¿Somos periodistas si no decimos la verdad? ¿Somos periodistas sin verdad?

El ejercicio del periodismo ha tenido varias fracturas que le impiden ser bueno y eso lo estamos viendo a diario y en casi la gran mayoría de ellos y uno de esos elementos es el de la solidaridad con las personas y el ambiente, pero fundamentalmente con las personas porque, hacia la gente van a coincidir todos los elementos que tienen que ver con las vidas de las sociedades.

Es altamente penosa y frustrante la pérdida que se ve en un buen número de periodistas, del sentido de la solidaridad y su limitada actuación de copiar, repetir –la creatividad no aparece por ningún lado- notas de intención política que les han sido enviadas u ordenadas por otros.

Es indignante, por ejemplo, saber que muchos se alejan de la verdad sin mostrar el menor arrepentimiento, simplemente pensando en que el dinero quincenal es algo muy concreto que sustituye la práctica de la solidaridad, desconociendo que, acercarse a otros y apoyarlo es un camino al crecimiento.

No crean que el asunto es único y exclusivo de Latinoamérica. Ejemplo concreto de lo que les escribo ha sido lo que le ha ocurrido al periodista sueco Fredrik Önneval, a quien lo sancionaron con trabajo comunitario, porque el hombre se le ocurrió llevar a un refugiado sirio de 15 años cuando regresó a Suecia, simplemente porque el muchacho le dijo "llévame contigo" y el periodista lo hizo porque simplemente sintió compasión y preocupación por el jovencito que viajaba solo.

Pero hay otras cosas, como es que el periodista ha dejado de ser intermediario entre los gobernantes y las personas y simplemente se ocupó de identificarse con los intereses de los dueños de las empresas, lo que le ha convertido en un ser frágil y posiblemente muy criticado en el futuro por su familia.

¡Y su personalidad, frágil, está siendo observada y comparada por sus padres, hermanas y hermanos, esposa, hijas e hijos, todo su componente familiar, sin olvidar el vecinal.

Una de las fortalezas que tienen los periodistas, es el contar siempre con la verdad y su expresión. De hecho, no es obligatorio ser amigo ni contrincante de nadie para expresar la verdad, que no es otra cosa que la coincidencia entre lo que decimos y la realidad de los hechos.

Es más, me atrevería a decir que, no es verdad la coincidencia o la concordancia entre lo que pienso y los acontecimientos, porque al introducir en ello mi pensamiento estaría como adornando con otros elementos las realidades y la verdad adquiriría otro carácter y no se trata de un asunto de simple literatura. Pero este es un tema para una conversación más a fondo del asunto.

De vuelta a lo que escribimos, surge la interrogante más seria de todo el escenario periodístico mundial: ¿Somos periodistas si no decimos la verdad? ¿Somos periodistas sin verdad?

¿Por qué el periodista suele limitarse a copiar cosas sin interpretar, a repetir circunstancias simplemente, dejando de lado la investigación acerca de lo que informa?

Hemos visto, muchísimas veces, que ha surgido una nueva especialidad entre los periodistas y /o comunicadores, como suele decirse, y es la colocación exclusiva de un grabador o micrófono, ante un declarante cualquiera y sin llegar a preguntarle algo relacionado con el motivo de su participación en un determinado hecho o acontecimiento.

El asunto de las desviaciones en el ejercicio del periodismo no es nuevo. Muchos recuerdan y comentan que, en el tiempo en que existía el Congreso Nacional de Venezuela con sus dos cámaras, había entre algunos periodistas una especie de acuerdo mediante el cual quien tuviese las últimas informaciones de lo que allí sucedía, se la pasaría a otros colegas y éstos a su vez harían lo mismo con él. Por lo general, ocurría con los reporteros de provincia, quienes siempre estaban tan cargados de trabajo que carecían de tiempo de ir al Congreso, pero estaban obligados a realizar la cobertura en el capitolio porque era una exigencia de los medios para los cuales trabajaban.

Una realidad de la cual nadie habla porque golpea la estima personal. Lo cierto de todo es que entre tantas situaciones que impactan el ejercicio periodístico, otra mala situación es que el periodista ha dejado de ser un vigilante neutral dentro de los acontecimientos de la sociedad para convertirse en un expositor de la "vigilancia" que hacen algunos políticos de los gobiernos.

Podría decirse que hay una especie de olvido de conciencia en el trabajo de algunos periodistas, quienes apelan a realizar sus actividades como un hecho natural de desempeñar una simple actividad que será cobrada cada quince días, cuando en el ejercicio del periodismo, hay mucha riqueza espiritual que lo convierte en una profesión de fortaleza y transformación.

Una de las cosas que deben hacer los docentes de periodismo, es dejar asentado en los estudiantes, que ellos son mediadores sociales que deberán luchar para impedir las injusticias y auspiciar la orientación, el equilibrio en la sociedad.



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Pedro Estacio


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