13-07-2007. - Se confirman las tesis del autoatentado y la vigencia de investigaciones independientes, como la del primer libro editado sobre el tema, “Bush & Bin Laden S.A”.
La publicación y difusión de nuevos testimonios y revelaciones acerca de los atentando del 11 de septiembre de 2001 confirma los resultados de las primeras investigaciones independientes sobre la responsabilidad política e intelectual de la administración de George W. Bush respecto de aquellos episodios que costaron la vida de miles de personas y sirven para justificar la política exterior belicista de Washington.
En noviembre de 2001, a sólo dos meses de los atentados, el periodista y escritor argentino Víctor Ego Ducrot –director de APM- publicó en Buenos Aires el libro “Bush & bin Laden S.A” (Editorial Norma).
Fue esa la primera investigación que planteó la hipótesis –demostrada por cierto a lo largo del texto- de que detrás de los atentados de Nueva York y Washington se encontraba la mano conspiradora de la Administración Bush. Ego Ducrot trabajó sobre las pistas dejadas en el sistema financiero estadounidense y global.
Tiempo después fueron publicados otros trabajos, también de notable relevancia, en los que se abordó el tema desde distintos enfoques, pero todos contribuyeron a demostrar no sólo la naturaleza del 11 – S, sino también el significado de esa siniestra operación sobre los escenarios político – militares de los últimos años.
Entre las nuevas y contundes confirmaciones del autoatentado tiene especial importancia los publicado hace pocos días por la Red Voltaire: “Después de Morgan Reynolds, otro amigo y consejero de la familia Bush está empezando a hablar y confirma los análisis de Thierry Meyssan (autor esté último de una notable investigación sobre lo ocurrido el 11 – S). Victor Gold, conocido periodista republicano, emite serias dudas en cuanto a la tesis gubernamental sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001”.
“Victor Gold –continúa la nota de Red Voltaire - que tiene 78 años, fue uno de los redactores de discursos de los presidentes Gerald Ford y George H. Bush, redactó la autobiografía de éste último intitulada Looking Forward y es coautor de otro libro junto a Lynne Cheney (la esposa del vicepresidente) The Body Politic. En su último libro, Invasion of the party snatchers: How the Neo-Cons and Holly Rollers Destroyed the GOP, Gold afirma que los neoconservadores querían aprovechar una provocación prefabricada para poder desatar la guerra, como hizo Lyndon B. Johnson en 1965 cuando organizó el incidente de Tonkin para justificar la guerra de Vietnam. Según Gold, la administración Bush «montó a false flag operation (un ataque falsamente imputado al enemigo)»: «los atentados del World Trade Center y del Pentágono eran un golpe dirigido desde adentro» con el fin de justificar guerras preparados desde mucho antes contra Afganistán e Irak”.
En tanto, Global Research y Rebelón publicaron una nota del periodista Chris Bollyn, quien se dedicó a investigar los acontecimientos del 11-S.
“Como mis descubrimientos no confirman la versión conspirativa oficial del gobierno fui cargado con el estigma de ser un teórico “conspirativo” antigubernamental (…). El 15 de agosto de 2006 una banda de tres policías de civil entró en mi casa, me detuvo y me metió en una prisión. Me hicieron descargas eléctricas con una pistola Taser mientras me sujetaban y me quebraron el codo derecho enfrente de mi esposa y de mi niña de 8 años. Mis escritos se convirtieron en un objetivo para todos los que están interesados en continuar promoviendo las mentiras del 11-S.”, dice la nota.
“(…) ¿Será que hemos indagado demasiado sobre el 11-S? En un artículo reciente titulado “Guerra y Estado Policial: complicidad del pueblo norteamericano”, publicado en Global Research, Donna Thorne escribió: “Hay tentativas de silenciar a los disidentes. Cuando el Movimiento por la Verdad gana fuerza y acumula credibilidad sus enemigos comienzan a agitar el fantasma de las amenazas a la seguridad nacional”, destaca en Bollyn en el mismo artículo.
Otro informe publicado por la Red Voltaire, sostiene que “El profesor David Ray Griffin es la pesadilla de la teoría conspirativa oficial. En su último libro “Desenmascarando el 11-S” el profesor Griffin tritura la reputación de los informes del Instituto Nacional de Tecnología y de la revista Popular Mechanics, a sus críticos y demuestra ser mejor ingeniero y mejor científico que los defensores de la historia oficial.
