Redes antisociales

 

El amigo Raúl Bracho le pone el cascabel al gato, en su artículo Diálogo en Twitter ¿o mejor nos matamos? (http://www.aporrea.org/medios/a186280.html). Las llamadas Redes Sociales actualmente llevan un peso bastante significativo en derrocamientos e intentos de golpes de Estado a escala planetaria. Ante la imposibilidad de validar las opiniones, informaciones o registros gráficos que se publican en ellas, las redes funcionan como una gran ametralladora que, sin tregua, perturba, hostiga, persigue y da órdenes a los grupos, asociaciones, colectivos y mafias que se mueven en ella. Tal es el caso de los grupos y sus agregados que operan en etiquetas (HT) o en torno a personalidades puntuales, que dan líneas por esa vía, por ejemplo Robert Alonso. 

Lo primero que tenemos que decir es que en las redes sociales más populares, Twitter y Faceboock, la información que se publica tiene un casi inexistente nivel de fiabilidad. Es decir,  cuando un diario redacta una nota cuyo contenido es relevante, el responsable de la nota debe validar la información con la fuente emisora. Ese ciclo es la base de la supuesta veracidad de la cual se precian los medios de difusión. No ocurre así con las redes sociales y ahí está lo medular del problema.

El control interno que tienen asimilado los operarios del mensaje, léase periodistas,  viene reforzado por la estructura de comisariato representada por los caporales, jefes de redacción, de información y director del medio quien  personifica la línea editorial del medio. Sobre esa premisa falsa se monta todo el discurso de la supuesta asepsis periodística.

Ante la ausencia de ese control, propio de la máquina mediática, las redes sociales se han convertido en un espacio, virtual pero espacio, de libre circulación de mensajes sin control. No vamos llevar la alarma a los predios de la ética pues, ya sabemos, que no hay ética posible cuando los intereses de los medios están supeditados a los intereses de los países del bloque imperial.

Es así que las redes sociales funcionan como potentes armas de propagación de mensajes cuya veracidad es difícil de constatar. A esto se le agrega la volatilidad del mensaje. Si escribimos un mensaje diciendo que hubo un terremoto en determinado lugar y tenemos un número significativo de seguidores (tuiter) o amigos (feisbuc), y luego de 15 minutos lo borramos, ya el daño estará hecho y no quedará una prueba de nuestras acciones. Claro esto no aplica para las agencias de inteligencia gringa. Ellas tienen acceso a las plataformas de esas redes y pueden rastrear, allanar y meter en prisión a cualquier ciudadano que emita un mensaje en contra del presidente Obama o alguna institución yanqui.

Lo que llama la atención es que el uso para el cual estaban destinadas las fulanas redes era el de estrechar la comunicación entre usuarios, pero realmente se ha comprobado que las redes sociales vienen a sumarse al conglomerado de soportes para la difusión de mensajes con un fin específico en la agenda de las operaciones psicológicas de las potencias mundiales.

Venezuela es uno de los países latinoamericanos con más presencia en las redes sociales. Para el caso de tuiter, se estimaban para el año 2010 unas 500.000 cuentas venezolanas cuyos 4.000 tuiteros más activos escribían entre 30 mil y 40 mil tuits al día.

El año pasado se registró la cifra de 12.55 millones de usuarios venezolanos con acceso a internet desde las diferentes modalidades. El incremento de la penetración de internet en Venezuela pasó de un raquítico 3% en 1999 a 33% en 2010, lo cual significa un incremento de 1.100% en una década. Según los números citados estaríamos hablando de 42 venezolanos de cada 100 con acceso al servicio de internet, lo que equivale al 42% de la población. Un tercio de la población podría estar expuesta a los mensajes que circulan libremente en las redes. Una cantidad alarmante cuando constatamos el uso nefasto que se les da a esas plataformas multidireccionales.

Los estudiosos de la Web 2.0, espacio virtual que facilita el intercambio de información, han valorado positivamente la emergencia de tales sitios en contraste con los sitios estáticos (unidireccionales) que sólo se ocupan de la publicación de informaciones destinadas a usuarios pasivos.

Ahora se habla de  “teledemocracia”, “política virtual”, “democracia electrónica” o “ciberdemocracia” para referirse al uso que se le da a los sitios 2.0 y su participación en temas de gobierno. Por supuesto tal idealización del concepto manido de “democracia” es la base para legitimación de las redes sociales.

En el caso de Venezuela está más que comprobado el uso terrorista de las redes, por eso las llamamos Redes Antisociales. Los colectivos tuiteros de derecha aprovechan ese espacio de interacción para cocinar las matrices que respaldan el golpe de Estado contra la Revolución Bolivariana.

La publicación de fotos descontextualizadas, foto poses, gráficas manipuladas y directrices de acción a los grupos fascistas que comandan las operaciones terroristas que se escudan detrás de marchas, concentraciones y barricadas, deja expuesto el verdadero propósito de las redes sociales.

Baste recordar cómo un militar retirado dio por esa vía instrucciones precisas para colocar guayas con el fin de degollar a motorizados, las etiquetas #DenunciaAlVecinoSapo y #denunciaalsapo, cuyo objetivo es identificar a los chavistas y agredirlos o la etiqueta aparentemente inocua de @MariaCorinaYA y de @leopoldolopez, #LaSalida, la cual desde el 22 de enero comenzó a generar los eventos de calle que hoy llevan tres meses sirviendo de caldo de cultivo para la conspiración.

Por lo señalado, es preciso desarrollar una campaña de desmontaje de las informaciones que circulan libremente en esas Redes Antisociales. Es necesario que se realicen foros, debates y reflexiones que ayuden a mitigar el daño psicológico y real que causan en nuestra población internauta que, ya sabemos, es más o menos un tercio del total.

Esa tarea pedagógica y política es urgente.

arcar660@gmail.com

@armandocarrieri



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