La lengua, sus destructores y las comunas

Hace algún tiempo empecé a escribir el siguiente artículo, pero ocupaciones de otra índole me obligaron a dejarlo. Hoy, en vista de que el tema que tratamos en él se ha agravado de una manera alarmante, he considerado conveniente retomarlo de nuevo.

Como se sabe o al menos debía saberse, acaba de culminar el concurso literario “Rómulo Gallegos”, el cual fue ganado por un escritor argentino con una novela cuyo título desconozco debido a la poca difusión e importancia que a este tipo de eventos culturales se le da en este país, y si es en el interior, pues entonces ni hablar. En relación con ese título sólo hemos podido enterarnos de que del mismo forma parte el adjetivo “blanco”, el resto todavía lo ignoramos.

Ahora, una de las importancias que tienen certámenes como este, aparte de reconocer y premiar el talento creador de los escritores, es el de homenajear el idioma o la lengua; el de rendirle culto a un medio que, como la palabra, es el instrumento del cual se valen primordialmente los humanos o quienes parecen serlo, para comunicarse entre sí; para decirle por ejemplo a la novia que la queremos mucho, para cantarles a las maravillas de la naturaleza o para dedicarle un mentada de madre a tanto desgraciado que anda por ahí amargándole la vida a la gente de bien. Para eso y mucho más sirve la palabra. De allí la inigualable importancia que debe dársele al manejo del habla; al máximo cuidado que debemos tener al utilizarla. Entre otras razones, porque de ella ha dependido casi por entero el elevado grado de progreso y desarrollo que ha alcanzado en estos momentos la humanidad. Un elevado desarrollo, tenemos que puntualizarlo, en lo técnico, porque en lo moral y lo ético es indudable que se ha registrado una lamentable involución.

Para ilustrar mejor lo dicho, nada mejor que citar el mito de la “Torre de Babel”. Como es conocido, en tiempos muy remotos e inmemoriales algunos hombres, intrigados por las extraordinarias facultades que le atribuían a un señor llamado Dios –así, sin apellido-, capaz de prodigios tan espectaculares e increíbles como ningún otro ser podría ni siquiera imitar y cuya residencia se encontraba en el cielo, decidieron construir una torre que llegara hasta ese paradisíaco lugar. Una torre que le permitiera a los hombres conocer al fabuloso personaje y llevarle alguna que otra ambrosía como regalo. Pero esas no eran sus únicas intenciones, puesto que también pensaban pedirle que les aclarara algunas cosas que ellos no podían entender. Como por ejemplo, haber creado primero la luz y después el sol, cuando todavía no se había inventado ningún objeto capaz de producir luz artificial, como el fuego o el bombillo, pongamos por caso. Otra pregunta que tenían pensado hacerle a aquel espectacular mago era cómo se podía hablar de los días cuando aún no se había creado el astro rey, esto es, esa cosita que está en el firmamento y que hierve como una olla de sancocho a una temperatura de más 6000 grados. y en relación con el cual se mide el tiempo. Pero, además, tampoco ellos entendían y aspiraban a que el divino personaje se los aclarara, cómo pudo ocurrir que él detuviera el sol mientras sus pupilos, los judíos, descabezaban a todos los habitantes de Jericó, y la tierra no se congelara por un lado, por el lado opuesto al sol, y tampoco que se achicharrara por el otro, por el expuesto a sus candentes rayos. Al tener noticias Dios de los planes de estos sacrílegos personajes, hizo que las palabras del idioma que hablaban perdieran su significado original y pasaran a significar otra cosa. Y así, cuando un obrero pedía un martillo, le llevaban una pala; cuando pedían un martillo, le llevaban un metro; cundo pedían un destornillador le llevaban un serrucho. De allí que no es difícil entender el por qué aquella obra monumental, predecesora de los actuales vuelos espaciales, se paralizara como en efecto ocurrió.