“Desde el vamos el profesor Griffin le explica al lector que lo que el tiene delante de sí es una elección entre dos teorías conspirativas: la oficial y la alternativa. Una de esas teorías dice que musulmanes fanatizados, que no estaban capacitados para manejar aviones, burlaron y derrotaron el aparato de seguridad estadounidense y tuvieron éxito en tres de los cuatro ataques, utilizando aviones como proyectiles, como armas. La otra teoría dice que la seguridad falló por causa de la complicidad de una parte del gobierno con los ataques”, destaca Red Voltaire.
“Griffin nos dice que no hubo investigación independiente de lo sucedido. Lo que tenemos es un informe de una comisión política presidida por un hombre de la administración Bush, Philip Zelikow, ídem en lo que respecta al informe del NIST (National Institute of Standard of Technology) y el de la revista Popular Mechanics. Varios científicos que trabajan o dependen de subvenciones o gracias del gobierno federal publicaron opiniones pero no evidencias en apoyo de la teoría oficial. En la otra vereda se encuentran más de 100 investigadores independientes cuyas carreras todas tuvieron que ver con entrenarse en el análisis y la investigación. Esos análisis están todos o casi todos disponibles en Internet”, subraya el mismo informe.
Por su parte, en un extenso artículo publicado en enero último por los ya mencionados medios Globalresearch y Rebelión, Peter Dale Scout compara el caso 11 – S con el asesinato de John Kennedy y llega a notables conclusiones, indicativas de cómo, en ambos casos, los gobiernos estadounidenses de turno tergiversaron los hechos.
Peter Dale Scott, ex diplomático canadiense y profesor de inglés en la Universidad de California, es poeta, escritor e investigador. Sus principales libros de poesía son los tres volúmenes de su trilogía: “Seculum”: “Coming to Jakarta: A Poem About Terror” (1989), “Listening to the Candle: A Poem on Impulse” (1992), y “Minding the Darkness: A Poem for the Year 2000.”
Además ha publicado: “Crossing Borders: Selected Shorter Poems” (1994). En noviembre de 2002 recibió el Premio Lannan de Poesía. Como orador contra la guerra durante las guerras de Vietnam y del Golfo, fue co-fundador del Programa de Estudios de la Paz y de Conflictos en UC Berkeley, y de la Coalición sobre Asesinatos Políticos (COPA). Su poesía ha tratado tanto su experiencia como su investigación. Su investigación más reciente se ha concentrado en las operaciones clandestinas de USA, su impacto en la democracia en casa y en el extranjero, y sus relaciones con el asesinato de John F. Kennedy y el narcotráfico global.
Una investigación a fondo de los eventos del 11 de septiembre del físico Steven E. Jones, profesor de la Universidad Brigham Young, concluyó que la explicación oficial para el derrumbe de los edificios del Centro Mundial de Comercio resulta inverosímil según las leyes de la física. Jones y otros 50 científicos reclamaban una investigación independiente e internacional “no guiada por intereses politizados y restricciones, sino por observaciones y cálculos”.
Jones reclamó que el National Institute of Standards and Technology (NIST) o Instituto Nacional de Estándares y Tecnología, no hizo caso de la física y de la química en lo qué sucedió el 11 de septiembre e inclusive manipuló sus pruebas a fin de adecuarlas para conseguir una hipótesis generada por computadora sobre el resultado final del colapso e, incluso, no se interesaron en investigar la posibilidad de una demolición controlada.
Steve E. Jones es físico, enseña en la Universidad Brigham Young, investigador atómico, molecular, también trabaja en óptica y está especializado en fusión catalizada de metales, energía solar y “archaeometry”. El informe de ese científico fue traducido al español por el periodista chileno Ernesto Carmona y fue divulgado por la agencia Argenpress.
En septiembre del año pasado, en un artículo firmado por su director, APM preguntaba y respondía “¿Quiénes son y por qué se quejan Thomas Kean y Lee Hamilton? Ellos presidieron la comisión oficial investigadora de los atentados del 11 de septiembre de 2001, en Nueva York y Washington. Acaban de publicar el libro "Sin precedente: la historia interna de la comisión 11 - S" y sostienen que la Casa Blanca obstaculizó su trabajo con infinitas y variadas maniobras de ocultamiento”.
Los autores de ese libro afirmaban también que el propio presidente George W. Bush y su vice, Dick Cheney, fueron y son los más empedernidos silenciadores de lo hechos, y que, en esa tarea, cuentan con el apoyo de un grupo de asesores encabezado por el actual secretario de Justicia, Alberto Gonzáles, y por la mayoría republicana en el Congreso.
Fue Gonzáles el responsable de impedir que se investigue y discuta aquél informe del 6 de agosto de 2001, firmado por el entonces director de la Central estadounidense de Inteligencia (CIA), George Tenet. El título del informe en cuestión es "Ben Laden decidido a atacar en Estados Unidos" y, como ya se habrá notado, fue elaborado y elevado a Bush algo más de un mes antes de los atentados.
