo de las luchas. Demasiadas veces hemos visto este fenómeno en la lucha sindical y en otras plataformas.

Óscar Simón (@simongorjeos) es profesor interino y militante de la CUP y En lluita / En lucha

Artículo publicado en la revista anticapitalista La hiedra (@RevistaLaHiedra)

http://lahiedra.info/el-asalto-a-las-municipales-y-el-poder-popular/

 

 

 



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1561 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter




Notas relacionadas

Revise artículos similares en la sección:
Internacionales


Revise artículos similares en la sección:
Ideología y Socialismo del Siglo XXI