Occidente debería reconsiderar su aval a la independencia de Kosovo, revira Moscú

Soldados rusos arman camas en el campamento militar que instaló cerca de Tsjinvali la jefatura de las fuerzas armadas del Kremlin

Soldados rusos arman camas en el campamento militar que instaló cerca de Tsjinvali la jefatura de las fuerzas armadas del Kremlin

Credito: Reuters

Moscú, 27 de agosto. Mientras Georgia amagó pero no llegó a romper relaciones diplomáticas con Rusia, y la Unión Europea prepara su cumbre extraordinaria para tratar de adoptar medidas comunes ante el bofetón ruso de reconocer la independencia de Osetia del Sur y Abjazia, tan duro como el que recibió el Kremlin cuando Estados Unidos y sus aliados propiciaron “el caso excepcional” de Kosovo, Moscú procuró este martes dar la impresión de que su aislamiento es relativo.

El día después del reconocimiento ruso de las regiones separatistas georgianas comenzó aquí con un alud de presiones foráneas sobre el Kremlin en el sentido de que reconsidere su decisión, exigencia rechazada por Moscú, que reviró a los países que acusan a Rusia de violar la integridad territorial de Georgia que empiecen por “reconsiderar su reconocimiento de la independencia de Kosovo”, como sugirió en Bruselas Dimitri Rogozin, embajador ante la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

A lo más que está dispuesta a llegar Rusia, en palabras del canciller Serguei Lavrov, es a retirar a los soldados emplazados en la llamada “franja de contención” adicional en territorio de Georgia, siempre y cuando las zonas de ese país caucásico fronterizas con Osetia del Sur y Abjazia sean puestas bajo “control internacional”, cuya modalidad y composición aún habría que negociar.

Lavrov también sostuvo que el presidente de Georgia, Mijail Saakashvili, no firmó –como se daba por descontado– el plan de paz de seis puntos, consensuado por los mandatarios de Rusia y Francia. De acuerdo con su versión, el documento que llevó a Tbilisi el presidente francés se modificó a petición de Saakashvili, en particular el último punto que abría la puerta a un amplio debate internacional sobre el futuro estatus de las regiones separatistas.

“La formulación original se cambió por ‘conceder a Abjazia y Osetia del Sur garantías de seguridad y estabilidad’, pero eso ahora ya da igual porque su seguridad será garantizada con firmeza por sus propias fuerzas y por el contingente de pacificación ruso”, ironizó Lavrov.

En este contexto, los líderes de Osetia del Sur, Eduard Kokoiti, y de Abjazia, Serguei Bagapsh, al unísono pidieron a Rusia establecer bases militares en sus repúblicas, además de reubicar en el litoral abjazio parte de su flota del mar Negro, cuya actual sede es el puerto ucraniano de Sebastopol, en la península de Crimea, y que comienza a devenir en un serio problema para el Kremlin ante la perspectiva de que Ucrania ingrese a la OTAN.

La aparición de buques de guerra de Estados Unidos y sus aliados en el mar Negro, con la declarada finalidad de llevar ayuda humanitaria a Georgia, obligó a Rusia a desplegar sus embarcaciones como “medida de precaución”. Por lo pronto, los buques estadunidenses eludieron atracar en el puerto georgiano de Poti, todavía bajo control de soldados rusos.

Relaciones restringidas

Tbilisi, durante toda la jornada, dio a entender que era cuestión de horas la ruptura de relaciones diplomáticas con Moscú, hasta que por la noche la canciller Eka Tkeshelashvili precisó que, para no perjudicar al elevado número de ciudadanos georgianos que residen en Rusia, se optó por no llevar las cosas a ese extremo, aunque sí se procedió a bajar el nivel de su misión diplomática.

A partir de ahora, la embajada de Georgia en Moscú tendrá sólo un encargado de negocios y un funcionario para atender los asuntos consulares, en lugar de embajador, 20 diplomáticos y otro tanto de personal local, como tenía hasta antes de estallar la guerra.

Rusia, dijo el vicecanciller Grigori Karasin, “no ve razón alguna para aplicar reciprocidad” y mantendrá la totalidad de su personal diplomático en Tbilisi.

Entretanto, el presidente Dimitri Medvediev viajó a Dushanbe, la capital de Tayikistán, donde este jueves se va a celebrar la cumbre anual de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), que además de Rusia cuenta entre sus miembros a China, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Asisten como observadores India, Irán, Mongolia y Pakistán y, como invitado, Afganistán.

Si bien la cumbre estaba prevista desde mucho antes de la crisis en el Cáucaso, no podía ser más oportuna para Rusia, que no sólo rompe el aislamiento internacional que vaticinaban Estados Unidos y sus aliados, sino que asumirá la presidencia rotatoria de dicha organización.

No cabe esperar que la OCS –debido a que algunos de sus miembros afrontan serios problemas de separatismo– emita una declaración de abierto respaldo a Rusia por reconocer a Osetia del Sur y Abjazia, pero tampoco que la condene por ello.


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