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Monopolios mediáticos y sus asalariados festejan el supuesto fin de las revoluciones latinoamericanas y caribeñas. ¿Pero se trata de verdaderas revoluciones? Revolución es cambio total de la base económica y de la superestructura ideológica. La mayoría de los procesos progresistas latinoamericanos bajo asalto son intentos de abrir pacíficamente el camino hacia una transformación revolucionaria respetando las reglas de adversarios que no respetan regla alguna.
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Se parecen a la primera Declaración de Independencia en Tierra Firme Suramericana, cuando los patriotas venezolanos destituyeron en 1810 al gobernador que les envió José Bonaparte, pretextando lealtad al Borbón Fernando VII. No criticamos que haya sido así. En política es legítimo elegir la vía factible para avanzar cuando las demás se clausuran temporariamente.
Pero no se puede cambiar el juego sin cambiar las reglas del juego. Cada concesión debilita a los progresistas. Como señala James Petras en entrevista concedida a Efrain Chury el 27-8-2016: "¿Y por qué el PT no tiene capacidad de poner millones de personas en la calle si consiguieron 54 millones de votos, si supuestamente tenían una organización formidable? Yo creo que es una organización en baja, no tenía suficiente inserción en las luchas de clase, pactaron con la derecha, incluso incluyeron a muchos miembros de la derecha. Y ahora están sufriendo los golpes de la derecha, la descalificación, se van a instituciones formales que están poco consecuentes, divididos internamente y nada va a pasar por allá. No digo que sea malo que Lula vaya a presentarse a la ONU a denunciar los crímenes de la derecha, las intervenciones, la represión, pero nada va a pasar con la ONU".
(http://www.ivoox.com/analisis-james-petras-cx36-audios-mp3_rf_12552681_1.html)
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Mientras tanto, a cada avance legal de la izquierda contesta con diez retrocesos ilegales la derecha. Contra Chile se perpetraron la Guerra Económica, el golpe de Estado y el magnicidio. Contra Venezuela se ensayó desde el golpe de Estado hasta el sabotaje petrolero y el magnicidio y el dumping internacional y la Guerra Económica. Contra Ecuador se intentó asimismo el golpe de Estado con magnicidio, con el apoyo de movimientos étnicos. Contra Bolivia se intentaron la secesión territorial y la paralización del país, apoyadas también por movimientos étnicos a quienes Evo concedió plenos derechos. En dicho país, la derecha acaba de asesinar un viceministro. En todos los casos las instituciones agredidas apenas respondieron, o lo hicieron dentro de una escrupulosa formalidad que el adversario no respetó jamás.
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En Venezuela, Ecuador y Bolivia se ofrece además a la contrarrevolución un arma que no existe en ninguno de los países que ésta maneja: la posibilidad de convocar a fáciles referendos cuya decisión es escrupulosamente respetada. En Venezuela también hay casi más de una elección cada año: se quiere hacer ver como apocalipsis un revés en una justa electoral en la cual se ha vencido dieciocho veces. Pero es difícil triunfar indefinidamente en contiendas electorales cuando se deja al adversario la potestad de realizar o no realizar la importación, producción y distribución de bienes básicos. Con ello los procesos progresistas entregan al enemigo la llave de su marcapasos. Las revoluciones sólo sobreviven mientras avanzan.