Dos grandes fuerzas enfrentadas en el mundo

Tal como lucen las cosas en el mundo contemporáneo, dos grandes fuerzas se encuentran enfrentadas en una lucha crucial para la sobrevivencia de toda la humanidad. Simplificando: por una parte (aunque suene a paranoia conspirativa), una conformada por personajes y corporaciones multinacionales que se perciben anónimos e invisibles, pero que son quienes mueven tras bambalinas los hilos del poder y cuyas decisiones -cual dioses juguetones y omnipotentes- terminan por afectar a millares de vidas en todo el planeta.

Son estos los que imponen sus intereses capitalistas a pueblos enteros, valiéndose de diversidad de instrumentos propagandísticos-alienantes a su disposición, todos orientados a vencer cualquier tipo de resistencia ideológico-cultural y, si no, empujando a contingentes militares a la guerra, esto último aun cuando no exista evidencia alguna de ejércitos y armamentos de destrucción masiva con que se pueda contener exitosamente su avance destructivo. Esto lo ha cumplido a cabalidad Estados Unidos, sobre todo bajo la administración de Barack Obama, escudándose en muchos casos con el pueril argumento de representar el nuevo "pueblo elegido de dios", destinado a preservar y propagar los "valores judeo-cristianos" de la civilización occidental.

Esto ha conducido paulatinamente a la humanidad a un escenario de conflagración mundial, con una perspectiva que muchos analistas, incluso militares, ya anticipan como de devastación definitiva, donde no habrá ganadores ni perdedores. Ello impone que movimientos alternativos de resistencia social (opuestos a la explotación voraz e irracional del capitalismo neoliberal global) se tracen algunos objetivos y acciones que tengan -de una u otra forma- alguna influencia decisiva en la composición, control y toma de decisiones de los gobiernos de sus respectivas naciones, ayudando a cambiar, en consecuencia, el actual panorama mundial en beneficio del respeto irrestricto al derecho internacional y la autodeterminación de los pueblos. Algo que, evidentemente, requerirá de tales movimientos un radical cambio de conciencia que les permita comprender que sus luchas serán totalmente estériles mientras no se produzca realmente un cambio estructural profundo, no únicamente a nivel político, sino también económico, modificando por igual las relaciones de poder y las relaciones de producción tradicionalmente aceptadas.

Esta guerra asimétrica ya ha tomado cuerpo en varios continentes, especialmente en Asia y Medio Oriente. En nuestra América (con énfasis en Ecuador, Bolivia y Venezuela) esto se manifiesta en una confrontación política polarizada. Aunque sin reconocerse como lucha de clases, incluso por aquellos que impulsan un cambio revolucionario de carácter socialista. Sin embargo, ello no deja de ser una realidad que podamos eludir tranquilamente, al contrario, nos exige a diario un mayor grado de participación y de protagonismo; siendo críticos, pero con principios de amplitud, solidaridad y pluralismo, lo que nos ayudaría a construir un nuevo mundo, pluripolar y multicéntrico, sin exclusión alguna.-



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Homar Garcés


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