No pasará mucho tiempo hasta que Kean y Hamilton se animen a reconocer en público lo que ya muchas veces han admitido en conversaciones reservadas: si la comisión hubiese trabajado con total libertad, sin las obstrucciones planteadas desde la burocracia del Ejecutivo, los estadounidenses tendrían la confirmación de que los atentados del 11 - S fueron parte de la más macabra operación encubierta nunca antes planificada y ejecutada por un gobierno de Estados Unidos, dentro de su territorio.
Varios investigadores estadounidenses y de otros países han trabajado en los últimos años sobre ese tipo de hipótesis y constataciones. Entre ellos el prestigioso intelectual demócrata Gore Vidal, autor del libro "Dreaming Wars".
Uno de los más activos autores intelectuales de los atentados fue el entonces número dos del Pentágono, Paul Wolfowitz, quien - no por casualidad - luego pasó a ejercer el cargo que aún ocupa, titular del BM.
En el diseño y puesta en marcha del plan participaron en forma directa Cheney, la por aquellos tiempos máxima jefa del Consejo Nacional de Seguridad y actual secretaria de Estado, Condoleezza Rice y el jefe de Wolfowitz, Donald Rumsfeld, quien continúa al frente de la secretaría de Defensa.
Como bien recuerda el libro "Los nuevos mandarines del poder americano", del académico Alex Callínicos, de la Universidad de York, Wolfowitz perteneció a los equipos de Richard Nixon Y Ronald Reagan, como embajador en Indonesia. Fue también el ideólogo de la invasión a Irak, en 2003, para que, como él dijo, "ese país deje de nadar en petróleo", y en silencio trabaja ahora en el diseño de la política de Washington en Irán.
Wolfowitz fue el discípulo preferido del "gran pensador" de la Guerra Fría, Albert Wohlstetter; estudió en la Universidad de Chicago y fue alumno también de Allan Bloom, "mentor espiritual" de la ideología neoconservadora o "neocon". Asimismo, con fuertes vínculos en la ultraderecha israelí, fue el arquitecto de la actual estratégica alianza que defiende Bush con Tel Aviv.
Durante la década del ´80, esos cuadros políticos de la ultraderecha estadounidense, casi todos ellos con el respaldo de organizaciones sectarias de fundamentalistas cristianos y judíos, comenzaron a trabajar en un diseño estratégico apoyado sobre los siguientes pilares.
Control de los resortes políticos de la Administración; despliegue militar a escala global; recuperación del control hegemónico absoluto de las grandes reservas de recursos naturales en todo el globo; reidentificación de "enemigos" (mundo árabe) y de "hipótesis de conflictos post Guerra Fría (guerra global contra el terrorismo"; definición y puesta en marcha de escenarios políticos y acciones propagandísticas tendientes a la generación de "opiniones públicas favorables, tanto doméstica como internacional, a la consigna confrontación total contra el terrorismo".
Programas de este tipo fueron comentados y elogiados desde publicaciones neoconservadoras como The Weekly Standard, dirigida por William Kristol, y se basan en los antecedentes doctrinarios de Leo Strauss, académico de la Universidad de Chicago, fallecido en 1973.
Uno de los discípulos de Strauss, Abram Shulsky, tomo algunos de los ejes teóricos de su profesor para construir la teoría de lo oculto. "La acción del gobierno, como gestor de alta política, debe propender a la búsqueda de consensos por medio de la mentira, entendiendo a ésta como propaganda, tanto desde el discurso como desde la acción, incluso cuando esta pueda aparentar ser opuesta a nuestros intereses y repugnante a nuestras conciencia", afirmaba Shulsky en una de sus tantas conferencias ubicables en la biblioteca de la Universidad de Chicago.
Shulsky inspiró a Rumsfeld cuando éste se decidió a crear, con el visto bueno de Bush, la llamada Oficina de Planes Especiales, aparato de poder que tomó estado público como orientador político de la invasión e Irak en 2003, pero que en realidad comenzó a operar en enero de 2001, con su primera misión: "conmover a la opinión pública estadounidense y mundial, para comenzar entonces con nuestra estrategia infinita y guerra global contra el terrorismo".
Nueve meses después el mundo vio en directo los atentados contra las Torres Gemelas gracias al don de ubicuidad -casi de carácter divino- que tiene la CNN. Las voces en privado de Kean y Hamiltón deberían convertirse en públicas. Y toda identificación entre los programas revelados en este artículo y las prácticas políticas del actual gobierno de Estados Unidos en el mundo - por supuesto también en América Latina - no es consecuencia de la casualidad.