Un novelón cargado de dinamita

El aparato de propaganda del uribismo ha producido una espectacular y retorcida historia que podra obnubilar la larga lista de novelones y falsos positivos, de truculencias y de montajes que han caracterizado al gobierno de Uribe, asesorado por personajes tan siniestros como José Obdulio Gaviria, J.J. Rendón y el mismo ministro de defensa, Juan Manuel Santos, enemigo público del gobierno venezolano, y quien al parecer está detrás de la fantástica historia, según la cual las Farc no entregaron a los secuestrados que habían prometido por que desde hace meses Emmanuel, el hijo de Clara Rojas, vive en Bogotá con una madre sustituta, después de haber sido entregado por alguien al Instituto Colombiano de Bienestar familiar en el departamento de Guaviare.

Esta macondiana e increíble historia nos recuerda la de “El marrano”, el joven vendedor de plátanos araucano que Uribe extraditó a los Estados Unidos acusado de ser un temible jefe guerrillero y que algunos años después los gringos debieron devolver, tras comprobar que solo era un pobre diablo. O la reciente historia de la súper espía. O la historia triste y dolorosa de centenares de humildes campesinos asesinados por el ejército y luego presentados como “guerrilleros dados de baja”. O los sindicalistas araucanos fusilados por el Ejército y presentados por el gobierno de Uribe también como guerrilleros dados de baja en combate. Son centenares y centenares de historias. De novelones miserables y tristes.

Pero la historia que Uribe llevó a Villavicencio para intentar explicar la demora de la las farc en la entrega de los secuestrados es la más nefasta y demoledora. Con esta historia le dieron estocada final a los saboteos al proceso de entrega de los secuestrados. Por lo menos hasta ahora. Por lo menos hasta ayer. Uribe y Juan Manuel Santos no podían permitir que en Miraflores, la Casa presidencial venezolana, se celebrara con alborozo la llegada del nuevo año con Emmanuel en brazos de Chávez.

Ya se decía que era muy sospechoso el silencio de Uribe mientras en Villavicencio se desarrollaba el espectacular operativo para recibir a los secuestrados. Se sentía recelo de la actitud demasiado complaciente del Comisionado Restrepo. Se sospechaba de tanta garantía ofrecida. Por debajo de la mesa, de espaldas, en forma matrera y ladina como siempre han actuado, preparaban la trampa. Primero intentaron poner un plazo de 72 horas, luego buscaron desmoralizar a los principales delegados internacionales. Restrepo, el comisionado, le insinúo a las delegaciones de Argentina y de Brasil que sus delegados podrían correr peligro en la selva. Que podrían ser secuestrados por la guerrilla.

En estas circunstancias se conoció la declaración de la guerrilla de que los operativos militares les impedían a sus hombres avanzar sin peligros hacia sitios donde pudieran entregar a los secuestrados. Y no es nada raro. Según el mismo gobierno son veinte mil hombres jungla que están en la selva muy cerca de la guerrilla. “respirándoles en la nuca”, como dijo recientemente el jefe del Ejercito. Por su parte Juan Carlos Lecompte, esposo de Ingrid, contaba anoche por CNN que hace pocos días cuando sobrevoló la selva para lanzar miles de fotos de los hijos de Ingrid, esperando que alguna cayera en sus manos y fuera un regalo de cumpleaños, permanentemente fue hostigado por los aviones militares que trataban de impedir su amorosa tarea.

Y luego llegó la hora de la rueda de prensa de Uribe en Villavicencio. Y junto a él, Juan Manuel. El temible y siniestro Juan Manuel. El hombre de J.J. Rendón. Y tras larguísimas explicaciones, historias, nuevos ofrecimientos de garantías y reafirmación de compromisos con el proceso humanitario soltaron la bomba.

Emmanuel ya no es Emmanuel. Ahora se llama Juan David Gómez Tapiero y está viviendo en Bogotá.

De esta manera no solo se tiraron la fiesta que estaba organizada en Miraflores. También lograron que los brindis de año nuevo en miles, y quizás en millones, de hogares de Colombia y del mundo, no tuvieran la alegría que estábamos esperando.

Aunque esta apuesta, la del novelón del niño que vive en Bogotá y que es Emmanuel, fue demasiado arriesgada.

Y mañana no bastará con decir con cara de arriero despistado.

“A no pues, es que yo dije que solo era una hipótesis.”




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