Nuestra América se encuentra en el segundo gran momento constituyente de su historia, en el que los pueblos están protagonizando la refundación de sus patrias con miras a la construcción definitiva de la Patria Grande. Sueño postergado de nuestros Libertadores y Libertadoras que ahora estamos comenzando a concretar con el impulso de esta Revolución del Sur.
El pueblo del Ecuador, es decir, nuestro pueblo, ha reafirmado el camino revolucionario con la aprobación de la propuesta de Constitución hecha por la Asamblea Constituyente. Esta representa un instrumento fundamental para la construcción del socialismo del siglo XXI en ese hermano país. Es en mi criterio una constitución para el socialismo y para la unión de los pueblos del Sur.
La propuesta aprobada reconoce y recoge la trayectoria de demandas históricas de los y las más excluidos, quienes se han organizado y movilizado de forma permanente para confrontar y resistir las embestidas del modelo neoliberal impuesto desde los centros hegemónicos de poder mundial, hoy gravemente golpeados por la crisis financiera y moral de Estados Unidos. En este sentido, reivindica los derechos ancestrales de los pueblos y nacionalidades indígenas definiendo al Estado como plurinacional. Establece derechos de acción afirmativa a personas y grupos de atención prioritaria: para mujeres embarazadas, personas con discapacidad, adultos y adultas mayores, niños, niñas y adolescentes, personas privadas de libertad, personas con enfermedades catastróficas; desarrolla derechos para las y los ecuatorianos que emigraron forzadamente, prohibiendo asimismo la criminalización y el trato de “ilegales” de aquellos que emigren al territorio del Ecuador (toda una lección a los racistas y xenófobos de la Unión Europea).
Aparte de establecer una amplia gama de derechos y garantías, plantea un nuevo modelo de relaciones de poder en la sociedad. La soberanía se ejerce directamente a través de los medios de participación ciudadana en el marco de la democracia directa y comunitaria. Los ciudadanos y ciudadanas tienen el deber de ejercer el control social en todos los niveles de gobierno y de participar en la concepción, planificación, ejecución, gestión y evaluación de las políticas públicas, como parte integral de un proceso permanente de construcción del poder ciudadano.
Como aporte inédito a la historia constitucional del mundo, esta Constitución reconoce derechos a la naturaleza o Pachamama y desarrolla la concepción del buen vivir como parte del reconocimiento a las cosmovisiones indígenas andinas que plantean una relación armónica e integrada de los seres humanos con la naturaleza. La naturaleza se concibe como una entidad viva, viviente, que da sustento y es fuente de la vida y por lo tanto es sujeta de derechos que todas y todos deben afirmar, defender y promover. Es el buen vivir el modelo de vida que se ha puesto como desafío el pueblo ecuatoriano, es decir, unas relaciones sociales solidarias orientadas al bien colectivo que disfruta plenamente de sus derechos al agua, a la alimentación, a un ambiente sano, a una comunicación libre, intercultural, incluyente, diversa y participativa, a la cultura y la ciencia, a la educación, la salud, el trabajo y la seguridad social, al hábitat y vivienda digna, etc. Esta Constitución contempla nada menos que un régimen del buen vivir que desafía abiertamente al modelo burgués de “la buena vida”, que es lo mismo que el “American way of life” como modelo Pitiyanqui de vida.
Define al sistema económico como social y solidario y plantea una concepción integrada del estado, el mercado y la sociedad, ámbitos separados históricamente por el liberalismo. Reconoce las formas plurales de propiedad y sus formas de organización de la producción, las cuales puede ser: públicas, privadas, comunitarias, asociativas, cooperativas y mixtas. Reserva al Estado los derechos de administrar, regular, controlar y gestionar sectores estratégicos, servicios y empresas públicas. Define como sectores estratégicos: la energía en todas sus formas, las telecomunicaciones, los recursos naturales no renovables, el transporte y la refinación de hidrocarburos, la biodiversidad y el patrimonio genético, el espectro radioléctrico, el agua, y los demás que determine la ley.
Esta aprobación implica un respaldo contundente a la unión del Sur. Define a la integración como objetivo estratégico del Estado y de su régimen de desarrollo, se compromete a impulsar condiciones concretas para la integración en todos los ámbitos, promueve la construcción de un mundo multipolar y a nuestra región como polo de poder soberano. El texto claramente desarrolla una concepción y orientación latinoamericanista en la cual se proyecta la interdependencia entre el desarrollo de Ecuador como Estado con la materialización de la unión del Sur.
Entre otros muchos elementos revolucionarios prohíbe celebrar tratados o contratos en los que el Estado ceda jurisdicción soberana a arbitraje internacional. El endeudamiento externo sólo se producirá para áreas de desarrollo de infraestructura que puedan auto-sustentarse financieramente. Prohíbe bases militares extranjeras en su territorio y condena la imposición de éstas en cualquier otro territorio soberano.
Esta Constitución puede ser caracterizada como propulsora del socialismo en tanto contempla una redistribución de las riquezas y una redistribución y apropiación popular del poder, fortalece el papel del Estado en la regulación, control y gestión de la economía y sus recursos, amplía y robustece la soberanía en distintos ámbitos, reconoce y garantiza derechos a quienes siempre fueron invisibilizados, explotados y dominados por las oligarquías.
En fin, la nueva Constitución del Ecuador nutre en favor de los pueblos y con el protagonismo de los pueblos a este bloque histórico de la nueva Geopolítica del Sur que hoy se confronta a la Geopolítica del Norte Imperial. Se trata nada menos que de la profundización de las transformaciones revolucionarias en Nuestra América. Este triunfo es patrimonio de todos y todas.
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