Lo dicho viene a demostrar de una manera indubitable hasta qué punto el idioma influye en el progreso de los pueblos. En Babel se pudo haber construido la más grande obra que se haya podido construir jamás en beneficio de la humanidad. Porque hay que imaginar las cosas que pudieron haber ocurrido si por causa del envilecimiento de la lengua no se hubiera frustrado aquel colosal proyecto. Imagínense, amigos, poder constatar personalmente tantas cosas de las que se nos han hablado y poder hacerlo de la propia boca de sus protagonistas. Porque es indudable que, aunque en aquellos tiempos no existía Globovisión –días felices-, muchas de las cosas que se nos han dicho en relación con los tiempos bíblicos, han debido ser mal informadas y distorsionadas. De allí la imperiosa necesidad de cuidar nuestro idioma, porque de seguir como vamos va a llega el día en que no nos vamos poder entender.

Por ejemplo, hay un programa vespertino que se transmite por VTV en el que el idioma no puede ser peor tratado, y eso que su conductor cursó estudios en las mejores universidades de Europa como la Sorbona de París y la Gregoriana de Roma. Pero lo peor no eso, lo peor es que, como generalmente ocurre con personas víctimas del engreimiento pequeñoburgués, jamás toma en cuenta las observaciones que se le hacen en relación con sus dislates y continúa insistiendo en los mismos. Ya una vez le llamamos la atención a esta persona en relación con la forma tan disparatada y chocante con la que él utiliza el verbo “recordar”, y no tomó en cuenta las observaciones que le hicimos al respecto. Por ejemplo, el conductor del programa “Cayendo y Corriendo” cuando utiliza este verbo siempre lo acompaña con una partícula pronominal. Y así siempre dice: se recuerdan, recuérdense, recuérdate, deben recordarse, etc., todas estas formas equivocadas. Y ello, por dos razones fundamentales. Una de ellas es porque “recordar” es un verbo transitivo, es decir, que su acción no recae sobre la misma persona que lo pronuncia sino sobre un complemento directo que sería la cosa recordada. La otra es porque no es un verbo pronominal, esto es, que no necesita de los pronombres reflexivos me, te, se, para significar lo que con él se quiere decir.

Pero aparte de esta odiosa impropiedad, en su mismo programa aparece un grupo de letras formado por CYC. ¿Y como las pronuncia el presentador del mismo? Bueno C-I-C. Es decir, que para Pérez Pirela no existe la “ye”, o sea, la penúltima letra del abecedario castellano. De modo que cuando usted vaya a decir: yo, vaya , yuca, yugular, yacimiento, yunque, etc., tendrá que decir io –como los italianos-, vaia, iuca, iugular, iunque, iacimiento, etc. Sin embargo, eso no es todo, porque también incurre en un error que ya no es exclusivo de él sino de casi todo el mundo, porque hasta ahora no he visto a nadie que sepa pronunciar correctamente la frase. Me refiero a cuando una persona expresa algo en el que se quiere incluir, esto es, “yo soy de los que creo”, “yo soy de los que piensa”.

Pero, además, a una señora que tiene un programa de opinión en esa misma planta en horas de la noche, le escuché decir: “la concejala” dijo tal y cual cosa. Tremenda aberración lingüística, porque si fuera lícito decir “concejala” en referencia a la mujer que ocupa una curul en algún Concejo, también lo sería “concejalo”, en relación con el hombre que desempeña la misma función, ¿o no? Resultado, que ya hay profesores de periodismo que utilizan la misma expresión. También hay quienes extrañamente dicen “sumatoria” en vez de “suma”. Y decimos extrañamente, porque prefieren emplear una palabra de 9 letras y 4 sílabas, en lugar de otra de 4 letras y dos sílabas. Ahora, si “sumatoria” fuera un vocablo válido, entonces también lo serían expresiones como estas: “la mayor sumatoria de felicidad posible, la mayor sumatoria de bienestar social y la mayor sumatoria de estabilidad posible, y no lo son Y en cuanto a las mujeres que desempeñan determinadas actividades y profesiones, bueno, mejor es no hablar. Sólo una recomendación a Walter Martínez. No se debe decir “la primera ministro”, sino “la primera ministra”.

