"Lo que más lamento de todo el período es el error de inteligencia
en Irak" dijo recientemente el criminal Bush a la cadena ABC, mientras
que el capitán e investigador de la DIJIN colombiana, Ronald Coy
Ortiz -quién elaboró el informe sobre el computador que el Ejército
de Colombia afirmó haber encontrado en el campamento de Raúl Reyes-
declaraba bajo juramento que: "Pantallazo de correo electrónicos no
se han hallado hasta el momento. Se han hallado gran cantidad de
direcciones que pertenecen a correos electrónicos, pero Reyes
almacenaba la información en Word y de programas Microsoft".
Para ambos casos los resultados del trabajo de la inteligencia se
ponen en duda ahora, después de que muy lamentables consecuencias
han acontecido por darle veracidad a dichos trabajos. En Iraq, una
monstruosa invasión ha costado más de un millón de muertos, con la
destrucción sistemática de esa nación, y en Colombia se justificó
la invasión temporal y asesinatos en un territorio ajeno, para más
tarde acusar a políticos y a gobiernos de naciones cercanas que no
están alineadas con la doctrina Bush-Uribe.
Analicemos ahora, la equivocada argumentación de los defensores de
los acusados mencionados en el supuesto computador. Ellos solicitan
la nulidad de la prueba porque "los archivos de Word no sirven para
probar que hubo intercambio de comunicaciones", pero resulta que
los mensajes de correo electrónico tampoco lo hacen. Solamente una
firma digital puede hacer eso posible.
"Una firma digital es una propiedad privada de un usuario o de un
proceso, que es usada para firmar un mensaje" escribió en 1982 la
experta en criptografía y seguridad de datos Dorothy Denning. Más
adelante agregó que para ser buena, una firma digital debe
satisfacer los siguientes requerimientos:
1- El destinatario del mensaje debe ser capaz de validar la firma
digital del remitente que está sobre ese mensaje.
2- Debe ser imposible para cualquiera -incluyendo el mismo
destinatario- forjar la firma del remitente.
3- En caso de que el remitente desconozca haber firmado el mensaje
para el destinatario, debe ser posible para un juez o para una
tercera parte resolver tal disputa entre ambos.
Luego Denning remató la definición añadiendo: "Por lo tanto, una
firma digital establece la autenticidad del remitente; es análoga
a una firma escrita ordinaria. Y al satisfacer la condición número
2 también permite verificar la autenticidad de los datos".
Exactamente igual, se sigue tratando esta área hoy en día y es
gracias a la matemática -ciencia que no tolera las ambiguedades
y reduce enormemente los errores de percepción- que se dispone
de mecanismos computacionales que sirven como "firmas digitales".
Un mensaje de correo electrónico convencional que se recibe o
que se ha guardado en un computador no puede ser autentificado
a menos que alguien confiese voluntariamente su autoría, se tenga
testigos que así lo declaren en un tribunal o, que incluya una
firma digital válida. Tal como sucede con cualquier documento
escrito.
Los mensajes de correo electrónico por sí solos no satisfacen
las condiciones 1, 2 y 3 que arriba se mencionaron, y por ello
no pueden ser usados como elemento de prueba para inculpar a
nadie. De hecho, pueden ser forjados y enviados por toda la red
en forma que luzca exactamente igual a otros que sean ciertos.
Y ello sucede porque la dirección de remitente del correo
electrónico es un parámetro más del encabezado de control, que
recibe y procesa un servidor que hace de agente de transferencia
de esos mensajes electrónicos. El programa de agente de usuario
envía dicha información al de trasferencia y nunca se pide ninguna
comprobación que valide que dicha información sea cierta. Con
una firma digital eso no es posible. Y el soporte de criptografía
pública, que tradicionalmente subyace en tales artificios
tecnológicos, impone mecanismos que garantizan el cumplimiento
de las tres condiciones enumeradas.
Así pues, a pesar de que el ministro de defensa colombiano Juan
Manuel Santos diga lo contrario, ni los mensajes e-mail solos,
ni una dirección de e-mail almacenada y mucho menos un documento
elaborado con Microsoft Word, pueden demostrar quien fue su real
autor; eso es algo conocido por décadas entre los especialistas
de computadores. Y si en ciertos países han capturado encarcelado
a personas únicamente por ello, entonces se ha cometido una
gran injusticia.
Que un documento contenga una o más direcciones de correo
electrónico tampoco indica autoría, ya que todos los días las
direcciones de correo electrónico de miles de usuarios son
recopiladas y registradas indebidamente, y sin conocimiento de
sus propietarios, para enviarles millones de cartas electrónicas
no solicitadas a sus buzones. Eso se conoce como "spam" y ninguna
legislación mundial castiga a quienes reciben los mensajes, si
no a quienes lo envían. Los usuarios a quienes se les toma la
dirección de e-mail sin autorizarles son vistos como las víctimas.
De modo que resulta muy común que la dirección de correo
electrónico de un usuario cualquiera, sea recabada y almacenada
sin que él lo sepa, e incriminarlo por ello es algo completamente
absurdo.
En conclusión, nunca ha habido forma de comprobar la autoría de los
documentos en el supuesto computador de Reyes. Porque aunque se
hubiese conseguido los documentos electrónicos con firmas digitales,
no es posible asociar con veracidad dicha firma con Reyes u otros
guerrilleros. O es que acaso ¿Raúl Reyes registró legalmente ante
algún estado la firma digital que hubiese usado? Acaso ¿adquirió
legalmente -y se puede verificar- los computadores que el gobierno
colombiano da como su pertenencia?
Y si, el contenido de la información almacenada allí ni siquiera
incluye firma digitales ya es automático que ninguna autoría
se puede comprobar. Los expertos de Interpol también sabían eso y
por ello es que en el famoso informe -que ese cuerpo divulgó- están
presentes tantas contradiccciones. La información técnica apunta
a algo, pero las conclusiones, sin sostén experimental, señalan otra
cosa. Seguramente el indigno abogado Ronald K. Noble forzó un
resultado con claro interés político sin importar la evidencia
deducida, igual que en el caso de las supuestas armas de
destrucción masiva hizo el clan Bush-Cheney en Iraq.
Y ya no los había advertido Charles Darwin: "La historia se repite.
Ese es uno de los errores de la Historia".