“he sido conservado hasta la edad de ochenta y seis años, en medio de los mayores trabajos y peligros de perder mi existencia, para ver consumada la obra grande y siempre justa... a ella propendió don José Gabriel Tupamaro, mi tierno y venerado hermano, mártir del Imperio peruano, cuya sangre fue el riego que había preparado aquella tierra para fructificar los mejores frutos que el Gran Bolívar había de recoger con su mano valerosa y llena de la mayor generosidad... cuarenta años de prisiones y destierros han sido el fruto de los justos deseos y esfuerzos que hice por volver a la libertad y posesión de los derechos que los tiranos usurparon con tanta crueldad... que tendría en nada, si antes de cerrar mis ojos viera a mi Libertador, y con este consuelo bajara al sepulcro…”. Juan Bautista Túpac Amaru (Carta a Simón Bolívar. Argentina. 1825).
“El APRA… es el partido continental antiimperialista e integracionista de la gran nación latinoamericana –que los apristas llamamos Indoamerica- y que el genio del libertador Simón Bolívar quiso unir… El integracionismo latino o indoamericano que bajo la égida gloriosa bolivariana fue el supremo ideal de la Revolución de la Independencia, incumplida con la desunión de nuestros pueblos distanciados por paralizantes nacionalismos chicos, es hoy el imperativo histórico, realista e ineludible de nuestro común destino. Alcanzarlo es tarea que en lo fundamental corresponde a los latinoamericanos mismos…” Víctor Raúl Haya de la Torre
(Notas a la quinta edición del antimperialismo y el APRA. Venezuela. 1976).
¿Qué hay detrás de la persecución macartysta a los bolivarianos en un país como Perú, que debe al genio continental de Bolívar buena parte de su independencia colonial?
¿Qué, detrás de la propuesta del gobierno peruano de crear legislaciones que tipifican como delitos el “Contrabando ideológico”, es decir, las ideas, el pensar diferente, con el claro objetivo de terminar con los molestos derechos civiles y políticos que ponen obstáculos a la represión discrecional del gobierno? Apuesta riesgosa, en la medida que, aunque aumenta la facultad legal de represión, disminuye peligrosamente, con insospechadas consecuencias, la legitimidad misma de esa legalidad.
¿Se trata sólo del delirio represivo de un gobernante víctima de atracción fatal por la imposición violenta?
¿Únicamente de una cúpula partidista que, como tantas otras antes en la historia, traiciona, vende al precio del poder y la corrupción, y finalmente aplasta criminalmente los principios que otrora levantó como bandera y le costaron a su turno la represión y satanización de otros poderes corruptos?
¿Nada más que de una muestra de decadencia intelectual, de una ridícula paradoja, por parte de quienes, al público y confeso servicio, justamente de una ideología extranjera: el neoliberalismo, nacido en Chicago, Estados Unidos, pretenden satanizar entre otras ideas, las de uno de los próceres históricos de su independencia: Simón Bolívar?
Ciertamente, se trata de todo eso, pero también de más. Y muy especialmente de una profunda razón estructural.
Naufragados irremediablemente los públicos sueños iniciales del Presidente García de seguir el “modelo chileno”, en alusión a la particularidad excepcional de este país de ser el único en el continente donde el orden excluyente y desigual neoliberal se consolidó en las mayorías como “legítimo y eficiente”, votando el 90% del electorado por él, el Perú se muestra irreductiblemente diferente y en la senda del resto de la región.
La realidad no tiene piedad y tan solo a año y medio de gobierno, ante las ruinas de su proyecto neoliberal democrático, Alan García, su gobierno, la oligarquía limeña y el poder fáctico norteamericano a los que sirve, no pueden más que llegar donde siempre llegan quienes administran la desigualdad y exclusión, la pérdida de soberanía: la pura, simple y desembozada represión totalitaria de las mayorías.
Es la vuelta sin retorno a la herencia fujimontesinista. El paquete era completo e indisoluble. Neoliberalismo económico, pero solo posible con represión desata, aplastando la democracia. Sin embargo, el tiempo nunca se repite, y la realidad actual es demasiado diferente a la del fujimorato. He ahí la necesidad patética y riesgosa de revivir o reinventar desesperadamente el trauma del terrorismo. He ahí la profunda explicación estructural de las campañas totalitarias de los medios limeños, que degradan la ciudadanía. Y del delirio represivo del Ejecutivo, el legislativo y las policías, instituciones todas que dilapidan su ya escasa credibilidad en el mismo acto.
El corolario y símbolo de este drama del neoliberalismo tardío en Perú es la propuesta de invención de un nuevo delito: “el contrabando ideológico”. Curiosa figura proveniente de quienes han hecho pública su filiación a una ideología foránea, que además exige la pérdida creciente de soberanía nacional: el neoliberalismo.
Que su explícita intencionalidad sea reprimir a quienes, siguiendo las más auténticas tradiciones peruanas (como Juan Bautista Tupac Amaru y Raúl Haya de la Torre), buscan integrar al Perú a la corriente regional mayoritaria que busca re distribuir la riqueza y recuperar la soberanía y el desarrollo, no es para nada casual, sino completamente coherente.
De este modo, la indecorosa propuesta de perseguir las ideas, el supuesto delito de “contrabando ideológico” es de hecho, objetivamente, el reconocimiento público y explícito del fracaso del proyecto neoliberal democrático peruano.
La imposición, por la fuerza de los hechos, de la necesidad estructural de la oligarquía limeña de imponer a las tres cuartas partes de la población y de las provincias que lo rechazan, el neoliberalismo, a punta de aplastar los derechos civiles y políticos básicos.
Casi puede verse al presidente sentado sobre los escombros de su sueño neoliberal legítimo y mayoritario, ver alejarse irremediablemente el ansiado “modelo chileno” y sentirse cada vez más de ojos achinados, mirada torva y pensamiento concentrado en comprar tránsfugas, esconder bien las pistas de crímenes y robos, y renovar infundios para alimentar la insaciable voracidad represiva de los medios oligárquicos limeños.
Ellos ya han reconocido su fracaso.
¿Podrán las fuerzas de oposición reconocer la inminente posibilidad de triunfo, para abrir nuevos escenarios de inclusión, participación, soberanía e integración continental con desarrollo para los pueblos?
Más acá de los alambicados teóricos y más allá de los cálculos pequeños. En los mordidos por la necesidad; los que desesperadamente buscan esperanza, a pesar de ser cien veces engañados; los que no pueden esperar aunque quisieran; los que no tienen donde volver sino es volver a intentarlo.
Allí, deben buscar las fuerzas sociales y políticas de oposición peruana, la inteligencia y generosidad faltante para agregar la leve pluma que se necesita para romper la espalda de este orden caduco, que apenas resiste el peso de la corriente histórica, aferrado a la represión. La pluma de la articulación en torno a un programa mínimo de refundación y regeneración del país, y un liderazgo que en forma práctica lo haga de mayorías.
Saberlo es hacerse responsable. Cada cual ha de aceptar o no el deber ético de la hora.
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