La victoria de Trump, síntoma de la decadencia de un Imperio

Noam Chomsky en un reciente artículo señala que la democracia en EEUU es una ficción. Que las elecciones están compradas. Esto se podría extrapolar a todas las democracias. Sólo en situaciones excepcionales la multitud consigue romper esa camisa de fuerza y llevar al gobierno a uno de los suyos. En el Imperio Romano pasaba algo parecido. Los emperadores no eran elegidos sino que eran propuestos y designados por los grupos de intereses en el poder. Como en aquél entonces lo militar y lo económico van hoy también de la mano.

La crisis y la corrupción siempre estuvieron presentes en el Imperio Romano. No obstante, cuando la crisis se hizo permanente el Imperio se convirtió en un infierno por más de 250 años. Una decadencia que se convirtió en forma estable de gobierno. Los emperadores eran asesinados uno tras otro y la guerra civil era el pan de cada día. La inflación de la ciudad por la crisis económica permanente comenzó a despoblarlas camino al campo y a la sobreviviencia. La corrupción y el derroche eran públicos y notorios.

Las contradicciones del Imperio Romano no hallaban solución. El esclavo como principal base del modo de producción había dejado de ser rentable por su descenso numérico. El plus valor había que obtenerlo por otros medios. La guerra civil se volvía inevitable como solución para la acumulación por los grupos de poder en juego. Los límites fronterizos habían llegado a su límite.

Algunos dicen que la decadencia comenzó bajo el Imperio de Cómodo (161-192) d.c… otros bajo Caraccala, ambos asesinados como tantos otros. Las excentricidades de estos emperadores recuerdan demasiado a las Trump. Pero también el loco de Calígula o de Nerón. Más allá de la cuestión personal, la ideología de Trump es la de la ideología de una contra tendencia imperial.

El Imperio se define como un orden global, de fronteras abiertas, donde la paz de la democracia resulta ser la base ética-jurídica- y política que permite integrar y guerrear en todos los rincones del planeta subsumiéndolo en la lógica del capitalismo mundial.

Pero ya el mercado mundial se ha totalizado. No hay más exterior para subsumir o conquistar. Las contradicciones del sistema no pueden trasladarse afuera en pro de la estabilidad interna. Cada guerra regional es una guerra civil dentro del Imperio. El Imperio, como orden hegemónico tras el fin de la Guerra Fría ha nacido ya en crisis y decadente.

Trump es su mejor síntoma. En este sentido, Trump es un híbrido entre Calígula y Diocleciano. Loco y protector, quiere frenar la entrada de los nuevos "bárbaros", los inmigrantes latinos para asegurar el nivel de vida de los ciudadanos patricios blancos "romanos" estadounidenses. Se niega a otorgar la ciudadanía imperial a los inmigrantes. Va en contra de la idea del Imperio universal. Quiere además construir un supermuro aislacionaista y reconsiderar los tratados de libre comercio. Quiere frenar lo inevitable, la tendencia hacia la totalización del mercado mundial. Es Diocleciano reercarnado pero con la personalidad de Calígula.

Pero recordemos que dichas reformas llevaron a la guerra civil y a la destrucción del Imperio. Los efectos en la bolsa ya lo indican. Las consecuencias económicas para los países que dependen de esos tratados bilaterales serán catastróficas. Trump es la mejor expresión de la decadencia de un sistema que haya cómo solucionar sus contradicciones y busca replegarse y romper las mutuas dependencias del mercado mundial. Lo que quizás no sabe es que el remedio puede ser mucho peor que la enfermedad.



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