El
2 de abril de 1959 la embajada norteamericana en Asunción informaba a
Washington que los directores del Partido Liberal, hoy impulsor de la
candidatura del obispo católico Fernando Lugo a la presidencia del
Paraguay, habían suspendido al doctor Francisco Silva por sus
actividades sospechadas de comunistas. Silva se había
involucrado en el Frente Unido de Liberación Nacional, y la resolución
de su partido respondía a que dicho grupo era considerado dominado por
comunistas y por tal motivo rechazado en el Partido Liberal.
Era
frecuente que los dirigentes liberales cierren filas en torno al
dictador Stroessner cuando la izquierda ganaba algún protagonismo, y
una verdadera competencia de delatores se desataba en las filas de la
agrupación en busca del ansiado favor del régimen que abría las puertas
a un escaño en el parlamento títere y a las mieles del colaboracionismo
con el poder.
Una
década más tarde, el 7 de marzo de 1969, fue apresado por la policía
política del dictador Stroessner el vendedor de helados Juan José
Farías, bajo la sospecha –luego demostradamente falsa- de ser un
activista del Partido Comunista paraguayo. El caso tomó estado público
porque los familiares recurrieron a los dirigentes del Partido Liberal
al cual Farías estaba afiliado siendo un conocido militante de su
comité de Fernando de la Mora.
Se
ordenó una exhumación y al abrir el féretro se encontraron los rastros
de la brutal violencia a que fue sometido el infortunado detenido. El
Partido Liberal abrió un juicio a los responsables de su muerte, y,
días después, fue realizada una autopsia del cadáver que dio lugar a
una dilatada polémica entre el político liberal y médico patólogo
Miguel Angel Martínez Yaryes, el responsable del procedimiento, y el
abogado de Pastor Coronel Julio César Vasconcellos. El caso, como era de temer, no prosperó en los estrados judiciales y terminó sin definiciones.
Sin
embargo, en los archivos del terror quedaron rastros de una muerte que
pasó a engrosar el currículum del célebre jefe de Investigaciones
Pastor Coronel.
Después
de más de dos décadas pudo verificarse en los documentos que Juan José
Farías fue detenido por el Oficial Segundo Esteban Martínez Chávez,
quien habría encontrado, envuelto en papel celofán dentro de su
conservadora de helado, papeles relacionados con el partido comunista. Estaban
de guardia el día de su detención el Oficial primero Arnaldo Amarilla
Flores y el oficial primero Miguel Zacarías Ruiz Almada. El
día de su deceso la misma responsabilidad correspondía al oficial
inspector Herminio López y el oficial primero Juan Distéfano.
En
su indolente declaración, el jefe de la policía política indicó que el
fallecido había contraído una fuerte gripe la noche anterior a su
deceso, y que a la mañana siguiente fue trasladado muy desmejorado al
Policlínico Policial, a las ocho y diez minutos de la mañana en una
camioneta del Departamento de Investigaciones.
En
los papeles se señala que acompañó a Farías hasta el hospital el propio
Director de Política y afines, Comisario Rolón Benítez.
La
policía se empeñó en probar que Farías era un activo dirigente
comunista, lo cual fue rotundamente desmentido desde las páginas de “el
Enano”, periódico liberal, donde se negaba airadamente “la tremenda
mentira y la acusación gratuita y burda”, como sintiéndose insultados y
reconociendo lo válido del razonamiento de los verdugos si la víctima
hubiese sido en realidad comunista. El argumento obedecía
a que los comunistas en el Paraguay no gozaban de ningún derecho y un
derecho no consagrado no puede ser violado: una muerte de alguno de
ellos no era sino una suerte de ajusticiamiento de un sanguinario
criminal no sólo para la policía, también para los personeros del
Partido Liberal.
La
actitud se explicaba porque el sector participacionista del liberalismo
actuaba como soplón de la dictadura sobre las actividades del grupo
abstencionista y la oposición en particular, siendo de reconocida
prosapia participacionista el actual compañero de fórmula del obispo
Fernando Lugo en la denominada Alianza Patriótica para el cambio.
Durante
la dictadura anticomunista, cuando en alguno reunión alguien denostaba
contra el régimen del general Stroessner, era normal que algunos de
estos personeros del partido Liberal sean los primeros en intentar
apaciguar los ánimos de los exhaltados, actitud que se prolongó tanto
tiempo que la colaboración con la dictadura de referentes liberales se
mantuvo hasta el epílogo del régimen militar en las primeras horas del
3 de febrero de 1989. Para entonces, ya hacía más de dos
décadas que habían contribuído a legitimar desde el parlamento de
fachada el tratado de Itaipú, sobre cuya renegociación
gira ahora el libreto de su campaña proselitista como si fueran
inocentes de las imperfecciones que lo firmado pudiera tener.
Bastan
estos ejemplos de hechos históricos reales para comprender la eterna
incapacidad de la oposición paraguaya, debida en gran parte a la falta
de coherencia en el espacio opositor compartido entre conservadores,
liberales, socialistas y comunistas.
Aunque la prensa paraguaya se empeñe en silenciarlo, la historia política y las
fisuras en el frente interno de la Alianza Patriótica para el cambio
(representantes de la derecha maquillada, acompañada de una izquierda
de utilería vinculada a la embajada norteamericana) que busca derrotar
al partido colorado por primera vez en seis décadas, inducen a esperar
sin muchas expectativas los sucesos del próximo 20 de abril. Vistos
los hechos desde Asunción, sin pretensiones de futurólogos, podemos
anunciar que no habrá una gran sorpresa en las votaciones con relación
a los antecedentes.
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