Este jueves La hojilla se realizó en el estado Trujillo, y nos mostró una urbanización que no tenía nada que envidiarle a las más exclusivas y elegantes de nuestro país. Lo procedente en ese caso, para hacer justicia a quien se la merece, hubiera sido felicitar al actual gobernador de ese estado por su exitosa gestión, y no se hizo. Sólo el conductor del programa, ante el reclamo de la marginación que se había hecho de Hugo Cabeza, se limitó a aclarar que el gobernador no había sido marginado, lo cual no pareció ser cierto, porque de lo contrario hubiera estado en el escenario junto con él y el General Rangel. Y para darle mayor énfasis a sus palabras, agregó que Cabeza continuaba trabajando con ellos, prueba de lo cual era la hermosa urbanización -“comuna la llamó”- que él había contribuido a construir en esa parte del estado. Sin embargo, allí Mario dijo una cosa que es necesario poner también en claro. Se refería a que algunas viviendas habían presentado grietas en sus paredes, y dijo que tan pronto el General Rangel saliera electo, se iba a encargar de la situación. Y por qué al general le correspondería esa tarea, es que acaso Hugo Cabeza ha dejado de ser gobernador allí. En este momento el gobernador de Trujillo es este eficiente y honesto funcionario y lo será hasta el momento en el que oficialmente entregue el cargo, sin embargo, ya Mario lo destituyó, lo que no me parece muy saludable para el Proceso que se diga. Pero Mario nació metiendo la pata y morirá metiendo la pata.

Esa noche, como se comprenderá, Mario Silva dijo muchas cosas y, aparte de las comentadas, expresó más o menos lo siguiente: que la comuna todavía no estaba funcionando; que eso se debía a que mucha gente no sabía o no entendía de lo que se trataba, y que por lo tanto iba a ser necesario instruirlas al respecto, indicarles lo que debían hacer y como hacerlo. Es decir, personas ajenas a la comuna, que jamás han vivido en ninguna de ellas, tendrán que encargarse, para que ésta pueda funcionar, de indicarles a las personas como deben comportarse y actuar ante determinadas circunstancias. O en otras palabras, que personas extrañas a la comuna se encargarán de indicarles a sus miembros unas normas de conducta, que necesariamente tendrá que ser completamente extrañas a sus maneras de ser y a sus hábitos y costumbres; hábitos y costumbres que tendrán que abandonar para asumir otros completamente ajenos a su idiosincrasia y su cultura Lo cual, según los promotores de l idea, es una cosa sumamente sencilla. En relación con este tema y con motivo del famoso Consejo de Ministros, redacté una nota de la cual tomamos algunas partes muy resumidas.

En esa nota decíamos lo siguiente: Presidente, hace poco usted amenazó, en un Consejo de Ministros, con eliminar el Ministerio de las Comunas. Hágalo Presidente, no se quede sólo en palabras y actúe, acabe con esa iniciativa que no hace sino copiar experiencias no sólo ajenas sino, además, que son completamente anacrónicas y poco adaptables a nuestros tiempos y a nuestra realidad. Por otra parte, agregábamos: Comuna Presidente, es una forma de organización social que los ciudadanos, repito, los ciudadanos, se dieron para responder a determinadas situaciones, las cuales no se podían enfrentar sino mediante la adopción de ese tipo de organización. Es decir, que no era algo artificial, producto del capricho de esos ciudadanos, sino que respondía a una imperiosa necesidad de romper con ciertos impases históricos, lo cual no es nuestro caso. Para terminar, quiero alertar sobre el peligro que para este ensayo político representa el amiguismo. Por culpa de este vicio es que Maracaibo carece de agua potable.

alfredoschmilinsky@hotmail.com


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Alfredo Schmilinsky Ochoa


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