Cuba-EE.UU.

Abrir un molusco

Hemos visto como Estados Unidos se ha acercado a Cuba en los últimos meses con la intención de establecer relaciones diplomáticas y comerciales. Ese es el discurso público del Pentágono y del Departamento de Estado, y no es casual el orden en que mencionamos a esas instituciones, ya que un país guerrerista como Estados Unidos, siempre prioriza el obsesivo tema de su seguridad nacional, y de la presencia de Cuba socialista a 90 millas de sus costas.

No es nuestra intención hacer un recuento de los pasos que han dado ambos países para acercarse el uno al otro y que tan ampliamente han sido comentados por los medios. La expectativa general es el peligro que puede representar para Cuba abrir sus fronteras a un país como Estados Unidos; los pueblos latinoamericanos que tanto esfuerzos hacen por zafarse de las garras del imperio, conocen tanto como Cuba el peligro que significa acercarse a tan letal "aliado".

Después de 60 años de bloqueo inclemente, reforzado con una Ley implacable (Helms-Burton), los círculos de poder, las élites estadounidenses deciden hacer una revisión de su política de confrontación contra el gobierno revolucionario de Cuba. Luego de sufrir continúas derrotas en la ONU, donde en la Asamblea General durante décadas fueron aplastados por los resultados unánimes de prácticamente todas las naciones de la tierra, los Estados Unidos deciden acabar con el bloqueo y reconocer el error histórico de mantener a Cuba bajo asedio.

Esta iniciativa la emprende el gobierno de Washington luego de haber desarrollado una de las estrategias más amplias alrededor del mundo, que aceleró con la caída del muro de Berlín, la implosión de la URSS y la subsecuente sobrevaloración de su hegemonía total sobre el planeta.

Ciertamente la catalización de los procesos en el campo internacional, dio paso a una secuencia rápida de acontecimientos: en primer término la misma implosión de la URSS; la reunificación de Alemania; el fin del Pacto de Varsovia y seguidamente (y es entonces cuando Estados Unidos decide precipitar las cosas): la guerra en Yugoslavia, la del Golfo, la intervención en Afganistán, la ocupación de Panamá, la

invasión de Haití, la intervención en Sudán, la Guerra de Kosovo, Somalia, Yemen, el conflicto en Libia.

De pronto EE.UU. despliega una estrategia envolvente para transformar al Oriente Medio, interviniendo en Siria y usando de manera abierta al hasta hace poco su enemigo irreconciliable -Al Qaeda- como ariete en sus planes de "reconfiguración" del mundo árabe.

Continuando con la vertiginosa ampliación de los escenarios, EE.UU. decide acercarse a las fronteras de Rusia encendiendo un conflicto en Ucrania, avanzando hacia las fronteras de Rusia a través de las repúblicas del Báltico...

EE.UU. Comenzó en los últimos años una cadena muy dinámica de conflictos, pero que ahora no está en capacidad de concluirlos definitivamente a su favor, a excepción del provecho económico que el complejo bélico-financiero puede sacar de ellos. Sin embargo el provecho financiero esos conflictos no justifica los riesgos que pueden llegar a representar para los propios Estados Unidos que aveces se conduce como un malabarista que decide agregar a su número más emoción con la creación del Estado Islámico, por ejemplo.

Si quisiéramos pasar una raya y sacar la cuenta de los resultados que hasta ahora está arrojando la estrategia de "caos global" que tan vehemente ha desarrollado Estados Unidos, las cifras se inclinarían a su favor, si no fuera por las torpezas cometidas y los "imponderables" que se han atravesado en su camino. Parece que las consecuencias serán catastróficas.

Uno de los peligros mayores que enfrentan los Estados Unidos es su decadencia económica, que está arrastrando a toda Europa en su rodada: Grecia, España, Italia y Portugal, son pesadas cuentas de un collar de plomo que se ha colgado al cuello el neoliberalismo; China que ya es la primera potencia económica mundial y que lleva adelante su estrategia financiera con sigilosa astucia; Rusia, que ha revelado una impresionante capacidad de encontrar oportunidades en cada uno de los baches que le pone EE.UU. en su camino: ya se está colando por el sur de Europa a través de la maltratada Grecia y hace presencia en América Latina con una abierta alianza con Venezuela y los países de la ALBA.

En medio de esa vertiginosa y amplia estrategia internacional, los Estados Unidos echó una tardía mirada hacia su "patio trasero" y se encontró un panorama nuevo, un bloque de repúblicas (UNASUR) que esperaba su comparecencia en la VII Cumbre Iberoamericana, donde tendría una cita con el pasado; una historia que Obama no quería escuchar y que años atrás Hugo Rafael Chávez Frías diligentemente había puesto en sus manos con el libro "Las venas abiertas de América Latina" del entrañable Eduardo Galeano.

Estados Unidos ya tiene la derrota pintada en la cara porque su desprestigio es mundial; los pueblos ya no creen en el sueño americano; son muchos los gobernantes del mundo que están haciendo esfuerzos por obligar a sus pueblos a mantenerse en la órbita de un capitalismo que ya no los deslumbra.

Ni siquiera la jugada de establecer relaciones con Cuba evitó la debacle que le esperaba en Panamá; Nicolás Maduro y Raúl Castro, Cristina Fernández, Evo Morales, Rafael Correa, Dilma Roussef, Daniel Ortega, por sólo nombrar los líderes más frontales de NuestraAmérica, uno a uno mencionaron la lista de oprobios y señalaron la huella de sangre de las injusticias que ha dejado en nuestra memoria el imperialismo norteamericano.

El Pentágono y el Departamento de Estado, ven el establecer la relaciones con Cuba como abrir un molusco, piensan que al separar sus valvas encontrarán un tejido blando fácil de engullir; calculan que el zunzuneo y radio Martí ablandaron las conciencias; que formar una legión de periodistas apátridas y llenar de mercancías la isla será suficiente para acabar con la revolución.

El Macaurelio



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Marco Aurelio Rodríguez


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