Italia: la izquierda en su peor momento

Lunes 3, alrededor de la medianoche. Unos 40 neofascistas asaltan en Roma oficinas de la TV pública, la RAI, por haber difundido imágenes en las cuales aparecían algunos de ellos pegando salvajemente a jóvenes manifestantes. El apaleamiento ocurrió durante la gigantesca marcha que estudiantes, maestros y docentes universitarios organizaron la semana pasada para protestar contra el proyecto de ley de reforma de la enseñanza pública. En pleno desarrollo de la marcha, totalmente pacífica, y en plena zona peatonal del centro de la capital, de un camión bajaron unos 50 neofascistas, con cabezas rapadas y armados con bastones largos pintados con los colores de la bandera nacional, blanco, rojo y verde. Actuando como un grupo paramilitar, apalearon a quienes se les pusieron delante, ante la indiferencia de la policía.


Algo muy similar había ocurrido en 2001 en Génova cuando, también bajo un gobierno de derecha dirigido por Silvio Berlusconi, fueron utilizados provocadores neofascistas para atacar las manifestaciones de repudio a la cumbre del G8. En esa ocasión hubo un muerto, y entonces, como ahora, los grandes medios de comunicación (los canales de televisión privada estaban y están dominados por Berlusconi) poco hablaron de la deriva autoritaria hacia la que se encaminaba el gobierno.


Nuevos movimientos

Una de las características del régimen de Berlusconi es el uso recurrente del decretazo, los proyectos de trámite urgente y el pasar por encima de un parlamento en el que, sin embargo, cuenta con una amplísima mayoría. En ese contexto fueron aprobados considerables recortes al presupuesto de la enseñanza pública. Entre las consecuencias de esos recortes figuran, hasta ahora, el despido de 87 mil maestros y la drástica disminución de las inversiones de una universidad ya ubicada en un pésimo lugar entre sus pares de los países desarrollados. Esas decisiones fueron tomadas en los meses de verano, sin que se hubieran procesado verdaderas discusiones en el parlamento y mucho menos en la sociedad. Paralelamente fue madurando una reacción entre el profesorado y los estudiantes, tanto de secundaria como de la universidad.


Los analistas califican a este movimiento de protesta como pos político. Sus protagonistas perciben la esfera de la política partidaria como lejanísima a sus intereses y preocupaciones y, a diferencia de generaciones anteriores, carecen de toda experiencia de participación en debates públicos sobre grandes “temas de sociedad”. De manera difusa pero constante, el movimiento crece, como lo evidenció la “marcha del millón” de la semana pasada. Hoy son decenas las facultades y los liceos ocupados en todo el país. Algunos plantean que quizás de aquí surja la semilla que lleve al fin de la luna de miel entre la sociedad italiana y el berlusconismo.


¿La izquierda? Mal, gracias

Barack Obama es lo que ahora ilusiona al Partido Democrático (PD). El triunfo del demócrata estadounidense entusiasma a esta organización dirigida por el ex comunista Walter Veltroni, quien en la última elección, en la que fue barrido por Berlusconi, hizo suyo el eslogan de campaña del afroamericano: Sí, podemos. No pudo, y desde abril el PD tampoco fue capaz de conformar una oposición firme a un gobierno como el del Cavaliere, agresivo, corrupto, peligroso pero capaz como nadie de gestionar su imagen. Hasta que Veltroni decidió dar un golpe de impacto y convocar a los suyos (ex comunistas, la rama progresista de la ex Democracia Cristiana) a Roma. Acudió medio millón de personas, y fue la primera vez en mucho tiempo que Veltroni se mostró combativo. Después de todo, y a pesar de que los sondeos no indican que esté en vías de recuperación, el PD continúa representando a un tercio del electorado italiano, que estaba totalmente desmovilizado. En su discurso Veltroni tendió puentes con el movimiento estudiantil y volvió sobre banderas que había abandonado, como la del desarrollo ambientalmente sustentable.

Pero no dijo una palabra en defensa de la laicidad, en momentos en que el Vaticano ha lanzado una ofensiva en todos los frentes (enseñanza, aborto, etcétera), ni pronunció una sola vez la palabra “izquierda” (prefiere hablar de “reformismo”). También demostró que no está para nada disconforme, aunque de palabra se opone, con la reforma electoral que promueve Berlusconi para los comicios europeos de abril y que probablemente dejará al PD como única oposición parlamentaria al régimen.


Si el PD no ríe, a su izquierda se llora. Los partidos de la izquierda radical han seguido un proceso de división política y de aislamiento cultural cuyo fin no se percibe. Refundación Comunista está dividida en dos mitades iguales. Aquella que responde al nuevo secretario Paolo Ferrero defiende una oposición pura y dura, sin otra política de alianzas que una coordinación con minúsculos partidos neocomunistas, mientras la oposición interna, dirigida por el gobernador de Apulia (el único que le queda a la izquierda radical), Nicky Vendola, busca mantener contactos con el PD. Tanto Refundación como otros grupos menores, especialmente los verdes, dan la impresión de estar más preocupados por la supervivencia de sus aparatos burocráticos que por construir una alternativa seria a la derecha.


El único sector progresista que parece seguir gozando de buena salud es la agrupación unipersonal del ex juez de Manos Limpias (la campaña anticorrupción de los primeros años noventa) Antonio di Pietro. Es el único que mantiene una postura dura con respecto a la corrupción en la política y que habla del gobierno de Berlusconi como de una dictadura en ciernes. En las últimas elecciones, Di Pietro se alió al PD, pero se ha mostrado mucho más duro que Veltroni en la crítica a la mafia y en el reclamo de fin de la impunidad para los culpables de delitos de cuello blanco, reivindicación que hace tiempo el PD abandonó. La ley electoral que promueve Berlusconi, para quien Di Pietro es “un hombre malvado”, podría serle funcional en el corto plazo al PD, borrando del mapa político al ex juez. Una apuesta de este tipo, que muchos en filas demócratas hacen, si bien podría ser redituable a los liderados por Veltroni, en el corto plazo le sería mucho más a Berlusconi, que se sacaría de encima a un enemigo de peso. También está la posibilidad de que Di Pietro se plante firme, se consolide como fuerza política y complique el panorama electoral del PD.


En definitiva, en el actual panorama político la única esperanza parece provenir, paradójicamente, de un movimiento pospolítico como el de la enseñanza, cuya proyección aún es muy difícil de evaluar.

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